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La temática de hoy es ante todo la soledad, el aislamiento y la necesidad de mantener contacto visual con otro, aunque ese otro sea alguien lejano o incluso virtual.

También incorpora esta realidad cierta tendencia de los personajes a la autosatisfacción libidinal, o sea, no a una relación entre dos seres humanos, sino una especie de actividad masturbatoria, extremo que hay que considerar en términos psicológicos: el de unos seres presididos por el aislamiento y el autoerotismo.

Referiré para este tema dos películas. El estreno No mires a los ojos (2022), de F. Viscarret; y Her (2013), de S, Jonze.

NO MIRES A LOS OJOS (2022). Félix Viscarret acomete una obra con morbo y tensión. Parte de una idea novelada que es tal vez más apropiada para el papel impreso que para la pantalla. El filme en ocasiones pierde pie, a la vez que resulta luminoso y esclarecedor en lo que cuenta.

Un hombre, Damián, acaba de ser despedido de su trabajo después de veinte años como carpintero en una empresa. Es un ser solitario, sin familia ni pareja, sólo algunos conocidos. Ttener que abandonar su trabajo es quedar aislado, como evaporarse.

Su reacción es de furia, sale corriendo y se esconde en un armario antiguo que han cargado en una furgoneta, y que irá a parar a una casa como antiguo legado de un abuelo.

El tal armario llega a la vivienda de una familia, el matrimonio compuesto por Lucía (Leonor Watling) y Fede (Àlex Brendemühl), una pareja de mediana edad que vive con su hija adolescente, María (María Romanillos). El mueble es colocado en el dormitorio nupcial.

Por una fuerza insólita, Damián decide quedarse con la tal familia en forma clandestina, haciendo algunos ajustes al armario y a la pared de fondo, para tener espacio vital. Se convierte en una presencia misteriosa y secreta que va a observar de todo y a moverse por la casa como una sombra; de ahí el título de la novela de Millás: Desde la sombra.

Esta sombra de Millás es también el arquetipo “sombra” que ideara el conocido psicoanalista Carl Gustav Jung como el “lado oscuro” de nuestra personalidad, rasgos y actitudes que nuestro Yo Consciente no reconocen como propios.

Esta parte recóndita se va haciendo visible cuando el personaje va asumiendo sus frustraciones, las experiencias vergonzosas, los dolores, temores o inseguridades alojados en ese lado lóbrego, y asoman según discurre la experiencia del hombre oculto y voyeur, y también en diversas entrevistas con periodistas de TV, entrevistas imaginarias.

Damián ha encontrado un hogar postizo a la vez que un cubículo que, cual útero materno, le mantiene en forma secreta, preservado y seguro.

De otro lado, en diferentes escenas, la película ha ido contando la historia de Damián y ofreciendo su perfil psicológico, con unos imaginarios programas de TV en los cuales el personaje cuenta su vida y otros pormenores.

Viscarret va haciendo este proceso con intriga, dándonos a conocer a Damián y al resto de personajes, preparando al espectador para entender el mundo interior del hombre encerrado en el ropero. Incluso Lucía empieza a amar a un supuesto “fantasma”, y él también quiere a la mujer, y se encariña con la hija, y Fede, el esposo, no es de su agrado.

En este mundo irreal Damián se pregunta a sí mismo como en un programa televisivo de entrevistas, recurriendo a modo incluso de terapia, a la seriedad de Iñaki Gabilondo (periodista admirado de su padre), para que este le haga las preguntas adecuadas y al que consultar asuntos espinosos.

Leonor Watling hace un gran trabajo en el papel de Lucía, una mujer madura, personaje que da profundidad al relato, unido el desconcierto ante la presencia que ella siente en el armario, cual espíritu o ectoplasma.

Muy solvente el guion David Muñoz y el mismo Viscarret, adaptación de la mencionada novela de Juan José Millás, capaz de contar lo más detestable de la mejor manera posible, un entramado que sorprende a cada instante, una historia intrigante que va pasando de género en género, incluyendo el musical bajo la ducha y donde la realidad se entremezcla con la ficción. 

Película que deviene experiencia estimulante para algunos y espectáculo sobrecogedor para muchos. Como para disfrutar del visionado y agradecer imágenes tan destacables como emocionantes, tal el episodio de las avispas o el enfrentamiento de Damián con el novio chorizo de la hija.

Cinta original, resbaladiza, una metáfora de la alienación con tintes morales, pues Damián se convierte en la conciencia moral (un Súper-Pepito Grillo) de la familia, poniendo coto, a veces de manera expeditiva, a los desvaríos, tanto del novio de la joven María, como vengando las infidelidades de Fede.

