Homosexualidad y suicidio

Por Enrique Flópiz
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“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.

Es sabida la elevada frecuencia de suicidios entre adolescentes homosexuales, para poner fin al sufrimiento que les produce la homofobia, tanto por parte de los padres, como de los compañeros de colegio y la sociedad en su conjunto. Aproximadamente el 25% de estudiantes y empleados universitarios lesbianas y gays, han sido acosados, según un estudio mencionado en el Chronicle of Higher Education.

Los adolescentes gays tienen un 90% mayor de riesgo de cometer suicidio que los heterosexuales. Por lo tanto, si lees estas líneas, ojalá saques la conclusión de que tus burlas o acoso a las personas por su condición sexual, no hacen sino alimentar el riesgo que ese niño o niña que te padece, pueda sufrir incluso hasta el punto de querer poner fin a ese dolor, con el drama y el sufrimiento que supone para todos la autolisis, o sea, quitarse la vida.

A propósito de este tema van hoy dos películas. El estreno y muy interesante: Close (2022), de L. Dohnt; y Oraciones para Bobby (2009), de R. Mulcahy.

CLOSE (2022). Es una delicada y comprometida obra que aborda una temática compleja con gran sutileza y sensibilidad. Esta maravillosa película, premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes, cuenta la historia de dos niños de 13 años: Léo (Dambrine) y Rémi (De Waele). Ambos son amigos de siempre, sueñan un mundo a sus pies, siempre juntos, inseparables, atentos el uno al otro; Léo admira especialmente el talento musical de Rémi que toca el oboe. Siempre ambos cerca (“close”) en un paraíso del que acabarán siendo expulsados.

La entrada en el Instituto desvelará su unión cara a los compañeros, hasta convertirse en víctimas de bullyng. Comienzan a circular rumores sobre la posibilidad de que sean algo más que amigos. La masculinidad tóxica, la homofobia, la búsqueda de la propia identidad y el rechazo a las ideas preconcebidas irrumpen en esa bonita relación. Algo rompe su inocencia.

Hay rumores que Rémi desoye, pero a Léo no le gustan nada y los comentarios crueles le hacen estar enojado, asustado y humillado; como consecuencia decide comenzar a alejarse de su amigo y relacionarse con nuevos compañeros para acallar esos cotilleos que lo incomodan. Esta ruptura precipitará un suceso que cambiará para siempre su vida.

Para Rémi, la repentina decisión de Léo de romper con él tiene el mismo efecto que si su madre lo rechazara o que el sol ya no volviera salir por la mañana. Es una quiebra violenta, indescriptiblemente penosa, y Rémi no tiene las palabras ni la capacidad mental ni emocional para explicarse a sí mismo tanto dolor. La cosa devendrá tragedia.

La historia de una separación dolorosa: la edad de la confusión, de la inseguridad y del desconcierto sexual y personal. Quizá ese pudor de saberse observados como “pareja”, su desconocimiento de las esfera sexual. Hasta que llegar al punto cero.

Lukas Dohnt construye un mundo reconocible y transparente. Entonces, la pantalla, a modo de espejo, hace que se vea con claridad, que lo que está sucediendo está en los ojos y en la memoria del espectador. La agonía que presenciamos es la nuestra, la fragilidad es la de todos.

Gran dirección de Dhont y magnífico guion de este junto a Angelo Tijssens que recoge los innumerables detalles de la historia, la respiración agitada por el pedaleo en la bicicleta, las peleas en el patio del instituto, las conversaciones difíciles o los episodios de acoso y traición en el patio escolar. Dos niños cuya intensa amistad preadolescente, en el inicio de un tránsito siempre difícil, genera los previsibles equívocos entre sus compañeros/as.

Filme que radiografía el vacío perfecto de una amistad-amor (¿hay algo más frágil?) que se fractura (“yo lo rechacé”, dice Léo tras la desventura). Película que además de visionarse se vive, con la respiración contenida y cierto sentimiento agónico de unas vidas en la cuerda floja.

Excelentes trabajos de los niños Eden Dambrine, una interpretación muy rica en la expresión de sentimientos, miradas, gestos, poses y culpas; y la sensibilidad de Gustav De Waele; no pueden estar mejor, precisos y sintónicos con el espectador, y con química entre ellos. Muy bien Émile Dequenne como la madre de Léo y Léa Drucker, como Nathalie, madre de Rémi, entre otros.

La dirección de fotografía, a cargo de Frank van den Eeden, es bellísima y la música de Valentin Hadjadj acompañan perfectamente los distintos pasajes del filme.

