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Aki Kaurismäki es un cineasta con una personalidad definida. Con ver apenas un plano ya sabemos que la película es de él. Además, tiene su propia filosofía del cine y un refinado estilo.

Nacido en un pueblo de Finlandia, sus películas son frescas y consecuentes, plenas de humor y de melancolía. En su filmografía quedan subrayados los temas románticos, las clases trabajadoras y una interesante carga de ironía.

De entre sus 46 películas podemos destacar: Ariel (1988), Leningrad Cowboys Go America (1989), La chica de la fábrica de cerillas (1990), Nubes pasajeras (1999), Un hombre sin pasado (2002) o la última estrenada en cines, Fallen Leaves (2023), de la que hablo abajo

Sus historias hablan de gente corriente, no hay capos, ni reyes, ni magnates, ni abogados importantes. Su cine es de gente trabajadora, trabajos deshumanizados, mal pagados o aburridos. Pero Kaurismäki dignifica la condición de sus personajes, decidiendo que estos sean los protagonistas de su propia historia.

También aborda el día a día: desvestirse, cenar o irse a dormir. Este es uno de los leitmotiv más evidentes del cineasta y uno de los rasgos que más lo convierten en sí mismo:  el tratamiento de lo cotidiano.

Sus historias tienen gran influencia del cineasta nipón Yasujiro Ozu, por el cual siente enorme admiración. Tanto es así que ambos tratan sus historias cotidianas reconociendo los problemas que la gente debe solucionar a diario.

Aborda los temas del momento, independientemente de la época en que se ambienten sus películas. Por ejemplo, noticias sobre Ucrania en radios antiguas en Fallen Leaves; la cuestión de los refugiados en El otro lado de la esperanza, o el capítulo de los migrantes en Le Havre, de la cual escribo también abajo.

Un mundo frío y cálido, solitario y tierno, sus planos destacan por ser elegantes y finos, bien ejecutados. Gran importancia cobra la música: rock, baladas, etc. Y un elemento imprescindible: sus propios perros.

El cineasta, en fin, demuestra ser un genio que se toma la vida a risa, pero desde una óptica triste. Esa mezcla de nostalgia y de esperanza en la humanidad es el corazón de su cine.

Hablaré de tres de sus películas: Fallen Leaves (2023); El Havre (2011); y Juha (1999).

FALLEN LEAVES (2023). Maravillosa película dirigida y escrita por Aki Kaurismäki, que habría podido ser muda, de no ser porque nos habría privado de sus canciones (tangos, mambo, pop finlandés), y de su otra banda sonora que nos llega a través de la radio.

Los personajes pasean por la pantalla casi a rastras, como un perro dócil y cariñoso, también desvalido. No hay queja, no se dejan atribular por las circunstancias, tampoco hay arrogancia ni afectación. Personajes tan conscientes de su dolor, que llegan a emocionar.

Ansa (Pöysti) es una mujer soltera y vive en Helsinki trabajando precariamente en un supermercado, un trabajo que roza lo vergonzoso. Una noche se encuentra con el también solitario trabajador Holappa (Vetanen), un hombre bebedor que vive también en el límite de lo decoroso.

Dos personajes que llevan a cuestas su aislamiento y su soledad, con sus conflictos laborales, empleos duros y mal pagados, empresas abusivas y patronos tiranos. Con su rutinario y alienante día a día, parecen seres de ficción que sobrellevan con paciencia franciscana.

Pero surge entre ambos el amor como lenitivo que ayuda a seguir viviendo en un destino tan desfavorable. El filme es en cierto modo una parábola sobre el amor como salvación, como colchón que amortigua la brutalidad de jefes sin escrúpulos. El amor que da fuerza y sana, camino hacia el consuelo, la esperanza y la luz.

El día que se conocen, sin roce ni insinuación, van al cine e imaginan seguir unidos junto a un perrito de nombre Charlot. Contra todo pronóstico y tras varios desencuentros, consiguen construir una relación y como resultado, Holappa logrará controlar su alcoholismo.

Este es el vigésimo largometraje de Kaurismäki, el cierre de su llamada «serie proletaria» (enfocada en la clase obrera), que comenzó con “Sombras del paraíso” (1986); “Ariel” (1988) y “La chica de la fábrica de cerillas” (1990) y que con este título es la cuarta pata del banco.

Fallen leaves («Hojas caídas»), hace referencia a la canción francesa Les feuilles mortes, homenaje a la Nouvelle Vague.

Película casi silente, de puro gesto, mínima en su conjunto, poética al máximo y muy social. Según Kaurismäki, el amor verdadero asoma en acciones y gestos mínimos. Miradas como notas de música, el andar pausado y casi etéreo de los protagonistas, una historia de amor que asoma apenas.

Sorprende ver a unos personajes y unos paisajes urbanos pauperizados, justo en uno de los países con más calidad de vida del mundo como Finlandia. Kaurismäki se fija una vez más en los desclasados, en las almas solitarias que viven en los márgenes.

Un alcohólico en paro casi permanentemente, una empleada de supermercado acusada cruelmente de un hurto mísero y que acaba trabajando en una fábrica. De cómo ambos se enamoran en un modesto karaoke con algunas bellas canciones que sintonizan con la trama.

