A veces tenemos la suerte de que el cine nos trae historias alegóricas, especie de cuentos. Relatos donde aparecen aspectos tan humanos como el amor mezclado con el rencor, el sufrimiento, la alegría o el miedo al abandono de la madre. Como declaró Bruno Bettelheim, autor de “Psicoanálisis de los cuentos de hadas”: “Los cuentos representan el mundo en que vivimos y que muy a menudo tratamos de ocultar”.
Comento hoy dos películas: El nuevo juguete (2023), de J. Huth; y ¡Salta! (2023), de A. Osorio.
EL NUEVO JUGUETE (2022). Samy (Debbouze) vive feliz fuera del sistema, se gana la vida con algunos trabajillos junto a sus amigos. Su esposa Jihane (Belaide), espera su primer hijo. Samy es un inmigrante sin recursos, vive en un barrio marginal, está hasta el cuello de deudas y su mujer, se encuentra al borde del despido.
Por todo ello, la atribulada Jihane presiona a Samy para que consiga un trabajo estable y bien remunerado, pues los gastos acucian. Muy a regañadientes, acepta un trabajo como vigilante nocturno en un almacén de artículos de lujo.
Esa gran tienda es propiedad de Philippe Etienne (Auteuil), el hombre más rico de Francia, una persona fría y metódica desde la muerte de su mujer. El Sr. Etienne es viudo y a su vez Alexandre (Faliu), su hijo de once años, huérfano de madre y también, malcriado.
El padre, quiere contentar al crío en su soledad y su añoranza de la madre perdida. Ante la llegada de su cumpleaños, Philipe cierra los grandes almacenes para que el chico escoja un presente.
El niño elige a Samy, que anda de vigilante, al que encuentra durmiendo y que le hace gracia, y decide que sea su juguete. Samy, un hombre sin futuro, se convierte en el juguete de un niño caprichoso.
El Sr. Etienne solo vive para sus negocios y apenas conoce a su hijo, un chico antojadizo y apenado a la vez. Samy acepta ser el “regalo” del niño, pues necesita dinero. Samy acabará teniendo buena sintonía y química con el nene y una gran influencia sobre él.
Alexandre está elaborando la pérdida de la madre y en este proceso son comunes la rabia y el mal carácter, como un signo del dolor. De modo que el niño es malhumorado con causa. Además, la pérdida de la madre no ha sido sustituida por el padre (Auteuil), que es un hombre frío y distante que quiere solucionar todo con dinero.
El argumento de esta comedia familiar francesa versiona uno de los clásicos del cine francés del siglo XX: “El juguete” (1976) de Francis Veber, que también tuvo una réplica estadounidense en Su juguete preferido (1982), de Richard Donner.
A pesar de no encontrarnos ante una historia original, el cineasta británico James Huth ha logrado una película entretenida que incluye, de forma amable, la misma denuncia que hicieron las dos propuestas anteriores: el dinero no puede suplir nunca la ausencia de los padres y éstos deben priorizar pasar tiempo con sus hijos, porque éstos crecen y esos momentos no volverán atrás.
El libreto está firmado por el propio Huth junto a Sonia Shillito y el actor Debbouze, que adaptan el guion original de Veber. Guion entrañable y educativo, como si fuera una fábula, un cuento con moralejas diversas.
Cuidada puesta en escena, la obra se ha rodado en el espectacular Castillo de Porgès de Rochefort-en-Yvelines, para ambientar la fabulosa mansión donde habita el niño rico.
El reparto cuenta con el cómico Jamel Debbouze y al veterano y gran actor Daniel Auteuil. Destaca la buena interpretación del púber Simon Faliu, que hace un papel muy creíble como niño con gran necesidad de afecto.
La cinta es también una crítica al neocapitalismo, donde el trabajo es un bien preciado y algunos empresarios, no todos, claro, tienen en su mano el futuro de mucha gente que pierde su empleo por una cuestión de coste-beneficio, sin tener en cuenta las consecuencias sociales de sus decisiones.
En tono de comedia se habla también de la diferencia de clases sociales, donde vemos el contraste del lujo de la mansión del Sr. Etienne, con el pobre apartamento en un suburbio, en el que vive Samy y sus colegas y vecinos.
El barrio de esta película es un lugar donde todos los vecinos intentan sobrevivir, llegar a fin de mes. Ello en una especie de relato blanco, que pasa el corte del aprobado.
