Juan Álvaro es un joven portuense que este 28 de diciembre cumplió 25 años y puede ser considerado no solo un ejemplo de superación, sino un ejemplo a seguir por la sociedad. Juan tiene reconocida una discapacidad intelectual del 41%, algo que no le frena a la hora de conseguir sus objetivos ni sueños. Como bien asegura “con esfuerzo, dedicación y constancia, se consigue todo”.

Inquieto, activo, apasionado del deporte, concienciado y capaz

Inquieto, activo, apasionado del deporte, concienciado y capaz. Son algunos de los adjetivos que definen a Álvaro, que transmite, en las primeras palabras que cruzas con él, todas las ganas que tiene de seguir creciendo, formarse y aportar su granito de arena a la sociedad. Le gusta la política, ha estado ligado a los scouts y a las hermandades de la ciudad, y es delegado en el equipo de fútbol del CD Trasmallo Fútbol Club infantil. “No paro”, como bien explica, para añadir que “no sirvo para estar en mi casa sin hacer nada, o estar jugando a la Play. De pequeño sí jugaba, pero no está hecho para mí”.

Juan Álvaro ha terminado sus estudios de Graduado Superior de Enseñanza y Animación Socio Deportiva, y en estos momentos se debate entre continuar estudiando o buscar un trabajo, pero sin perder la ilusión por seguir haciendo su vida habitual, salir con amigos, divertirse, seguir formándose y cumplir sueños.  


Amante del deporte.

Pero la opción de ser monitor o educador no fue su primera elección. “Desde el instituto me gusta el deporte, pero me decanté por hacer un Grado Medio de Informática en el instituto Mar de Cádiz. Pero me di cuenta de que eso de arreglar un microprocesador o placas base no era lo mío. Así que después de repetir en dos ocasiones, me fui a estudiar a Puerto Real, y me llevé un año y medio estudiando para terminar mi grado medio y hacer las prácticas en una tienda de bicicletas. Es lo que me gusta, sin duda”.

Pero su inquietud fue más allá, y tras pensarlo y asegurarse de que era capaz “me decanté por hacer el Grado Superior de Enseñanza y Animación Socio Deportiva. Me ha costado, porque comparado con otros grados, el nivel era superior porque se trataba de que quien fuera a hacer la carrera fuera bien preparado”, asegura, pero con todo, no ha cejado en el intento de obtener su título.

Y no oculta que ha pensado en dar un paso más allá e ir a la universidad, pero “una carrera sería un reto importante para mí. La gente que me conoce me dice que es complicado. Pero soy yo el que decide”. Su familia y amigos le animan, pero considera que podría ser inabarcable.

Su ilusión es la de convertirse algún día en profesor de Educación Física

Pero su ilusión es “jugar con los niños, enseñarles, aprender con ellos. De hecho, este verano hice prácticas en Los Toruños y estaba encantado”. Pero también le gustaría “trabajar como monitor de actividades extraescolares. Mi ilusión es ser profesor de Educación Física, pero según mis profesores, la universidad me costaría un poco más”. Y es que, como bien asegura, el contacto y el vínculo entre profesor y alumnos en la universidad no es tan estrecho como el que ha recibido en la Formación Profesional, lo que constituye ese temor de que el asesoramiento y acompañamiento no fueran suficientes para su desarrollo como universitario.

En su graduación.

Y aunque Juan Álvaro sigue pensando si su futuro está en los estudios o en el trabajo, “me gustaría trabajar de lo mío, pero como hay mucha gente en la misma situación, es más difícil encontrar trabajo”. Por eso “también pienso en opositar, y estudiar en invierno, y buscar trabajo de animador infantil o monitor en verano, que es más temporal”, y así “poder ser algo más independiente”. Y es que, Álvaro tiene las ideas muy claras a pesar de sus 25 años.



A este joven, las ideas se le amontonan en la cabeza, pero tiene definidos sus objetivos. Y no cejará hasta conseguir lo que desea. A pesar de que explica que “tengo que mirar dónde están mis límites, cada uno se tiene que dar cuenta de hasta dónde puede llegar”.

Y  a pesar de que la sociedad no siempre rema a favor de la plena integración de personas con alguna discapacidad, “mi familia y mis amigos, la gente que me conoce, me apoya” en todo lo que se plantea, “lo que quiero es tener alrededor gente que sea clara y me diga que puedo o que no, pero que no me mientan, que sean sinceros. Porque yo sé la capacidad que tengo, pero hay veces que otros ven hasta dónde puedo llegar”. Pero también ha encontrado todo lo contrario, “gente que ha intentado quitarme las ganas, pero lo que no saben es que me han dado más ganas aún”.

El deporte siempre protagonista en su vida.

“A veces el camino se me ha puesto cuesta arriba, pero no le echo mucha cuenta, para poder llegar a mi meta. Y crees que no lo vas a conseguir, y al final, llega la sorpresa”, como le ocurrió con el grado superior.

Y otra cuestión que “me tiene muy cabreado”, lamenta, es la de la contratación, el trabajo para personas con discapacidad. A pesar de que ha tenido alguna que otra experiencia agridulce al respecto, no pierde la esperanza de conseguir su puesto de trabajo.  

Falta de oportunidades

Entre esos sinsabores están una oferta de trabajo a la que acudió en verano, para ejercer de socorrista en una piscina comunitaria en la vecina localidad de Jerez. “Llegué un día, vi la piscina, y al siguiente día me reuní con la administradora, para que me explicara qué debía hacer y cómo hacerlo, porque además de ser socorrista tenía que controlar los pases de los residentes”, apunta. “Noté que había algo raro, pero no me lo dijo. Yo estaba nervioso, porque era mi primer día y me habían dado mucha información. Pero sin más, me dijo que habían contratado a otro socorrista”. Este joven entiende que, sin decírselo, notó su discapacidad intelectual y decidieron no contratarlo. “Soy igual de capaz que cualquier otro socorrista, y lo mío me ha costado sacarme el título de socorrista, porque las pruebas son complicadas”.

“Si la gente pusiera de su parte y me diera una oportunidad, vería como soy, o como somos. Merecemos trabajar como los demás. Que nos den una oportunidad”, sin tener que especificar en el currículo su discapacidad intelectual. “Nadie debe ponernos etiquetas”, porque es lo peor que hay, sobre todo a la hora de conseguir su pleno desarrollo.

Este joven es tan generoso, que el día de su cumpleaños, su mayor deseo ante la tarta sería “salud para los míos y para los demás. Y que 2020 se vaya ya, porque ha sido un año bastante jodido y malo. Y que el covid-19 se vaya también, y 2021 sea un año de alegría, porque necesitamos poder sonreír de nuevo. Y por supuesto, que la vacuna sea eficaz y podamos seguir con nuestras vidas, y que las familias puedan reunirse y disfrutar juntas”.