La poética de Kaurismäki continúa fiel al laconismo, a la expresividad cromática, a los encuadres fijos, a veces primeros planos sugerentes, a un sobrio sentido del humor, y a unos personajes sintéticos pero plenos de emotividad.

Historia de amor atravesada por noticias de la guerra de Ucrania, emitidas por aparatos de radio muy antiguos y mobiliario vetusto. Y a pesar de este panorama de objetos viejos y noticias horribles lo que vemos es hermoso.

El reparto es muy kaurismaquiano. Alma Pöysti encarna más que mejor a Alma, muchacha que busca el amor, manteniendo abierto el corazón, pero no a cualquier precio; Jussi Vetanen es Holappa, y parece que lo fuera de verdad de tan creíble como el actor encarna a un personaje beodo y simple.

Hermosa película, entretenida a pesar de su tempo tranquilo, divertida más allá de penalidades y con una duración óptima: 80 minutos, duración que acierta a concentrar emoción, risa, miradas tiernas, tragos de vodka y karaoke.

Publicada en revista de cine ENCADENADOS.

 

EL HAVRE (2011). Un escritor bohemio y famoso, Marcel Marx, se ha ido a vivir a la ciudad portuaria de Le Havre (Francia), un lugar humilde, en una humilde vivienda y trabajando de limpiabotas como forma de sentirse próximo a la gente.

Allí vive satisfecho con su vida, después de haber renunciado a sus ambiciones literarias. Su existencia transcurre sin sobresaltos entre el bar de la esquina de hermético lumpen, su trabajo callejero, su perro y su amantísima mujer enferma, Arletty, que lo cuida, dentro de su modestia.

En un momento se cruza en su vida un niño de color, inmigrante, que ha logrado huir de una redada de “sin papeles”; esta circunstancia saca a Marcel de su placidez y le urge a utilizar su astucia y su coraje para solucionarle la vida al pobre niño.

Coincide este episodio con el ingreso de su esposa en el Hospital por una enfermedad terminal. Marcel, con la ayuda de vecinos y amigos, lucha contra los insensibles mecanismos del Estado (policía, inspectores, etc.), con la exclusiva arma de su optimismo.

Con la solidaridad de los vecinos, lucha para evitar que el niño, que pretende llegar a Inglaterra, caiga en manos de la policía. Momentos de la historia con gran encanto y gracia, a la vez que dramáticos.

Esta cinta es una metáfora de nuestra sociedad, y sobre todo una película que avala esa verdad de que entre los pobres hay más solidaridad y apoyo incondicional que entre los ricos; y en frente una burocracia inhumana.

El encanto y la ternura de este filme recuerda a Bresson o a Tati. Y es en Francia donde Aki Kaurismäki dirige con una aparente sencillez un filme de notoria profundidad, conmovedora, poética y elegante.

La dirección y guion magníficos de Kaurismäki, acompañado por una música acorde y una gran fotografía de Timo Salminen; sin olvidar la puesta en escena, la parquedad o la precisión en el montaje.

Además, la película tiene una insólita lucidez en la narración y el perfilado de los personajes. Es en parte comedia y en parte drama, y tiene también del “realismo mágico” y de lo “real maravilloso” de Alejo Carpentier, pues tiene mucho de sorpresa frente a lo inesperado y fenómenos improbables. Pues ocurren cosas distintas a lo que se considera “normal”, cosas imprevistas. Le ocurren al personaje, que es un pobre individuo dentro de un mundo de ilusión y ensimismamiento. Está, por ejemplo, como un acontecer “milagroso”, la inopinada curación de la esposa; pero hay también otras “maravillas”.

En cuanto al reparto es muy bueno, los actores hacen una interpretación coral donde hasta el niño es convincente, resaltando André Wilms, Kati Otinen o Jean-Pierre Darroussin.

En esta peli conmueve todo: el niño, el escritor-limpiabotas, la tabernera, el frutero, el policía, el vecindario… Sin caer en la sensiblería. Expresa muy bien la idea de que en la pobreza y la humildad habita la capacidad para ayudar y compartir.

 

JUHA (1999). Curiosa y atractiva de Kaurismäki, adaptación de la novela de Juhani Aho, un guion sin desperdicio y muy bien trabajado, al estilo del cine mudo: todo fluye fácilmente dentro del minimalismo propio de nuestro director.

Película muda con una interesante música de Anssi Tikamäki, una maravillosa fotografía de Timo Salminen (B&W) y 78 minutos muy bien aprovechados.

En la historia un granjero con dificultades en una pierna (“tullido” se le llama en la película), está casado con una mujer más joven que él, Marja; ambos trabajan juntos y viven de los productos de su granja.

Un día llega un hombre llamado Shemeikka con un coche deportivo averiado, y aprovechando la hospitalidad logra seducir a Marja para que se escape con él a la gran ciudad, prometiéndole una vida feliz y divertida.

El paraíso idílico y pastoril donde viven los granjeros es contaminado y corrompido por una persona proveniente de la urbe, un hombre frívolo y podrido, dedicado en realidad a la trata de mujeres ingenuas como Marja, que se dejan seducir con falsas promesas.

Está genialmente interpretada por dos clásicos del cine del finlandés: Sakari Kuosmanen y una muy expresiva Kali Outinen, junto a un seductor un poco mayor pero bien llevado por André Wilms.

Película social y dramática recomendable de todo punto.