Alfonso Bello.- Con tu Cruz al hombro cargando vas el peso de todos nuestros pecados. Con tu mano abrazas la devoción de todo un pueblo que te quiere, y que te llama “Señor del Puerto”. Una Cruz para la que fuiste hecho, un madero por el que nació la Hermandad.
Benditas las manos de Ignacio López por esculpir los rasgos del Dios hecho hombre, a quién El Puerto llama patrón de las Galeras Reales. Y en tu barco ya casi dorado en su totalidad, recreas cada Madrugá del Viernes Santo esos viajes a las Indias para llevar nuestra cultura a otras tierras. Me encanta pensar que tú fuiste embajador de estas tierras en las Indias, y que el otro Nazareno del Puerto, el Señor de los Afligidos, lo es aquí de aquellos confines, pues en sus rasgos son evidentes las manos guatemaltecas.
Y así este año tu galeote no navegará por la ribera del río para bendecir aquellos que aún viven de la mar, y recordar aquellas almas que perdieron su vida a bordo de alguna de tus naves, naufragando a la deriva de este mundo para gozar tu presencia por siempre.
No volverá a ocurrir la magia del alba recortando tu figura al buscar el Polvorista, cuando la banda rompe el silencio de la noche colmándote con sus sones. Y es que la vinculación con tu Hermandad es inevitable, pues todo el año vivíamos juntos pared con pared en el añejo patio de la Prioral.
Nuestros jóvenes se criaron juntos, cada Jueves Santo compartíamos momentos mientras nosotros colocábamos las flores y vosotros recibíais a los hermanos y tenía lugar la primera levantá. Y era ya al día siguiente cuando madrugábamos para veros en la pescadería, y apresurarnos para realizar todos nuestros actos antes de que vuestra Cruz de Guía llegara a Plaza España. Y era ahí cuando todo estaba terminado, y solo quedaba recrearse en tu llegada, con una plaza que parecía agrandarse para que todo El Puerto cupiese, y los rayos cenitales de un sol a media asta destellaran sobre la plata de tu corona de espinas, el rojo sangre de tus claveles y la caoba del paso de Ovando.
Personajes ilustres en las calles y balcones te veneraban, y trabajaban cada año para que la Madrugá fuera la noche grande del Puerto. Serafín Álvarez-Campana, Rafael Vital, Vicente Mayor, Francisco Castilla… Todos ellos son ahora luz en los codales de tus faroles, que desde el palco del cielo te esperan esta Madrugá como cada año, porque allí no se entiende de virus ni de las mundanidades de aquí abajo. Y así, recreándose tus costaleros como desde siempre se hiciera, tu Madrugá daba paso a los Dolores de María un nuevo Viernes Santo…
Juan de Mesa.- "¿Cómo vas hija? ¿Estás cansada? Llevas toda la noche bregando, deja ya de llorar, ya queda poco. Mira las golondrinas, como revolotean por delante nuestra, ¿estás cómoda?" Podría venirnos a la cabeza, una madre o un padre pendiente de su hija en la fila de nazarenos o en la penitencia de los pasos, pero imaginemos que podría ser perfectamente esa conversación entre San Juan y María Santísima de los Dolores. ¿Qué le estará diciendo? ¿Cómo aliviará su pena, cuando pase por la pescadería y empiece los primeros rayos del sol y las primeras notas de música? Cuando las golondrinas revoloteen por delante de su palio y al compás de la madrugá repiquen las campanas y el cielo se vuelva azul, o se tiña de pétalos deshojados en una lluvia eterna de interminables “¡Guapa!”
Ya no será tanto dolor María si Juan te acompaña en este idilio,
Porque poco a poco quitará tus siete puñales malignos,
Para mitigar tu dolor y acariciarte con mimo.
Tu mano servirá de guía señalando el camino.
El camino de un Puerto pesquero, sin punto de partida,
Que hallarán en Ti la fuerza, para seguir día a día,
De ser la mujer nazarena, confidente verdadera,
En Ti buscará el consuelo y el amor de sus promesas.
¡No le sueltes la mano Juan! Aprieta sus dedos con fuerza,
Que no despierte de este sueño, que perdure la quimera,
Con esa mirada infinita, abriendo postigos y puertas,
Podrán ponerte más rosas, más detalles y velas,
Para que alumbres las calles, de las oscuras tinieblas,
A la noche más hermosa, y más amarga en la Tierra.
No te apures madre buena, paséate en tu palio
Y disfruta de este Puerto, que es Santo y Seña
Donde tu hijo es el Patrón, y tú eres la Estrella.