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Jerry Lewis, el famosísimo comediante, actor, cantante, productor, director de cine y guionista estadounidense nació en 1926 en Nueva Jersey, en el seno de una familia de artistas judíos de origen ruso. Falleció el 20 de Agosto de 2017 a la edad de 91 años. Tenía pendiente un tributo a este importante personaje del cine moderno en estas páginas y a ello dedico estas líneas.

Lewis fue todo un icono de la comedia norteamericana del pasado siglo. Manifestaciones elogiosas han habido como estas. “Ese bobo no era tonto. Jerry Lewis fue un indiscutible genio y una inmensurable bendición” (Jim Carrey). “¡Fue increíble conocer y reír con el asombroso Jerry Lewis!” (Samuel L. Jackson). La actriz Jamie Lee Curtis declaró: “Me hizo reír a mí y a muchos. Descanse en paz”. “Perder a Dick Gregory […] y Jerry Lewis es una ganancia para el cielo pero una gran pérdida para la comedia” (Whoopi Goldberg). Y Josh Gad declaró: “Uno de los más grandes de todos los tiempos, un activista, una leyenda y un icono de la comedia”. Personajes del cine hablan así de este cómico que llenó los cines durante décadas.

Recuerdo de muy pequeño haber ido a ver películas suyas como El botones (1960); Lío en los grandes almacenes (1961); Caso clínico en la clínica (1964), y algunas otras más. Recuerdo muy bien su extraordinaria gestualidad de mentecato que iba de un despropósito a otro mayor. Torpe, siempre chocarrero y no pudiendo nunca estar cabalmente en su sitio. Pero veamos quién fue esta artista sin par.

Algunas notas de importancia en la obra de Lewis

Jerry Lewis fue mundialmente conocido en su labor de actor, de director y por su humor de slapstick, o sea, una comicidad de bufonadas, golpes, payasadas o porrazos sin mayores consecuencias, que provocaba la carcajada del espectador. Lewis fue, más que un cómico de verbo, ingenio o habilidad mental a lo Groucho Marx, heredero de los payasos de circo, con una gracia física, de posturas corporales hilarantes y otras rarezas gestuales que sólo él sabía hacer. Amén de ser todo un galán, aunque calamitoso, pero guapito sí era.

Ocurrió que Jerry Lewis y Dean Martin se conocieron y sintonizaron rápidamente. Jerry Lewis (el payaso) y Dean Martin (el guapo), fueron muy conocidos y populares como dúo cómico entre 1946 y 1956 (Vaya par de marinos, 1952; Un fresco en apuros, 1955; Juntos ante el peligro, 1956). Hicieron ambos dieciséis películas de éxito producidas por Hal B. Wallis donde Jerry era el tontón y Dean el seductor, los grandes maestros de la comedia desbaratada de aquella época. “Tenían una capacidad sin igual para transformar en un chiste situaciones realmente delicadas” (Pozzi). Pero en la película Loco por Anita (1956), hicieron su última aparición conjunta.

Tras la separación del dúo en 1956, algo nunca explicado ni bien aclarado (aunque se supone que fue la fama y el ego lo que acabó alejando a la pareja), Lewis llegó a comentar: “No pude poner un pie delante del otro con confianza, estaba totalmente nervioso de estar solo”. Pero no tardó mucho en comenzar su recorrido en solitario en un musical en las Vegas interpretando una canción que había aprendido cuando era niño, “Rock-A-Bye Baby”, junto con “Come Rain or Come Shine”, y Lewis recordó: “Cuando terminé, el lugar explotó, salí del escenario sabiendo que podía hacerlo por mi cuenta”. Y así sería durante muchos años más, pues Lewis emergió repleto de inspiración para convertirse en el hombre-orquesta de las carcajadas y autor total, con un afilado instinto para seducir al espectador, inconfundible a la hora de tropezarse y trastabillarse, superlativo para interpretar lucidos y variados gags y único probando muecas imposibles o disfraces disparatados.

La gran humanidad de Lewis y su labor filantrópica

Lewis fue famoso también por conducir maratones televisivas que recaudaron millones de dólares para obras de caridad. Es curioso que la única vez que recibió un galardón de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en los EE.UU. en 2009, fuera el Premio honorario Jean Hersholt, por su labor humanitaria. Lewis centró esta labor humanitaria en la Asociación de la Distrofia Muscular, de la que fue presidente nacional varios años. En realidad dedicó más de medio siglo a combatir esta enfermedad neuromuscular e incluso en 1977 fue nominado al premio Nobel de la Paz por su compromiso con esta causa.

También fue Lewis un innovador en diferentes facetas, desarrollando nuevas técnicas ante la cámara, donde perfeccionó el papel de payaso con mayúsculas en comedias que eran muy visuales. Destacó con enorme éxito como director y como escritor. Incluso fue un cineasta muy rentable, para la Paramount mayormente; en más de 50 años, sus películas recaudaron unos 800 millones de dólares, una cifra espectacular para la época.

