Juan Luís Rincón Ares.- Mi centro, el CEPER La Arboleda Perdida, antes Centro Público Municipal de Educación de Adultos y antes de Centro de Adultos a secas, cumple en estos días 40 años, casi nada. Hace esa friolera de años,  dos maestras y dos maestros dábamos incansables vueltas alrededor de siete alumnas, las pioneras, que se habían apuntado para aprender a leer y a escribir. En este casi medio siglo miles de personas han pasado por nuestras aulas y juntos y juntas, hemos aprendido infinidad de cosas: a amar la lectura y la escritura, contar,  calcular, analizar, reivindicar, festejar, cantar, historia, geografía; nos hemos titulado en Certificado de Estudios Primarios, Graduado Escolar, Graduado en ESO, Técnico Auxiliar del mil especialidades,; hemos accedido a los Bachilleratos y a la Universidad; hemos aprendido a respetarnos y a participar en la vida ciudadana y desde aquí salieron personas que ocuparían  en este periodo  responsabilidades políticas, sindicales, sociales… Cuando dábamos los primeros pasos de esta maravillosa aventura, no había nacido aun nuestro alcalde actual y el concejal de educación daba sus primeros pasos. El Puerto que ha criado a gran parte de la actual corporación es sin duda una mejor sociedad más justa e igualitaria gracias al esfuerzo de la comunidad educativa de este centro.

Hace justo un año, publiqué una tribuna como esta, denunciando la precariedad en la que la corporación de entonces formada por populares y centristas mantenía a mi centro. La entonces concejala centrista de Educación decía tener las manos atadas por los populares. Luego, tras las movilizaciones de la comunidad educativa del centro, movió ficha y pintó las clases y los techos que hoy se han vuelto a hundir. Hoy tenemos un concejal diferente pero,  un año  y una mayoría absoluta después,  tampoco ha sido capaz de buscar los fondos para arreglar los desperfectos de nuestro querido centro: las escasas lluvias de este año han vuelto a pintar un panorama de desastre en las paredes y la techumbre. Siguen sin portero, ni de mañana ni de tarde, sin mantenimiento serio de las instalaciones, sin accesibilidad para planta superior, etc…  Si en vez de un centro público fuera una cabalgata seguro que se encontrarían los fondos para darle dignidad.



Las distintas corporaciones que han ido pasando por la casa consistorial en estos años han dado diferentes tratos al centro. No diré nombres ni siglas, pero ha habido momentos en que hemos notado el respeto de las instituciones: en una ocasión hasta se nos premió con la Mención Educativa Municipal. La actual corporación y la anterior, se han caracterizado por la desidia, cuando no la inquina, respecto a nuestro centro o quizás debería decir por todo lo que suene a   enseñanza pública. Mientras Juanma Bonilla toca ya tambores que amenazan la Educación Permanente, aquí parece que quieren acabar con ella dejando que la ruina se cargue el edificio, la moral del profesorado y con ello, un proyecto educativo público y valiente. Mientras en otras poblaciones cercanas, Chipiona por ejemplo, festejan con actos oficiales y alegría popular la efemérides.  Pero claro, lo nuestro no se trata de una cabalgata.

La desidia oficial vuelve a chocar con la ilusión y la  vida que, cuarenta años después,  siguen rebosando en el centro: hace poco celebraron el día de Paz y la No violencia escolar y  ya preparan el día de Andalucía y el Carnaval. Siguen naciendo junto a la veterana Asociación de alumnado “La Catona”, otras activas asociaciones que fomentan la solidaridad – Aire Solidario, la creación Literaria – “Se hace camino al escribir”- , o el amor por el patrimonio local  de colectivos como “Garbeo”, un colectivo de guías voluntarios, o “Mirando por nuestro Puerto” que pone en valor nuestro patrimonio local. El grupo de Teatro pone en pie cada curso una obra nueva.  Y junto a estos dinámicos proyectos,  casi un millar de alumnas y alumnos continúan pisando caliche y escombros para estudiar Informática, Ingles, Patrimonio o continuar avanzando académicamente en la decena de planes que ofertan con apenas una docena de maestras y maestros.

No, no son, no somos,  una cabalgata. Pero si tenemos fuerza para volver otra vez – y las que hagan falta bajo los balcones consistoriales. Si sirve de mucho o de poco lo dirá el tiempo.  Otros políticos despreciaron así a nuestra ciudad y al Centro de Adultos y hoy son pasto de olvido cuando no del desprecio popular.