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Siempre nos llama la atención lo primitivo, lo arcaico, los usos y costumbres de seres que vivieron épocas lejanas. Saber qué comían, cómo se relacionaban, sus habilidades de caza, manufactureras o de relación.

Solemos imaginar a los hombres prehistóricos como unas bestias peludas que arrastraban a sus mujeres por la cabellera o que las incitan al amor a puro garrotazo. Sin embargo, los estudiosos encontraron un pasado mucho más tierno y, sin duda, más “humano”.

Hoy se sabe que los “modernos” cromañones ya hablaban y tenían el mismo cerebro que nosotros, por lo tanto, ninguna pasión humana les era ajena. Incluso parece que el Paleolítico fue algo así como el paraíso en la Tierra. Los recursos abundaban, los grupos humanos se comunicaban entre sí sin mayores conflictos, hablaban una suerte de lengua universal, comerciaban y se reproducían.

A propósito de esta temática hablo hoy de dos películas: Sasquatch Sunset (2024), de los Zellner; y En busca del fuego (1981), de J.J. Annaud.

SASQUATCH SUNSET (2024). El título de la película, Sasquatch Sunset se traduce como Atardecer Sasquatch. Se habla de una criatura mítica con el aspecto de un enorme primate perteneciente a la familia de los homínidos y que dicen suele verse en bosques elevados de Norteamérica.

El Sasquatch, también conocido como Bigfoot (Pie grande, así los llamaré), son animales ocultos, que tienen el aspecto de un homínido peludo de grandes pies. Estos animales. considerados extintos, están presentes en la mitología y el folclore, esencialmente.

Esta inusual película sigue a una familia Bigfoot durante un año, mientras atraviesan la selva y todas las realidades y peligros traicioneros de su vida cotidiana. Una película que se toma tiempo para dar forma al mundo de estos humanoides y su inescrutable existencia.

Aspectos socio antropológicos

Quinto largometraje de los guionistas y directores David Zellner y Nathan Zellner, el retrato de una comunidad de Bigfoot que comienza como una comedia absurda antes de transformarse en un emocionante y conmovedor estudio sobre la supervivencia y la pérdida.

La inesperada y cálida historia de los Zellner sigue a una familia de cuatro Bigfoot muy peludos y hambrientos a lo largo de un año. Estos Bigfoot han decidido emprender un viaje a lo inexplorado e irán descubriendo un mundo en constante evolución, con cambios que amenazan su paz y su anonimato.

En los primeros compases vemos en pantalla a unos paisajes de ensueño con una fotografía sensacional de Mike Gioulakis que captura la niebla etérea y la brillante luz del sol que cubre los bosques del norte de California. Encantadora y bucólica música de la banda experimental estadounidense The Octopus Project, que pasa del indie-folk a la disonancia electrónica, ensayando una meditación sobre la fragilidad del grupo familiar Bigfoot.

Seres de altos cuerpos, largo bello corporal, atractivos ojos y arrugados rostros. Comen vegetales, hacen conductas de espulgamiento (quitan los piojos al compañero); copulan en posición cuatro patas; hacen limpieza poscoital y masturbación compulsiva.

El grupo está haciendo una cabaña, dando muestras de amigabilidad con los animales del bosque, comiendo bayas, hongos, helechos y bebiendo agua del río. Hay un gracioso episodio de juego con una tortuga, luego lo cuento.

Comen frutos, larvas y uno de ellos ingiere un fruto tóxico, se emborracha, va dando tumbos, se tropieza, se come un hongo rojo de aspecto peligroso, y acaba enloquecido y vomitando. Al poco un puma mata a un Bigfoot y le hacen un entierro con total dedicación. Hay lágrimas y ofrendas simbólicas.

Suben una alta colina, es verano, las estaciones van pasando, empezando por la primavera. Los miembros de la especie tocan con palos los troncos de los árboles y se bañan. Pescan y consiguen un salmón que se comen crudo.

Vuelven a beber agua en los ríos y encuentran troncos flotando. Un miembro del grupo queda atrapado por uno esos maderos y en una dramática escena acaba muriendo ahogado. De nuevo tenemos entierro, esta vez con flores. Hay abrazos y muestras efusivas de afecto.

Comen larvas y encuentran una tienda de campaña con ropa, una radio, etc., destrozan el campamento, se ven señales de un mundo civilizado como amenaza: cintas de casetes, un espejo, etc.

Aspectos técnicos y otros detalles curiosos

La caracterización y el maquillaje son realmente fantásticos, impresiona, hay un poder emocional furtivo que se esconde bajo el largo pelo de los simios, la suciedad y sus pequeños y delgados penes.

