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Woody Allen (1935) es uno de los cineastas más influyentes de su generación. Ha ganado cuatro Oscar y ha dirigido más de medio centenar de películas desde 1965. Se incluyen títulos como Annie Hall, Manhattan o La rosa púrpura del Cairo. Igualmente ha publicado una amplia obra de ensayos humorísticos.

Pero hete aquí que su musa y ex-mujer Mia Farrow y la hija adoptiva de ambos, Dylan Farrow acusaron a Allen de abusos sexuales en los años 90, justo cuando se inició la controvertida separación entre el realizador y la actriz, a la que había dirigido en 13 películas. Algunos meses antes había salido a la luz la relación entre Allen y la hija adoptiva de Farrow, Soon-Yi Previn. Tras sendas investigaciones judiciales no se encontraron pruebas contra Allen. Pero por aquello de “habla mal que algo queda”, esas acusaciones han tenido su importante repercusión en su carrera. Distribuidoras, actores y actrices han dicho que no trabajarán con él. Estamos por lo tanto ante un genio de 84 años que por más que ha mantenido fría la cabeza, sin embargo su último cine ha decaído un tanto, aunque sus obras siguen teniendo un envidiable nivel. No se puede separar la última etapa de la carrera de Allen, de su vida privada, pues sus producciones se han visto afectadas.

Allen ha optado en los últimos tiempos por no complicarse la existencia rodando en un escenario habitual en él. Tal vez hay que remontarse a siete u ocho años atrás (p.e. Blue Jasmine, 2013) para recordar su último golpe de gran brillo. Desde entonces, nuestro ingenioso director se ha convertido en el más brillantemente perezoso de los creadores. Allen es un trabajador incansable de su propia pereza a razón de una película por año.

Para ilustrar esta situación he querido traer hoy a esta entrega semanal sus dos últimas películas. De un lado el estreno mundial de Rifkin’s Festival (2020), sobre un matrimonio estadounidense que acude al Zinemaldia de San Sebastián. Y su penúltima obra, Día de lluvia en Nueva York (2019), una encantadora comedia romántica que no fue estrenada en Estados Unidos.

RIFKIN’S FESTIVAL (2020). Esta película ha inaugurado el más extraño Festival de San Sebastián nunca conocido, motivado por las restricciones del COVID-19. El siempre genial Woody Allen, apaleado por las injustas acusaciones de abusos sexuales improbadas, ha hecho acto de presencia con esta cinta, entretenida e interesante, pero que no esconde el dolor de su director.

La película resulta del relato de cuanto el protagonista Rifkin (Wallace Shawun), le va contando a su psicoanalista en Nueva York sobre el viaje al Festival de San Sebastián que ha realizado junto a su esposa, la sensual Sue (Gina Gershon). Ella es la representante de Phillippe, un director genialmente patán (Louis Garrel); Sue debe evitar que meta la pata en las ruedas de prensa. Su marido Rifkins es un escritor empeñado en escribir una gran novela, algo que no parece vaya a suceder. Pero también es un amante del cine y gran entendido en la materia.

Rifkin caerá hipnotizado por la belleza y la elegante presencia de su médico (Elena Anaya). Pero la Doctora está enamorada de un pintor (Sergi López), un hombre inconstante y anárquico que le es infiel.

Woody Allen ha optado en los últimos tiempos por no complicarse la existencia, rodando sus últimas producciones en un escenario ya habitual en él. Nuestro ingenioso director se ha convertido en el más brillantemente perezoso de los creadores.

Allen hace una celebración del cine, con una aportación consistente en interrumpir por momentos la narración, para recrear los sueños del apaleado Rifkin, en los que se mete de lleno en películas imperecederas como Jules y Jim, 1961, de Truffaut; Ocho y medio, 1963, de Fellini; Al final de la escapada, 1960, de Godard; Fresas salvajes, 1957, de Bergman; Un hombre y una mujer, 1966, de Lelouch; Ciudadano Kane, 1941, de Welles; Persona, 1966, de Bergman; El ángel exterminador, 1962, de Buñuel; o, El séptimo sello, 1957, también de Bergman.

En Rifkin, es imposible no ver al personaje que Allen ha creado de sí mismo: un hombre acomplejado, pero ingenioso, analítico y apasionado. Pero en esta cinta, la cadencia del personaje es más bien sombría, sin demasiado humor ni sarcasmo. De lo cual es razonable deducir que este perfil nebuloso, refleja el estado psíquico de Allen.

En esta equivalencia Rifkin-Allen, el personaje consigue al fin encontrar un rayo de luz en la compañía de Jo, la médico a la que acude urgido por su hipocondría, una mujer que tampoco es feliz en su matrimonio. Y logra estar con ella un día entero de disfrute. Sin embargo, el mundo de las ilusiones se da de bruces con una realidad adversa.

El actor principal, Wallace Shawn, es un entrañable actor secundario nada agraciado, que hace un extraordinario papel como escritor y hombre traicionado por su esposa. Estupenda Gina Gershon, en el rol de esposa enamorada del joven director de cine interpretado de manera medida por Louis Garrel. Ana Anaya está brillante y deliciosa como la. El extravagante esposo de la Doctora muy bien llevado por Sergi López.

