Sé que dentro de la ciudad el barco que hoy tengo frente a mí tiene un nombre. El Vaporcito, aunque aún me pregunto qué tiene que ver el impulso a motor y a su nombre, porque me dijeron que era una nave moderna impulsada por motores diesel.
Lo que me cuentan me recuerda a esos barcos viejos del Mississippi, elegantes y románticos que aún hoy surcan el viejo río americano, y mi mente me hace recordar aquellos míticos vapores, y que hoy son una atracción turística.
Me comentan que ese barco, hoy varado, destrozado e irreconocible, era parecido, pero sin ser de vapor, hacia una travesía entre Cádiz y la ciudad, y no era solo una atracción turística, sino que además era un medio de transporte muy usado hasta entrado el presente siglo. Sé que es todo un símbolo, que es recordado en toda la bahía, y que se habla de él como se hablaba de aquellos barcos americanos.
Hoy me siento en ese nuevo paseo y lo contemplo. Un amasijo de madreas podridas que son más un peligro que una atracción. Rememoro lo que escucho de él, y comprendiendo a los nostálgicos veo que con lo que queda no podría ni hacerse leña. Supongo que como negocio sería una verdadera ruina, es como pretender hacer trayectos en tren con una locomotora, si bien, es cierto que en mucho lugares, viejos trenes mantienen un recorrido nostálgico y romántico, no siendo un medio de transporte, sino un autentico placer turístico.
Desconozco lo ocurrido, y es difícil conseguir saber la verdad, ¿era un atractivo turístico?, ¿era un medio de transporte?, lo que es seguro es que hoy es un peligro y una fea imagen que poco favor le hacer a su recuerdo y a la propia ciudad.
La pregunta ahora es por qué se mantiene pudriéndose frente al río, es como un viejo coche abandonado del que nadie quisiera hacerse cargo. Tampoco entiendo porque siendo tan importante, no se hace uno nuevo, siguiendo el mismo estilo, con objeto de ofrecer un servicio turístico de paseos por la Bahía. Supongo que eso será una cuestión más mercantil que nostálgica, pues qué empresario iniciaría un negocio de semejantes características.
En fin, miro los restos y no entiendo esa mezcla de respeto, orgullo y nostalgia, sobre todo viendo su lenta agonía que poco a poco lo va desmenuzando.