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Recuerdo de muy niño ver en la gran pantalla a una Poppins que volaba sombrilla en mano cantando deliciosas canciones, un colorido alegre, pingüinos bailando; la encantadora Julie Andrews y el simpático Dick van Dike.

Dedicaré lo que viene, en primer lugar a ver cómo se gestó la Mary Poppins de Disney, 64. Para ello me referiré al film, Al encuentro de Mr. Banks (2013), cine dentro del cine, basado en hechos reales, que cuenta la difícil negociación entre la escritora australiana Pamela "P.L." Travers y el señor Disney, para que esta le cediera los derechos de su novela Mary Poppins. En segundo lugar comentaré aquella original Mary Poppins (1964) con todos sus encantos y su magia. Y dedicaré unas palabras para El regreso de Mary Poppins (2018), nueva secuela en que la jovial niñera vuelve para ayudar a la siguiente generación de la familia Banks, para que reencuentre la alegría que falta en sus vidas después de acontecimientos penosos.

AL ENCUENTRO DE MR. BANKS (2013) Tom Hanks interpreta el papel del mítico Walt Disney, cuando éste intentó por todos los medios y sin descanso que la escritora de origen australiano P.L. Travers (Emma Thompson) le cediera los derechos de su conocida novela “Mary Poppins”, para llevarla al cine. Como es sabido, esta negociación plagada de dificultades tuvo un buen final y el film fue estrenado en 1964.

Esta película es curiosa en su intención. De una parte es deliciosamente exquisita en el reconocimiento de la Disney como fábrica de sueños; y es también una historia amable y con buenas dosis de humor sobre la antesala del cine, sobre la “rebotica” del cine.

Mary Poppins apareció por primera vez en un libro en 1934 y su autora, Pamela Lyndon Travers, además de querer ser actriz, tuvo romances diferentes con hombres y mujeres, lo cual que era una hazaña para la época (1939). También la Travers fue madre adoptiva, con un irregular desempeño como tal, y era una persona prisionera de una infancia difícil: padre alcohólico, madre desequilibrada y una tía eficiente que llegó para cuidar de la familia y en la que parece que se inspiró para crear el personaje de Mary Poppins.

Por su parte, Disney tuvo también una dura infancia, lo que se revela en la película, muy amante de sus hijas, a las que prometió llevar al cine la historia preferida de ellas, la de la niñera Poppins. Pero sabemos también que de la figura de Disney afloran ángulos oscuros y asuntos controvertidos, que no son del caso ahora. Pero lo que fue sin duda es un hombre con ambiciones y con gran capacidad, un magnate de la industria cinematográfica y de los primeros parques temáticos construidos a su imagen y semejanza.

En este choque de trenes Travers-Disney ocurre que la puntillosa autora no da su brazo a torcer fácilmente. Disney ve impacientemente cómo Travers se vuelve cada vez más inflexible, viendo alejarse de él los derechos de la novela. Pero en un momento dado, perspicazmente, Walt se adentra en la infancia de la novelista, consiguiendo exorcizar los fantasmas que la acosan y así poder, juntos, liberar a Mary Poppins para que esta entrara por fin en el cine, en forma de entrañable película.

La dirección de John Lee Hancock no es nada despreciable en este filme, al contrario, sabe disponer y desplegar sus recursos. Basada en acontecimientos reales, dibuja una versión sobre cómo funcionaba la maquinaria Disney. No es un cuentecito de hadas o una invención en el aire.

En el reparto Emma Thompson está sembrada en su interpretación de la indómita y valiente Travers. La acompaña un igualmente magnífico Tom Hanks, quien sin duda es uno de los grandes actores de las últimas décadas. Tiene un estupendo plantel de actores de reparto como Colin Farrell, Paul Glamatti, Jason Schwartzman o Bradley Whitford.

La película conjuga varias historias. De cómo se gesta el film Mary Poppins; el encuentro-enfrentamiento de dos personajes fuertes: Disney-Travers; la tensa relación que ambos mantuvieron casi veinte años cuando él quería los derechos de su libro y ella que se respetara su obra. Está también la la infancia de la escritora Travers que sufre lo indecible con la muerte de su padre en su Australia natal y en dramáticas condiciones. También es interesante el relato de cómo se escribe un guion de cine, la dificultad que supone encajar todas las piezas hasta que se lleva al celuloide. Finalmente, es también la película sobre esa película que nos hizo felices a muchos millones de niños y adultos allá en la medianía de los sesenta.