Un interesante relato que gira en torno a la incomunicación y la soledad, la soledad como mal pandémico y universal. Ello, al hilo de un personaje retraído y solitario, encarnado por un Paco León comedido, que consigue crear un rol turbador y minimalista en el gesto.

Un punto de vista, el de Viscarret, a todas luces delirante, que es llevado por nuestro director al extremo, deformando la realidad, combinando una cotidianeidad patológica con cierto elemento de ensueño.

El cineasta navarro sabe también crear humor y surrealismo elevados al máximo, un cine meritorio capaz de hacer inmersión en los complejos movimientos de la mente neurótica.

Viscarret consigue una atmósfera psicológica envolvente entre la realidad y el sueño, donde hay comicidad, afecto y violencia. Un filme original, arriesgado, formal argumentalmente, que puede gustar a unos y repeler a otros.

Publicado en revista Encadenados.

 

HER (2013). La historia se desarrolla en un tiempo futuro, supuestamente no muy lejano. Theodore (Joaquin Phoenix), un hombre un tanto estrafalario y solitario está a las puertas del divorcio tras varios años de matrimonio. Trabaja en una empresa en la que se dedica a escribir cartas, sobre todo de amor, para otras personas.

Un día adquiere un nuevo sistema operativo casi humano basado en el modelo de la Inteligencia artificial. Este sistema operativo llamado Samantha (Scarlett Johansson) está planteado para satisfacer cualquier necesidad del usuario. Poco a poco y sorpresivamente para el protagonista, entre él y Samantha se va creando una auténtica relación amorosa, un romance imprevisible con una entelequia, o sea, una mera voz femenina, la voz del tal sistema operativo.

La película nos ofrece una crítica dramática y una reflexión sobre nuestras relaciones con la tecnología, lo virtual y, en cierto modo, el olvido por las personas reales. Es por lo tanto una película visionaria y futurista de algo que ya se da, y que su director Spike Jonze, en una espléndido trabajo, nos pone frente a las narices para que pensemos sobre ello.

Es difícil entender qué ha pretendido Jonze, pues para algunos la película resulta ser una película tierna y fresca; para otros es una humorada; para el de más allá es una película pasional; y así sucesivamente según el crítico o el comentarista.

A mí me ha producido la gran inquietud de imaginar un futuro de soledad y hastío, e incluso suicidal, si la gente se torna adicta al chat o al porno por Internet, y no digamos cuando lleguen esos Sistemas Operativos casi humanos que están por llegar, como la complaciente Samantha de la película. En este sentido es digo que Jonze es un visionario.

La dirección es espléndida, un diez para Jonze con uno de los mejores guiones de los últimos tiempos, excelentes diálogos, en ocasiones con un humor que yo lo percibo ácido, irónico en ocasiones y muy profundo (Oscar).

Muy buena música de Arcade Fire y Owen Pallett, con una gran secuencia con The moon song de fondo; bella fotografía de Hoyte Van Hoytema y una ambientación y puesta en escena geniales, así como un diseño de producción que ya ha sido reconocido junto a la mejor película por Hollywood.

En interpretaciones, Joaquin Phoenix hace un enorme trabajo, una acción actoral llena de matices, como exige su complejo personaje; interpretación íntima, entrañable y melancólica. En cuanto a las demás principales actrices, está excelente la voz de Scarlett Johansson en la versión original; Amy Adams cumple muy bien en su breve papel e igual Olivia Wilde o Rooney Mara que conforman un equipo secundarios intachable.

Esta habla principalmente sobre cómo serán las relaciones y los hábitos sociales y afectivos del futuro. Y dado que el individuo es cambiante en una sociedad que se transforma, pues parece que estaríamos cerca, según la tesis de Jonze, de que la tecnología y lo humano se eclipsarán, se solaparán o peor, se harán indiferenciadas, y puede que el futuro consista en mantener una relación amorosa con tu iPod o algo similar.

La obra resulta desasosegante, una película no para matarse de risa ni para reparar en su dimensión romántica, sino como una gran interrogante sobre qué será del género humano, en todo sentido, cuando la virtualidad nos inunde más de lo que ya lo hace. Cómo responderemos a esta afrenta tecnológica que niega lo humano-real, lo social-real.

Algunas críticas opinan que “Her” es un mensaje con muchas lecturas. Sin duda. Pero para mí la más importante es, como decía Antonio Machado tras apuntar que él va soñando caminos de la tarde, cuando añade: “¿A dónde el camino irá?” Pues eso: ¿A dónde vamos? ¿Dónde desembocará esta virtualidad rampante?

"Her" es un film no tan fantástico como algunos pretenden, habla de un mundo donde realidad y ficción son cada vez más difíciles de separar.