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Claudia Cardinale fue una de las grandes damas del cine italiano, cuya belleza fue muy celebrada por directores como Luchino Visconti, Sergio Leone o Federico Fellini. Reconocida como la “chica de ensueño de Italia”, ha muerto en el sur de París, en Nemours, a los 87 años.

La Cardinale, en el lapso de seis décadas, en Europa, participó en más de 130 películas y protagonizó varios filmes de Hollywood, incluyendo el clásico cómico: La pantera rosa de Blake Ewards, que comento abajo, interpretando a una princesa que pierde una joya preciosa.

Fue el ideal de mujer en el filme Fellini, ocho y medio (8½) (1963) de Fellini, donde interpretaba a una actriz y la musa del protagonista, un director llamado Guido Anselmi (Marcello Mastroianni). Fue también la dueña de un prostíbulo que financia la construcción de un teatro de la ópera en la selva amazónica en Fitzcarraldo (1982) (abajo); o una rica viuda en Hasta que llegó su hora (1968), de Leone (también la comento).

Actuar no había sido su ambición de adolescente, y durante parte de su carrera tuvo problemas para hablar italiano porque había crecido hablando francés. Claude Joséphine Rose Cardinale nació el 15 de abril de 1938 en el protectorado francés de Túnez, hija de Francesco Cardinale y Yolanda Greco, migrantes de Sicilia.

Era la mayor de cuatro hermanos que crecieron en una comunidad siciliana muy unida en Túnez, la capital del país. Su padre era ingeniero técnico de los ferrocarriles tunecinos, y su madre se ocupaba de la casa.

Claude tenía 17 años cuando participó en un concurso de belleza que organizó su propia madre en la embajada de Italia en Túnez y fue coronada como “la italiana más bella de Túnez”. Como premio viajó al Festival de Cine de Venecia, donde los medios italianos la fotografiaron abundantemente. A los periodistas les dijo que no aspiraba a ser actriz. En la prensa, bajo su foto se leyó: “Esta es la chica que no quiere hacer películas’”.

Claudia retornó a Túnez con sus padres rechazando ofertas y tras un dramático episodio de violación en 1957, en plena adolescencia, nuestra actriz tuvo un hijo que fue criado como otro hijo por sus padres. Ella declararía: “El nacimiento de mi hijo me empujó a dedicarme al cine para ganarme la vida y ser independiente. Lo hice por él, por ese bebé al que quise tener pese a las circunstancias”.

Justo ese año, el productor italiano Franco Cristaldo le ofreció un contrato y lanzó su carrera como Claudia Cardinale. Su papel revelación fue en la comedia Rufufú (1958), dirigida por Mario Monicelli (a la cual me refiero luego). En poco tiempo protagonizó películas importantes, incluyendo El gatopardo (1963), de Visconti. Fue entonces cuando la llamaron: “la novia de Italia, la chica de tus sueños”.

Cardinale también protagonizó La chica de Bube (1964), de Luigi Comencini, gran éxito que le valió su primer premio a la mejor actriz, Nastro d’Argento.

Se casó con Cristaldi en Las Vegas en 1966, que le dio su apellido a su hijo, aunque no consideraba ese matrimonio oficial.

El público veía a la Cardinale como un ícono, algo entre la realidad y la irrealidad, ambigüedad entre fantasía y realidad, lo que la llevaba a encarnar personajes muy intensos.

Cardinale se divorció de Cristaldi hacia 1975 para vivir con Pasquale Squitieri, un cineasta independiente conocido como provocador de derechas que, según ella, controlaba su vida y se quedaba con el dinero que ganaba. Cardinale apareció en más de una decena de películas de Squitieri y tuvieron una hija en 1979, permaneciendo juntos durante cuatro décadas.

Cardinale también formó parte de un reparto de estrellas en la miniserie de televisión de 1977 Jesús de Nazaret, dirigida por Franco Zeffirelli.

Al principio de su carrera Claudia se había inspirado en Brigitte Bardot, que era su ídolo y su amiga también, participando con ella en la comedia-wéstern francesa de 1971: Las pistoleras, dirigida por Christian-Jaque. Esa película, parodiaba los clichés de Hollywood, e incluía tiroteos entre mujeres y una pelea a puñetazos entre las dos protagonistas.

La Cardinale solía ser asociada a Sophia Loren y Gina Lollobrigida, símbolos sexuales italianos de los 60 y 70, aunque su personalidad en la pantalla era más accesible. Las estrellas de la época: Anita Ekberg, la Loren, la Bardot, Jayne Mansfield o Silvana Mangano —conocidas como las maggiorata— eran mujeres de curvas pronunciadas. Pero Claudia tenía menos curvas, era más una chica normal. Era más real.

Con la edad, Cardinale dejó de tener papeles protagónicos, pero siguió trabajando con constancia y en muchos países, sobre todo en Francia, su patria adoptiva.

