En El Puerto de Santa María tenemos una estación que promete mucho, pero recibe poco. Nos hablaron de la llegada del AVE, de la gran modernización ferroviaria… pero los años pasan, las promesas se oxidan y los raíles también. Mientras tanto, la realidad es que los trenes que sí usamos los portuenses —Alvias, Media Distancia y Cercanías— siguen igual de mal que siempre, o peor.
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Ayer, sin ir más lejos, un tren Alvia con destino Madrid salió con más de una hora de retraso desde El Puerto. ¿Motivo? Nadie lo explicó con claridad. ¿Información en la estación? Nula. ¿Soluciones? Ninguna. Todo bajo un calor de más de 40 grados, sin una botella de agua y con familias esperando al sol como si esto fuera normal. Pero no lo es. Es una vergüenza.
Y no es un caso aislado. Es una fotografía tristemente habitual de una infraestructura maltratada, de estaciones abandonadas, de vías que se cubren de maleza, de andénes que no se renuevan, de trenes que se paran, se cancelan o se retrasan sin consecuencias ni explicaciones.
Todo esto tiene responsables con nombres y apellidos. El primero, el Ministro de Transportes y Movilidad, Óscar Puente, que parece muy activo en redes sociales pero muy poco presente donde hace falta: en las vías que usamos millones de personas cada año. Y por encima de él, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que para algo lo nombró y lo mantiene, igual que a un alcalde se le exige que funcione la policía local o el transporte urbano. Si el Cercanías no funciona, si el Alvia llega con una hora de retraso, si los viajeros se cuecen al sol, es responsabilidad del Gobierno de España.
¿De qué nos sirve que nos sigan hablando del AVE a Cádiz, si ni siquiera se cuidan los trenes que ya tenemos? No queremos más vídeos promocionales, ni más actos simbólicos, ni más promesas. Queremos trenes que funcionen, que informen, que respeten al viajero. Queremos infraestructuras de verdad, no de PowerPoint.
Desde El Puerto Actualidad lo decimos sin rodeos: ya basta. Porque cada minuto de retraso es una señal más del abandono institucional. Y cada usuario que espera sin respuesta es una denuncia con pies y maleta.
No pedimos milagros. Pedimos lo mismo que en otras ciudades: dignidad ferroviaria.