Bajo esos trajes de cuerpo entero y maquillaje están el actor y la actriz Jesse Eisenberg y Riley Keough. Son parte de los miembros de Bigfoot, que es el corazón de la historia; el espectador puede llegar a sentirlos como humanos.

Uno de los mejores gags de la película es una interacción muy rápida con una tortuga que se repliega, un poco de comedia física que demuestra el estilo del dúo de directores, con partes aparentemente simples uy vis cómica. Un Bigfoot se coloca la tortuga en el oído como si fuera un teléfono móvil.

Mensajes emocionales y demás

En el transcurso de un año pueden pasar muchas cosas, incluso para la primaria familia Bigfoot. Aunque obviamente el filme no se presta al tratamiento de documental, y los Zellner evitan esa salida fácil.

La familia Bigfoot viven juntos, buscando comida y viviendo en armonía con la naturaleza. Los personajes no tienen nombres, pero Keough es la única hembra del grupo, con Eisenberg como su pareja. (Christophe Zajac-Denek interpreta a un Bigfoot macho beta, mientras que Nathan Zellner interpreta al miembro más agresivo del cuarteto).

Con la participación de grandes estrellas (irreconocibles) en una trama que discurre lentamente. Una secuencia devastadora de un camping nos desvela que nuestros protagonistas han tropezado con restos de nuestra sociedad. En un momento, destrozan el campamento de seres “civilizados”, escena divertida y triste que anticipa peligros.

Por supuesto el filme no incorpora diálogos más allá de gruñidos y lamentos, intenta funcionar a un nivel visceral, ofreciendo una visión de nuestra naturaleza primaria.

Está la sensación de que el tiempo de nuestros Bigfoot en esta Tierra, incluso su propio espacio en este planeta se está agotando con rapidez.

Hay ternura entre los Bigfoots y en la naturaleza misma. Hay un mensaje en el que visionamos la íntima conexión de estos seres con el hábitat natural. Una familia que está vinculada a la Tierra, a la flora y a la fauna que les rodea.

Mientras los Zellner se preparan para un final que seguramente dejará a parte del público molesto, pronto comenzamos a ver la verdad: también es una historia de pérdida para el Bigfoot.

Esta cinta camina por una delgada línea que, por un lado, parece que no tiene nada que ver con nada, y, de otra parte, que está asociada a todo a la vez. Mientras el Bigfoot come fruta sin pensar, tiene vida social e incluso escucha música en un estéreo que dejaron atrás unos humanos, tenemos la sensación de que la película ha capturado algo arcaico, puro, sobre el mundo natural y el lugar de la humanidad en él. Muy interesante.

Más extenso en revista de cine ENCADENADOS

 

EN BUSCA DEL FUEGO (1981). Filme del canadiense de Jean-Jacques Annaud cuya temática y personajes reflejan, con el asesoramiento de expertos antropólogos, cómo pudieron ser nuestros antepasados y los intercambios culturales que tuvieron entre las distintas tribus. Estamos en el Pleistoceno Superior, unos 70.000 años atrás.

En aquel tiempo convivían diversas especies humanas y animales, algunos peligrosos. Un clan de neandertales dependientes del fuego, saben cómo mantenerlo encendido, pero no conocen la técnica de producirlo.

En el ataque de una horda homínida más primitiva se apaga el fuego al humedecerse la llama en que lo tenían. Ahora están indefensos y ateridos de frío. Para recuperar el fuego envían a tres machos jóvenes a recuperarlo, allá donde caiga un rayo y lo haga posible.

En su viaje se suceden muchas aventuras y rescatan a Ika, una joven de la tribu Ivaka que les enseñará a reír, a realizar el coito cara a cara y muchas cosas más, incluso a hacer el fuego frotando una astilla de madera. En la película no hay lenguaje, apenas gruñidos.

Es una cinta que atrapa, distrae y emociona, que sabe narrar con veracidad muchos aspectos antropológicos que hacen un posible relato de cómo fueron nuestros ancestros. Entre otros aspectos curiosos, el intercambio de los machos neandertales con otras especies sapiens más evolucionadas.

Annaud hace una encomiable dirección introduciendo elementos de inclemencia, incomunicación, escenas patéticas, otras cómicas, y momentos poéticos y transcendentales. Escenarios reales espectaculares.

Magnificas son la fotografía de Claude Agostini y la música de Philippe Sarde; sin olvidar las consumadas actuaciones del trío Everett McGill, Nameer El-Kadi y Ron Perlman. Un filme que no se olvida.