La ciudad de El Puerto de Santa María ha rendido este miércoles un sentido homenaje a Nicolás Martino Beardo, con la inauguración oficial de la rotonda que desde hoy lleva su nombre. El acto, celebrado en el entorno del Centro Comercial de Vistahermosa, ha reunido a decenas de vecinos, exalumnos y familiares que han querido recordar la figura de quien fuera durante décadas uno de los referentes docentes más queridos por varias generaciones de estudiantes portuenses.

La nueva rotulación, ubicada en la confluencia entre la Avenida Juan Melgarejo y la calle de Las Gardenias, fue descubierta junto a una placa conmemorativa en presencia de su viuda, Lourdes Vizcarrondo, visiblemente emocionada, que agradeció el gesto del Ayuntamiento y el cariño mostrado por la ciudad.

Conocido popularmente como “Nico de la Academia”, Nicolás Martino fue durante casi tres décadas el alma de una academia privada en la zona de Vistahermosa, donde impartía clases de Matemáticas, Física, Química e Ingeniería con un método riguroso y cercano que marcó la vida de cientos de jóvenes. Su vocación, su carisma y su implicación personal le convirtieron en un símbolo del esfuerzo y el apoyo académico fuera del aula pública.



Durante el acto, el alcalde Germán Beardo ha señalado que “no solo fue un gran docente, sino un referente humano, un maestro con mayúsculas que supo transmitir confianza y pasión por el conocimiento en momentos decisivos”. También ha agradecido la colaboración de la comunidad de propietarios de Vistahermosa por facilitar este emplazamiento, tan ligado a la trayectoria vital y profesional del homenajeado.

Natural de Cádiz pero vecino de El Puerto durante casi cuarenta años, Nicolás Martino falleció de forma repentina el pasado 26 de diciembre de 2023, dejando un gran vacío entre quienes fueron sus alumnos, muchos de los cuales acudieron al acto para recordarlo con palabras de afecto y gratitud.

Era un mentor, no sólo un profesor, y muchos de nosotros no habríamos superado Selectividad o los primeros cursos de Ingeniería sin él”, resumía emocionado uno de sus antiguos alumnos. La rotulación, más allá del gesto simbólico, se convierte así en un espacio de memoria viva para una ciudad que no olvida a quienes la hicieron crecer desde la enseñanza.