Recibió innumerables premios además del mencionado, pero para no ser extenso indico estos: la Legión de Honor en Francia (1984), un país que alabó especialmente su trabajo; el León de Oro a su carrera de la Mostra de Venecia (1999). Son sólo una pequeña parte de sus logros artísticos y humanitarios, un ser rendido sin remedio al poder de la risa el cual dijo del humor: “Comedia, humor, llámalo como prefieras, es a menudo la diferencia entre la cordura y la locura, la supervivencia y el desastre, incluso la muerte […] Es la válvula de seguridad emocional del ser humano. Si no fuera por el humor, el hombre no sobreviviría emocionalmente”.

EL PROFESOR CHIFLADO (1963) (La mejor película de Lewis). Esta comedia, a mí y a muchos espectadores y críticos nos cautivó por su comicidad y ser una obra de primer orden, dirigida e interpretada por el mismo Lewis, este icono de la cinematografía de humor. En la historia Julious Kelp es un profesor universitario de química que no puede ser más poco agraciado, torpe y con muy poca fortuna en sus relaciones, sobre todo con las mujeres. Pero metido en su laboratorio, Kelp descubre la fórmula de una pócima que cuando la bebe le convierte en una persona totalmente opuesta: un hombre atractivo, interesante, con carisma, elegante hasta decir basta y tan narcisista, engreído y seguro de sí mismo que incluso se hace llamar Buddy Love.

En esta cinta Lewis consiguió una película que es ya parte de la leyenda de la comedia americana y que está en el recuerdo definitivo de quienes la hemos visto. Es una película hecha con inteligencia y maestría. Con el tiempo y conforme se vuelve a visionar, la cinta provoca reflexiones que hace más de cincuenta años quizá no eran tan evidentes como vista la obra hoy. El eje del film es un guion escrito por el mismo Lewis y Bill Richmond, aguda adaptación en tono cómico y cáustico de la novela de Robert Louis Stevenson, "Dr. Jekyll y Mr. Hyde".

Contiene una alta dosis de implacable sátira a la sociedad norteamericana del momento, el culto por el cuerpo, la belleza, la musculación, la ostentación y todo eso que ahora también se lleva y está tan en boga, más que antes sin duda. Pero además, la película, vista con el tiempo se transforma en una especie de lección sobre el ser humano del siglo XXI.

También es aleccionadora y nos sugiere que cada persona debe crecer y desarrollarse como es, sin subterfugios ni añadidos, sin forzar o abusar de la cosmética; abandonar la artificialidad en pro de lo que genuinamente se es, sin ambages ni trucos: el “verdadero sí-mismo” de que hablara el psicoanalista D.W. Winnicott.

De todo esto habla el film, que narra la historia de un pobre hombre destruido por una familia odiosa y desagradable que lo menosprecia, que sienten vergüenza de él, de su torpeza y mala imagen. Un profesor sin éxito social, que gracias a la ingesta de su fórmula química consigue, pasar de ser el pobre Kelp, a ser un hombre maravilloso y atractivo.

Secuencia del profesor transformado en una discoteca:

 

Pero detrás de la bebida mágica que el joven y destartalado sabio descubre para ser un apuesto galán, hay algo más que risa. Lewis busca revalorizar un concepto de sinceridad, de amor a lo auténtico y la idea de que lo más importante es ser quienes somos, acordes a nuestra naturalidad. Eso, antes que ir en pos de un éxito efímero, la fama vacía o buscar desaforadamente talantes impostados y en falsete. Lewis hizo un trabajo serio con esta gran película que entró en la historia de la comedia por méritos propios. En fin, en esta película Lewis sale del típico rol de hombre-desastre para sacar a pasear una figura de varón experimentado capaz de dejar pasmado a todo el que lo ve entrar en una sala de baile con su porte carismático y una fuerza que no habíamos visto en él hasta este momento; aunque este tipo sea artificial, empujado por la química. Y tiene un final muy gracioso que podemos ver cuando su bonita novia, se guarda unos botes de la poción en sus manos y a sus espaldas… porque a nadie le amarga un dulce.

 

El merecido reconocimiento

Siempre he tenido la certeza de que al final de la vida se produce una reparación moral hacia las personas y artistas meritorios. No hay más que pensar que en los años 60 los intelectuales estadounidenses desdeñaban a Lewis, mientras que “Cahiers du Cinéma”, la reconocida revista de la ‘Nouvelle Vague’ francesa, reivindicó su figura como parte de la esencia más pura del cine: hacer reír, poner el corazón en un puño, conectar con el espectador. Entonces, aquella declaración intelectual y anti-intelectual al mismo tiempo, parecía una provocación. Pero años después, en 1982, el gran maestro Martin Scorsese colocó Lewis en su película El rey de la comedia, como cabeza de reparto junto a Robert DeNiro, y en ese momento el reencuentro de Lewis con la cima del arte y del reconocimiento, sobre todo en Norteamérica, fue completo. Los “Cahiers” de siempre y la crítica especializada, coincidían plenamente: Jerry fue el genio del cine y de la comedia. Lewis, querido amigo, sé que estarás en alguna algodonosa nube haciendo reír por igual a ángeles y a demonios. Por aquí hace ya un tiempo que te estamos echando en falta.

Veamos a Lewis en su salsa:

Se puede leer este artículo más extenso en la revista Encadenados.