En sus últimos años, Cardinale vivió con su hijo y su hija en Nemours, donde creó una fundación con su nombre que apoya las artes, y presta atención a las mujeres y al medioambiente. En 2000, fue nombrada embajadora de buena voluntad por la UNESCO, “en reconocimiento a su compromiso con la mejora de la condición de las mujeres y las niñas a través de la educación, así como con la promoción y afirmación de sus derechos”.

Fue una mujer humilde, siempre se paraba a firmar autógrafos, no gustaba de guardaespaldas; quería estar cerca de la gente y se sentía bendecida por su suerte.

“Nunca he querido operarme para parecer más joven. Mi secreto es otro. Me lo enseñó mi madre: ‘Claudia, la forma de que no sepan que envejeces es estar siempre sonriendo’”, reconoció en una entrevista para ABC. Sin cirugías y con las inevitables marcas de la vida, el mito erótico viviente de varias generaciones, hasta última hora conservó su hipnótica sonrisa.

Comento ahora algunas películas principales en su carrera.

RUFUFÚ (1958). Los trazos de esta cinta están tomados del Rififí (1955) de Jules Dassin, pero subvertido con humor y ternura; su vertiente cómica se fundamenta en algo más universal: reírse de la ineptitud más genuina y total.

En lugar de ladrones sofisticados, vemos en pantalla a un grupo de pícaros y torpes ladronzuelos que planean un robo al Monte de Piedad de Roma. El golpe y su planificación está lleno de errores y situaciones absurdas, en una oda hilarante del cine italiano.

Sensacional dirección de un Mario Monicelli que decide grabar la película como un thriller, con localizaciones cutres de la Roma de la época -posguerra- y un elegante trabajo de cámara (fotografía de Gianni Di Venanzo en blanco y negro), que sube mucho el nivel de la historia y del filme.

El reparto incluye a leyendas como Marcello Mastroianni, Vittorio Gassman, Totò y una joven Claudia Cardinale en su debut. Claudia hace de una preciosa jovencita casadera cuyo hermano la vigila frente a los hombres, los cuales se enamoran de ella a primera vista.

Los personajes son pillos afectuosos que reflejan la tradición picaresca mediterránea. Aunque viven del engaño, la película los humaniza sin caer en la losa moral ni mucho menos.

La cinta retrata la miseria urbana de la Roma de posguerra con un humor ácido y mostrando cómo los personajes se buscan la vida en una sociedad paupérrima que no les ofrece alternativas.

 

LA PANTERA ROSA (1963). Estupenda comedia dirigida por Blake Edwards, una obra que ha dejado huella en muchos de quienes la hemos visto. Divertida desde el primer momento, gracias sobre todo al trabajo maravilloso de Peter Sellers y David Niven, un boom en su época, un clásico del género.

En el reparto, amén de Sellers y Niven, tenemos a la maravillosa Capucine, la bella y sugerente Claudia Cardinale, y a un Robert Wagner matador, todos sensacionales.

En la historia la seductora Princesa Dala (interpretada por la Cardinale) llega a un lujoso hotel con su preciosa “pantera rosa”, una magnífica joya en forma de felino.

Allí conoce al distinguido Sir Charles (Niven), quien oculta su verdadera identidad de astuto ladrón profesional conocido como “el fantasma”. El inspector Jacques Clouseau, de la Sûreté francesa (Sellers), se encarga de impedir que el delincuente se salga con la suya, aunque su torpeza complica la situación.

La película no es una comedia superficial; es una historia desarrollada con rigurosidad, glamur y exenta de ramplonería. El humor de Sellers, la presencia de la Cardinale y el guion de Edwards hacen que esta película resulte graciosa y agradable.

Ofrece una mezcla refrescante de humor inteligente y situaciones cómicas, combinando humor, intriga y personajes inolvidables. Su legado sigue vivo y continúa inspirando a generaciones de espectadores. 

 

HASTA QUE LLEGÓ SU HORA (1968). Cinta de acción dramática en la pequeña población de Redland y en la hacienda Sweetwater, del territorio de Arizona, poco después de la Guerra Civil.

Comienza con una matanza a todo trapo y de manera inopinada. Unos forajidos encabezados por Frank (Fonda), matan a Brett McBain (Wolff), un granjero viudo de origen irlandés, y a sus hijos. Paralelamente tenemos a Armónica (Bronson), hombre silencioso y reservado que prácticamente se limita a tocar la armónica y que busca a Frank, el despiadado pistolero.

Leone, con un guion suyo junto a otros autores (novela "The Hoods" de Harry Grey, 1952), incorpora los tópicos del far west, con pistoleros a sueldo, ferrocarril, un personaje enigmático que busca venganza, mujer de dudoso pasado y carácter indómito (Cardinale), etc.