Un film cordial y aleccionador, con una trama bien resuelta, interpretaciones brillantes, guion meritorio y una historia que muchos tendrían que conocer. A veces se critica la ambición de Walt Disney, pero el siglo XX no se entiende sin Disney, sin su filmografía, su iconografía, su obra en general: ¡Obtuvo como productor cinematográfico más de 22 Oscar!

 

MARY POPPINS (1964). En mi corta edad, Mary Poppins fue una de las muchas películas de Disney que vi junto a mis hermanos. Fue en un precioso cine de verano, cálida noche y una estupenda película con la que disfrutar. Una institutriz que se dispone a poner orden en una familia con dos diablillos por hijos. Es Mary Poppins y baja del cielo con una sombrilla para alborozo de los espectadores y particularmente de los niños.

Película con una excelente y eficiente dirección de Robert Stevenson, magnífico guion muy dinámico y trabado de Bill Walsh y Don DaGradi, adaptación de la famosa obra homónima de la la actriz y escritora británica nacida en Australia P. L. Travers. Genial, alegre y pegadiza música de Richard M. Sherman y Robert B. Sherman, y una fotografía muy colorista de Edward Colman.

El reparto eran ante todo y sobre todo la preciosa Julie Andrews que además cantaba como los ruiseñores y que enamoraba a adultos y niños. Y un Dick van Dike, el joven saltarín y alegre deshollinador y galán, que quiere ganar –castamente- el corazón de la Poppins.

Fue además una película multipremiada; en ese 1964 cosechó 5 Oscar: actriz (Andrews), canción, BSO, montaje y efectos visuales. Y otros premios que recibiría, pues la cinta es encantadora, fresca y muy bien hecha. La cosa es que lo pasamos muy bien y nos fuimos a dormir soñando con la famosa nani, y siendo un poco mejores que antes de verla, pues Poppins transmitía educación con buena onda.

Resumiendo: Una película que fue todo un éxito de crítica y público, película-deleite, obra para recordar, interpretaciones, danza y canciones de puro lujo, clásicas ya, y la Andrews a la cabeza junto a van Dicke que no le iba a la zaga. Efectos especiales elegantes, secuencias animadas maravillosas y espectáculo impecable.

Y eso sí, de memoria me sigo sabiendo esa canción mágica del film que hasta se puede decir al revés: “Supercalifragilisticexpialidocious”.

 

EL REGRESO DE MARY POPPINS (2018). Asombrosa secuela de Mary Poppins (Emily Blunt), que recrea a la perfección el espíritu de la original. Poppins sigue siendo la niñera perfecta, con habilidades extraordinarias, que puede convertir una tarea rutinaria en una aventura fantástica. En esta cinta la gran niñera vuelve para auxiliar a la siguiente generación de la familia Banks, con los niños ya adultos y con otros niños a quienes educar, tras una trágica pérdida personal que los ha sumido en una gran tristeza y en la bancarrota. Poppins ayudará a que encuentren la alegría y la magia que falta en sus vidas. Viene acompañada la niñera de su amigo Jack (Lin-Manuel Miranda), un simpático farolero que sustituye al antiguo deshollinador, que ayuda a llevar luz y vida a las calles de Londres.

Más de medio siglo transcurrido de la Poppins original y con exacto tono y estilo formal, reaparece la niñera asombrosa de la mano del experimentado director Rob Marshall, adobada esta vieja-nueva historia con temas candentes y actuales como los desmanes de los bancos, los desahucios y las reivindicaciones feministas.

Las nuevas canciones de Marc Shaiman y Scott Wittman han avanzado poco y los números de baile, aunque más que aceptables, distan de la calidad musical, coreográfica, cinematográfica y de frescura de las representadas en aquellos años sesenta.

En cuanto al reparto, Emily Blunt en su papel protagonista está perfecta en cuanto a presencia y actuación, pero no alcanza la calidad vocal de Julie Andrews; y al reputado Lin-Manuel Miranda le pasa que tiene un rostro falto de carisma, aunque sus canciones están bien interpretadas. A modo de lujo hay apariciones de grandes actores y actrices como Julie Walters, Colin Firth, Meryl Streep o un Dick van Dike en su edad provecta, pero muy dinámico.

En el marco de un Londres nostálgico y costumbrista de 1930, podemos disfrutar de unos escenarios maravillosos, con una admirable dirección artística propia de las superproducciones de Disney; y lo más divertido: las imágenes de dibujos animados. Al igual que en la primera entrega, lo esencial sigue siendo celebrar el niño que todos llevamos dentro.