Desde La Pasarela.- Y sin darnos cuenta, ya metidos en el noveno mes de este fatídico año al que le queda menos para que se termine. El año de la pandemia mundial, en el que entre tanta calamidad, uno puede dar gracias de conservar aún un puesto de trabajo. ¡Qué feliz soy! Ya es septiembre. En septiembre no pienso vendimiar, yo besaré a la madre que hoy me velará. Y es que ya es sabido que es el mes -concretamente este martes, día 8 con la Festividad de La Patrona- en el que se suele decir finaliza el verano en El Puerto de Santa María, aunque esta vez se haya adelantado unas semanas a causa de los rebrotes en la ciudad. Se baja el telón a lo que se suponía sería el gran epicentro del ocio durante los meses estivales.
En este 'inusual' estío, puede decirse que todo ha concluido en el momento en el que empezó a desmontarse el escenario de SOKO junto a la margen izquierda del río; un río que ha visto como en su desembocadura se ha armado un jaleo al que no se estaba acostumbrado desde los tiempos de aquella famosa Batalla de julio del 711, donde se enfrentaron los ejércitos del reino Visigodo de Hispania, capitaneados por su rey don Rodrigo y un ejército de árabes y bereberes al mando de Táriq Ibn Ziyad. Una vez finalizado, da pena ver al mamotreto de la noria de "París" ahora solitaria en unos terrenos baldíos que tras tantos años de estar cubiertos de maleza y basura se convirtieron de la noche a la mañana en el botellódromo del centro de la Bahía. El Puerto volvió, sí señor. Y a lo grande.
Verdaderamente a muchos les ha cogido con el paso cambiado esta vuelta atrás en la marcha meteórica de la ciudad hacia las alturas, con una ocupación hotelera aceptable a pesar de las circunstancias y todo ello gracias a una campaña publicitaria como nunca antes vista. Hasta corrida hubo (...), pero, ojo, también ha estado la hostelería a rebosar en localidades costeras como Conil y nadie ha fardado tanto como por estos lares. También se han hecho las cosas de diferente manera que en otros muchos municipios vecinos, no obstante el daño colateral producido por la invasión del turismo ha sido más o menos igual para todo allí donde haya playa y chiringuito. ¿Existe un único culpable en la ciudad de este repunte de la enfermedad cuando durante los meses duros de la primavera se estaba muy por debajo de la media en toda la provincia de Cádiz? La respuesta es clara: se ha bajado la guardia en muchos sentidos. Todos lo hemos hecho. Ahora bien, si se apuesta con valentía por algo, hay que hacerlo con prudencia porque la nave que iba viento en popa ha terminado por embarrancar estrepitosamente antes de llegar a puerto. Ya lo dice el refrán: "Si el piloto es diestro, no hay mar siniestro".
Esperemos a ver qué acontece durante estos próximos días y en un otoño que se presenta complicado porque hace tiempo que nadie da la cara por los problemas que padece la ciudad. Volviendo al símil marino, este barco parece que ha perdido el norte, y existe una antiquísima ley marítima según la cual, en caso de emergencia, el capitán es el último en abandonar el barco. Solo las ratas abandonan antes puesto que el capitán verdadero, embarca el primero y desembarca el postrero.
"¿Por qué estoy frío si hoy hace calor? Yo iba a ser un gran tío todo un ganador"
"¿Será que no es lo mío esta competición?"