Dhont atrapa las tensiones de esa edad y explora la complicada línea que separa la intensa amistad adolescente de la homosexualidad. Cuando se concreta la tragedia, Dhont nos describe el proceso del duelo. En primer término la necesidad de asumir la pérdida, después es preciso reconciliarse con el entorno abandonado.

Finalmente, Léo se acerca a Sophie (Dequenne), la madre de Rémi, para tratar de entender y progresivamente, hace una catarsis que le permite despojarse de la culpa, agarrándose a su única tabla de salvación, Sophie, la única luz que alumbra un túnel que no parecía tener salida y el único bote salvavidas emocional al que Rémi puede agarrarse.

Todo funciona con gran intensidad emocional y unas imágenes muy bellas que transmiten el dolor. La película habla de la importancia de escuchar e influir positivamente en nuestros hijos y saber protegerlos de influencias dañinas y modelos sociales crueles e injustos.

Para mi manera de ver es una de las mejores películas del año que pasó, una magnífica obra tratada con amor y delicadeza, belleza y poesía, amor y drama.

 

ORACIONES PARA BOBBY (2009) (TV). Esta película refleja una historia de la vida real sobre el suicidio de un adolescente gay de nombre Bobby Griffith (Kelley). Sus padres eran cristianos episcopales fundamentalistas, y al descubrir la homosexualidad de su hijo, lo rechazan y condenan, particularmente su madre (Weaver), una mujer devota.

Para colmo, intentaron “curarlo” con terapias psicológicas reparativas y religiosas. La historia está basada en un suceso real ocurrido en los años setenta, detallado en el libro homónimo de Leroy Aarons.

Buena la dirección del australiano Russell Mulcahy, con un guion que adapta la obra de Aarons, un drama intenso, emotivo y denso al que es difícil sustraerse. Tiene un equilibrio notable incluso en su fase altamente emotiva. Y aunque por momentos no alcanza a desarrollar con solidez el proceso que conduce al joven protagonista al límite al que llega, eso no impide que entendamos las razones del clímax trágico de la película.

Banda sonora esencial justo en los momentos más duros y dramáticos de la historia, de Christopher Ward, y una fotografía ad hoc de Thom Best. Es una obra menor, pero no descuida la puesta en escena.

Tanto el espectador con creencias o convicciones religiosas como el que no las tenga, tras ver este filme se sentirá movido a darse cuenta que en la frontera de nuestro tiempo debe haber una aceptación sin condiciones de las personas tal como son, no atendiendo a nuestro deseo de cómo querríamos que fuesen. La búsqueda, en suma, de la felicidad de todo ser, con independencia de su inclinación sexual.

De modo que esta es una película para remover conciencias y hacer reflexionar. Dejar huella, en suma, lo cual consigue sobradamente. Y la fragilidad de temperamento del joven, que le lleva a tomar una decisión fatal, al sentirse solo y ser rechazado, sobre todo por su madre.

También nos hace anhelar el día en que la aceptación, la comprensión y el amor, en un sentido amplio y pleno, hagan posible que no se sucedan historias como las que relata el filme. Una apología, en suma, por un mundo más humano donde ninguna persona sea descartada.

El psiquismo humano es tan complejo y rico, que todos somos diferentes, nos construimos sobre la diferencia. Si esta diferencia es referida al plano de la identidad de sexual, está claro que esta cualidad hay que respetarla sobre todo y contra todo.

El reparto es muy de agradecer con trabajos magníficos. Impresionante papel de madre de la actriz Sigourney Weaver, primero autoritaria y tan fanática de su religión que demoniza a su propio hijo por el hecho de ser homosexual, y posteriormente rota a causa de las consecuencias de sus actos. Ryan Kelley cumple también de manera notable en su papel de Bobby, y nos regala momentos que reflejan lo indefenso que se encuentra el personaje ante las imposiciones externas. Acompañados muy bien por Austin Nichols o Carly Schroeder, entre otros.

Es una película de medianía, no hay que confundirse, además, hay unas escenas finales con las manifestaciones arcoíris, y no es difícil imaginar que la película tiene sus elementos de publicidad y apologéticos, versus la cerval crítica a la religión, de todo lo cual debe estar prevenido el espectador.

 

Enrique Flópiz

Enrique Fernández Lópiz. Nacido en El Puerto de Santa María, es Licenciado en Psicología por la Universidad Pontificia de Salamanca y Doctor en esta disciplina por la Universidad de Granada, donde es Profesor Titular del Departamento de Psicología Evolutiva. Cinéfilo desde siempre, escribe críticas cinematográficas desde hace dos décadas en diversos medios escritos y digitales.