A pesar de no estar a la altura de lo mejor de Allen, «Rifkin’s Festival» resulta agradable de ver, una grata sorpresa que tiene su encanto mientras visitamos la hermosa ciudad situada en la montañosa región del País Vasco.

Película que es casi un testamento artístico de amor absoluto al cine e incondicional al Festival de San Sebastián. Sin olvidar que se trata de una obra escrita y dirigida por un frágil señor de 84 años, al que persiguen con encono para destruir su imagen y su obra, sin que se sepan bien las razones.

Más extenso en la revista de cine Encadenados.

 

DÍA DE LLUVIA EN NUEVA YORK (2019). Entretenido y divertido entremés de un Allen que no ha perdido un ápice de su ADN cinematográfico. Una cinta que cuenta con humor e inspiración, el fin de semana de dos jóvenes ‘pijos’ provenientes de una Universidad de élite. Son novios y pretenden pasar unos días felices en Nueva York, de donde es el muchacho. Como es sabido, el dúo Allen-NY siempre funciona a la perfección, cada vez que el neoyorquino rueda en La Gran Manzana, la sesión está asegurada.

Gatsby Welles (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning) son dos enamorados universitarios de clase alta y aprovechan el plan de su aventura neoyorkina para que ella, entusiasta estudiante de periodismo, pueda hacerle una entrevista al gran director de cine Roland Pollard (Liev Schreiber), quien parece pasar por un mal momento. Pero Ashleigh no pierde el tiempo y encandilada con su suerte, conoce a un productor que le tira los tejos (Jude Law) y a Francisco Vega (Diego Luna), todo un seductor y atractivo actor de corte latino. Su novio, sintiéndose abandonado por el gran ajetreo de la chica y los embrollos en los que anda, va a conocer a una joven de nombre Chan (Selena Gómez), que con su vocación urbana y su recorrido de vida va a colaborar para que Roland ponga sus sentimientos y proyectos de vida en orden.

Tras más de dos años en el dique vacío, Allen continuó en su sitio y andando camino. Algunos critican que en esta reentré no haya salido con una cinta del tipo “Zelig”, “Hanna y sus hermanas”, “Match Point” o “Manhattan”. Sin embargo, él sigue a sus edad vivo, inconmovible y perseverante. Tras tanto bronca como le han montado y tanta puerta cerrada (p.e. Amazon) y tanto sinsabor, Allen continúa respirando cine incansable, refractario a tanta mala baba como le ha caído encima. Es prueba que nada puede contra un ser naturalmente creativo que sabe crecerse con su arte ante la adversidad.

Pero yendo al grano, Woody Allen puede presumir de nuevo con esta cinta, de superlativa fluidez narrativa, que sigue el tenor de un magistral guion de su misma autoría, por momentos perspicaz, pero también natural y cargado de elocuencia: frases ácidas e ingeniosas y ‘palabros’ al uso entre los jóvenes como ‘finde’, ‘mega…’, ‘potente’, ‘mola’, etc. A lo cual contribuye una meritoria labor de montaje de parte Alisa Lepselter, asidua colaboradora de Allen.

El cuento de la peli habría sido una historia de amor en toda regla, pero que debido a la agitación de la trama y a la circunstancia de que sus protagonistas floten en diferentes orbitales, la cosa concluirá de manera imprevista, aunque no dolida ni áspera, sino sencillamente como la misma vida. Pues así como Gatsby está abducido por el pasado y la nostalgia de los “piano Bar” y otros, Ashleigh es una muchacha ambiciosa que avanza con denuedo en pos de una exclusiva o alguna noticia trepidante. Paralela y triangularmente, la bonita Chan resulta ser quien ofrece una airosa salida a la historia.

El reparto tiene algunos puntales destacables, dentro de que todo el elenco cumple sobradamente. Pero sobresale Elle Fanning, que hace una interpretación inmensa, tanto en los momentos medidamente histriónicos, como en los instantes más ensimismados; no creo errar si afirmo que a esta joven actriz le esperan momentos luminosos en la pantalla. Timothée Chalamet está excelente como especie de muchacho suspendido en el tiempo pasado, más que en el presente y que abomina de la gente rica y petulante o los intelectuales de pacotilla. Muy mona y eficaz Selena Gomez, que acierta con un tono medio hierático pero con hondura en su expresión. Algunos asocian esta cinta con la celebérrima novela de J. D. Sallinger, “El guardián entre el centeno”; y con razón, pues el joven protagonista del film se asemeja al protagonista de la novela, Holden Caulfield.

Podemos definir esta última entrega-Allen como una comedia romántica fuera de tiempo, flotando en otra época que no la de hoy, todo lo cual resulta tan evanescente y vaporoso que llega a entusiasmar. Una película deliciosa y encantadora. Así es, en un encuadre de interiores cuya luz choca amablemente con la impenitente lluvia que cae y moja las piedras de la calle.

En esta película con personajes jóvenes de trazas adultas, Allen no olvida hacer un cántico a la inocencia o la ingenuidad versus los personajes difíciles y retorcidos encarnados en el director de cine, el productor o el galán de moda. Con estos seres antitéticos construye una comedia avispada, distraída y asombrosa, como otras obras suyas que ya conocemos.

Estas películas son un testimonio de valentía y resistencia de un vulnerable pero templado Allen que no se rinde ante las infamias.

Más extenso en la revista de cine The Journalist.