Dentro del buen rollo de la cinta, estos vecinos, incluida la mujer de Samy, ven peligrar su trabajo en la empresa del millonario Etienne quien, una vez convertido al humanismo y la bondad que le ha inspirado Samy, decide recontratar a toda esa gente.
Publicado más extenso en revista de cine ENCADENADOS.
¡SALTA! (2023). Esta obra nos sitúa a finales de los años 80 en A Coruña. Dos hermanos, Óscar y Teo viven con su abuela tras haber desaparecido su madre, una científica especializada en agujeros de gusano, estructura que técnicamente permite viajar a través del tiempo.
Ambos hermanos son muy distintos entre sí y viven en un modesto piso de barrio. Teo es aficionado al fútbol, además de travieso y sociable. Óscar es un sabelotodo tímido, que prefiere estudiar la teoría de la relatividad. Cada cual bandea como puede la marcha de la madre.
La película cuenta la relación de dos hermanos, probablemente una de las más especiales que existen, y también sobre lo difícil que puede llegar a ser entender y comunicarnos con las personas que más queremos.
En la vida pasan cosas malas y pasarán a pesar de todo y el niño que protagoniza la película y que después se convierte en Tamar Novas, es un niño que quiere cambiar las cosas y viajar hacia atrás en el tiempo para recuperar a su madre.
Para este largometraje, ópera prima, su directora Olga Osorio adapta su premiado cortometraje: Einstein-Rosen, 2016. En esta cinta se mantiene el alma del corto, mezcla de drama y comedia, de ciencia ficción con viajes en el tiempo.
Una buddy movie (amistad entre varones) protagonizada por dos hermanos muy diferentes entre sí, "por no decir opuestos, en una historia que salta de los años 80 a la actualidad", afirma Olga. Pretende ser un filme "emotivo y con buenas vibraciones, de esos que te emocionan, pero de los cuales sales con una sonrisa y la idea de que la vida, después de todo, no es tan mala", añade.
Película pensada para acercarse a un público familiar, pero que está fuera de los esquemas propios de películas como las televisivas o los éxitos cómicos de Santiago Segura. En principio se iba a titular Un pasado por delante y quedó ¡Salta!, para hacerla más llamativa al público.
La Osorio, con guion propio junto a Araceli Gonda, demuestra que se puede hacer una cinta asequible, amable, simpática y tierna, sin necesidad de acudir a fórmulas manidas. El núcleo de la historia se sostiene dentro de una trama de saltos en el tiempo que, sin sofisticaciones, posee alicientes para mantener la atención.
Acierta a darle cierta complejidad y detalles a la mecánica, factor básico para que el subgénero de viajes temporales resulte aceptable. Así, la peli tiene una mano de cientificidad en el viaje temporal.
Incluso tiene una cara ligera y cómica ese viaje temporal que funciona, porque se vincula al mundo infantil (el fútbol, los videojuegos, etc.) y al personaje de Mario Santos (el niño está sensacional), que posee un enorme atractivo en pantalla.
Lo que cuenta es una sencilla historia de amor entre hermanos a través de las décadas, sin dejarse llevar por el drama familiar ni la versión “dura” de la ciencia ficción. Mantiene, además, un equilibrio entre simpatía, accesibilidad y emocionalidad.
La peli queda un poco deficitaria en lo concerniente al guion, un libreto que resulta por momentos reiterativo y con falta de densidad. Y aunque en general las interpretaciones son aceptables, son también irregulares. Actores y actrices como Tovar Novas, Marta Nieto, los niños (muy bien) Mario Santos y Rubén Fulgencio, Mabel Rivera o Irene Jiménez, y más.
La directora Olga Osorio asegura que es el tipo de película que ella disfrutaría como espectadora, pero "que además puedo compartir con mis hijos, y que por añadidura me permite al salir del cine establecer un diálogo con ellos sobre temas que a mí me parecen importantes, en particular la relación entre ellos dos".
Sin que sea mal inicio en el cine, tampoco es una producción importante. A veces se estira la cosa más de la cuenta, normal cuando se adapta un cortometraje al formato largo. Esta es la impresión que puede dar esta cinta, a pesar de durar apenas 85 minutos.
Publicado más extenso en revista de cine ENCADENADOS.