Javier Bello.- El sábado 31 de diciembre, último día del año 2022, fallecía Joseph Ratzinger a los 95 años de edad: el Papa Benedicto XVI.
Ser sumo pontífice significa ser el monarca de la Iglesia Católica y por lo tanto gobernarla, guiar sus direcciones espirituales y temporales, es decir, asuntos mundanos y terrenales, ser el Representante de Dios en la Tierra.
Se trata de ocupar un trono levantado en el siglo primero después de Cristo. Un totum revolutum de distintas “iglesias” que dieron origen a la Iglesia Católica romana. Aparecieron y se fortalecieron en los tres primeros siglos de nuestra era. Se unificaron bajo la autoridad del apóstol San Pedro, martirizado en Roma en el año 64 d.C. de acuerdo a una tradición histórica cuya validez es controvertida debido a las brechas y la mezcla de historia y mito. En nombre de San Pedro, el siguiente obispo de Roma afirmó la supremacía sobre los obispos de otras ciudades, presentándose para garantizar el mantenimiento de las tradiciones cristianas verdaderas. El cristianismo fue una religión perseguida y, sin embargo, veintiocho de estos obispos, que actuaron como jueces en las disputas entre las diversas iglesias locales, fueron martirizados, entre los siglos I y III d.C.
Una vez asentadas las primeras bases de la Iglesia Católica que hoy conocemos tuvo que vivir bajo el pontificado de distintos obispos de Roma, las invasiones bárbaras con la caída del Imperio de Occidente en el 476 d.C., convirtiendo a la Iglesia en el guardián de una civilización que tenía sus bases en el helenismo y el cristianismo. Consiguiendo así la Iglesia la conversión de los bárbaros por el vasto territorio europeo, allanando así el camino a la formación de un gran Imperio Europeo cristiano. Este fue el momento de la llegada de catedrales góticas, hospitales y universidades que conciliaron los dogmas de la fe con la filosofía aristotélica.
Después de esto llegaron las Cruzadas, conocidas por todos por sus cruentas formas de actuar y de imponer la Palabra de Dios, pero con ellas se consiguió la reactivación del comercio y de la moneda, acabando con el feudalismo, consiguiendo la llegada de las grandes ciudades y haciéndole la llegada más fácil al Renacimiento. En estos momentos el Papado sufre una gran crisis con el traslado del mismo a Avignon. Llevando esto a una etapa dificultosa de superar, desembocando en la Reforma Protestante de la mano de Lutero, Calvino y los anglicanos, hasta la reacción contra-reformista promovida durante el Concilio de Trento.
Después de estos episodios la Iglesia fue reponiéndose y ganando fuerza de nuevo, manteniendo siempre su supremacía en el mundo occidental sobre todo en Europa, hasta tal punto que el Papa Pio XI logró recrear un estado pontificio firmando el Tratado de Letrán con Mussolini. Sin embargo, en 1937 publicó una encíclica condenando el racismo y el nazismo. Pío XII, fue quizás criticado injustamente por su lucha contra el comunismo y el apodo de la izquierda como “El Papa de Hitler” aunque abiertamente argumentó contra la doctrina de la limpieza racial en Alemania y dio refugio a judíos durante la persecución de Hitler.
San Juan Pablo II, el primer Papa con el que he coexistido en el tiempo, se mantuvo casi tres décadas al frente de la Iglesia, fue el protagonista de la historia contemporánea, al aliarse a la política de Ronald Reagan para derribar el comunismo en Europa del Este y la Unión Soviética.
Y a continuación llegó Benedicto XVI, que reavivó las tradiciones del catolicismo. En su misión religiosa de la Iglesia recordó el papel del cristianismo para la formación de la civilización europea occidental. Sus declaraciones generaron controversia en muchos asuntos como la crítica contra la homosexualidad, la teología de la liberación o su apuesta firme por el celibato clerical. Reafirmó el carácter divino de Jesucristo en un momento histórico donde la sociedad es menos religiosa y cuyos hábitos se orientan más al consumo que a la fe.
Un papa que pasará siempre a la historia por renunciar al Papado. Cuando vio que había servido a Dios y a la Iglesia durante los mejores años de su vida y que su edad era avanzada decidió dejar paso a otra persona que fuese capaz de continuar la misión de la Iglesia en un mundo al que tanta falta le hace el discurso católico, para conseguir vivir en paz y con esperanza en la Resurrección. Entonces llegó el actual Pontífice, el Papa Francisco, al que desde aquí le deseamos unos años llenos de salud, paz y lucidez para guiarnos a todos los cristianos.
Ha fallecido un Papa, sin que la sede quede vacante, porque la solidaridad de Benedicto XVI nos hizo entender que la Iglesia lo puede todo.