Filme de calidad y tempo pausado, con música de Ennio Morricone (amigo de infancia de Leone), con temas como "Like a judgament" y una gran banda sonora que es ya un clásico. Excelente fotografía de Tonino Delli Colli, con tomas de cámara que no se habían hecho antes, utilizando técnicas innovadoras.

El reparto está plagado de actores de primera línea. Claudia Cardinale está espléndida, tanto en su labor actoral como en su belleza desbordante que llena y mucho la pantalla. La Cardinales es una fémina entre hombres que aporta valentía, prestancia y belleza a raudales.

Charles Bronson genial en su papel de enigmático vengador con su armónica marcando la clave de la acción. Henry Fonda magnífico como siempre. Gabriele Ferzetti en el rol del millonario y malvado Morton, nominado como mejor actor de reparto por el Sindicato italiano de periodismo cinematográfico. El mítico Jason Robards, con un gran trabajo.

Técnicamente hay poco que objetar a esta película: dirección, guion, actores, música o fotografía, todo estupendo. Y en lo que aquí nos trae, la enormidad de una Cardinale imponente.

 

JESÚS DE NAZARETH (1977). Gran superproducción del católico Zeffirelli para la TV, una obra alabada por la iglesia católica italiana y rechazada por los puritanos norteamericanos por mostrar a un Jesús muy humano; denostada también por la izquierda que la tachó de kistch y almibarada: «una larga y coloreada lección de catecismo» según La Repubblica.

Esto no quita para que otros críticos la hayan considerado una película magnífica y la mejor que se ha hecho sobre la vida de Jesús de Nazaret, según los evangelios canónicos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.  Narra la vida de Jesús al completo: nacimiento, vida, muerte y resurrección.

Con un gran reparto, el actor Robert Powell es sugestivo y carismático en su interpretación de Cristo. También participan estrellas como Anne Bancroff, James Mason, Rod Steiger, Michael York, Peter Ustinov, Anthony Quinn, Laurence Oliviero o Claudia Cardinale, que interpreta a la adúltera del nuevo testamento amenazada con ser lapidada. Estupenda Claudia.

Es una cinta que emociona, incluso tiene capacidad de producir ciertos cambios interiores, que conmueve. Parece que estás viendo a Jesús en carne y hueso, pues posee una caracterización excepcional. En suma, alabado trabajo de generosidad cristiana, tal vez con un desmesurado metraje.

Tráiler (Sermón de la montaña):

 

FITZCARRALDO (1982). Película que es muchas cosas: amor por el belle canto, la obsesión de un excéntrico personaje y es también el esfuerzo para conseguir un sueño.

La historia se ambienta en el siglo XIX cuando Brian Fitzgerald "Fitzcarraldo", hombre de negocios controvertido y vanidoso, obsesionado con la ópera, se empeña a toda costa en invertir su fortuna y emplear toda su energía en construir un teatro en plena selva para poder escuchar al mejor tenor de la época en medio de la Amazonía.

Werner Herzog, hombre tenaz y comprometido en sus proyectos, se puso a prueba con este rodaje pues las dificultades fueron muchas: limitaciones técnicas, sin efectos especiales, un vapor de 329 toneladas; choques culturales con los indígenas; y el actor Kinski con sus enfrentamientos y disputas.

Película de las que no se olvidan: emocionante, colorista, con tensión narrativa, de tinte documental, en fin, una impresionante aventura que cualquier cinéfilo debe conocer. Incluso el propio Herzog, nada autocomplaciente o ligero, la consideraba la mejor de sus películas.

Claudia Cardinale, aunque tiene un papel secundario, fue esencial para la historia como la madame del prostíbulo, con su enorme fe y determinación con el plan de su amante de construir un teatro en plena selva arrastrando un barco de vapor sobre una montaña.

La Cardinale no está en pantalla todo el tiempo que uno desearía, pero no solo ilumina su papel; también ilumina a Kinski, ella ayuda a transformar a Kinski en una presencia algo encantadora, al menos.

La película obtuvo el máximo galardón en el Festival de Cannes y le ganó a Cardinale numerosos admiradores nuevos, lo que la puso de nuevo en el radar de los productores de cine y los directores de casting para los años que siguieron.

La banda sonora es sensacional, compuesta por el grupo de “rock progresivo meditativo” Popol Vuh de Florian Fricke. Interpretaciones del famosísimo tenor Enrico Caruso y otros; y usa además, extractos operísticos como “Ernani” de Giuseppe Verdi. Fotografía de lujo de Thomas Mauch.

El reparto es esencialmente un Klaus Kinski en todo su fervor megalomaníaco, loco e insistente como Fitzcarraldo, con su revuelto pelo rubio y sus salidos ojos de mirada loca. Está preciosa y muy bien Claudia Cardinale. Paul Hittscher y Miguel Ángel Fuentes, todos bien.

Además podemos degustar imágenes de gran belleza, a la vez que se crea un clima de tensión alrededor de esa lentitud. Película excelente en todo sentido: técnico, actoral, musical y de belleza.

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