
“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.
Normalmente los actores y actrices de cine aparecen ante nuestros ojos glamurosos, afamados, bellos, poco menos que envidiables. Sin embargo, el campo de la interpretación tiene sus puntos oscuros, de penuria, de desaliento, tiempos duros que a veces comportan dramas que no conocemos. Hay envidias, insidias, rivalidades, en fin, capítulos feos y execrables.
Hoy me referiré a esta dimensión funesta con dos películas: In Camera (2023), de N. Khalid; y, Molière en bicicleta (2013), de Ph. Le Guay.
IN CAMERA (2023). Comienza la historia con una escena de crimen muy bien iluminada, un cuerpo yace sobre el suelo, ensangrentado. Estamos en un set de rodaje sobre una serie policíaca mediocre.
Entre toma y toma, aparece el protagonista muy descontento (Aston McAuley) y se enfurece por teléfono con su agente, quiere salir de la maldita serie y progresar. Pero es imposible, tiene un contrato por tres años.
Tras los gritos aparece alguien más desgraciado, el actor figurante que hace de víctima del crimen (Rizwan), un muchacho británico-asiático con cara de derrota. Con la camiseta manchada de pintura roja, inservible, se va con la cara gacha.
Una historia interesante
Impulsado por una actuación extraordinaria de Nabhaam Rizwan, el emocionante y elástico debut de Naqqash Khalid presenta la crisis de identidad de un candidato a actor en una vertiginosa variedad de dimensiones.
Este es el primer largometraje del director Khalid, un filme con un enfoque audaz y estilo experimental. La película sigue a Aden, interpretado por Nabhaan Rizwan, un joven actor atrapado en un ciclo interminable de castings. A través de los ojos de Aden, Khalid ofrece una crítica incisiva del sistema de audiciones y la industria cinematográfica.
A medida que Aden navega por este mundo deshumanizante y deshumanizado, la película explora su crisis identitaria y la presión para que se conforme con roles según los estereotipos raciales y culturales al uso. Finalmente, Aden decidirá conducirse por sí mismo.
La vocación de actor
A Aden le gusta de la interpretación. Llega incluso a decir que le agrada, porque actuar es “algo organizado". Es decir, saber dónde y en qué lugar estás, cuando alguien te dice qué tienes que decir.
Como colmo, nuestro protagonista, para hacer algo de caja y poder pagar el alquiler del apartamento que comparte, tiene que ser creativo, actuando como el hijo muerto de una mujer en duelo en un proyecto de terapia. Pero no sale bien la cosa.
Dirección y guion
Esta primera peli de Khalid, tanto en su dirección como en el libreto de su autoría, es una sátira salvaje que se sumerge en imágenes de fantasía desconcertantes, con una honestidad turbadora.
Tiene un afilado mensaje lúdico y mordaz que en este filme sirve para analizar cómo el sentido de identidad de su joven protagonista asiático se ve disminuido progresivamente por el cinismo y la desvergüenza de la industria.
Pone en imágenes la visión que nuestro novel director tiene de una industria con algunas rémoras importantes. De igual modo ofrece algunos momentos cómicos sombríos, lo cual concluye en una película llena de ideas en un complicado acto de malabarismo tonal.
Obra notable como ópera prima, un filme formalmente vital y temáticamente ambicioso. La obra de Khalid parece querer que la tengan en cuenta distribuidores sagaces e inteligentes, por su brillante técnica y su relevancia temática.
Llama la atención la osadía y el arrojo de Khalid. Películas tan satíricas, mordaces y autorreflexivas con el “establishment cinematográfico” son raras en el cine independiente. Más extraño en un realizador que comienza su carrera. Es pues meritoria la valentía que se entrevé en esta obra.
Reparto
Aden es encarnado y envuelto en una actuación brillante y versátil por Nabhaan Rizwan; el personaje nunca está completamente convencido de sí mismo. Hasta llegar a convencerse de que está mejor cuando no tiene un guion que seguir o un personaje que habitar.
Rizwan nos brinda una actuación extraordinaria, capturando la desesperación, la frustración y la resiliencia del personaje. Su interpretación es emotiva y matizada, y es pieza esencial del filme.
Los actores secundarios también contribuyen significativamente, creando un mundo de personajes complejos. Así, muy bien Amir El-Masry como Conrad, estilista de ropa masculina que acierta en su equilibrio entre lo jovial y lo acicalado; o Rory Fleck Byrne, como el aturdido y exhausto Bo. Bien Aston McAuley, como actor de series de TV.
Estilo Visual, fotografía y banda sonora
Tiene un estilo visual interesante y efectivo, reflejando el caos y el absurdo de la experiencia de Aden. La fotografía de Natasha Back utiliza una paleta de colores oscuros para captar la atmósfera opresiva y onírica de los castings.
Emplea también el filme técnicas visuales innovadoras, como cámaras subjetivas y montaje fragmentado, que sumergen al espectador en la mente del protagonista.
Acompañando, la dirección de Khalid combina elementos surrealistas con una narrativa fraccionada, creando una experiencia cinematográfica excelente que desafía las convenciones del género.
Insinuante y atinada música de Clark, que añade otra capa de complejidad a la película, con una banda sonora que complementa el tono de cada escena.
Las notas de la BSO juegan un papel crucial en la creación de la atmósfera y añade una dimensión auditiva que complementa la narrativa visual, ayudando a transmitir las emociones y el estado mental de Aden.
Conclusión
Película que invita a la reflexión sobre la industria cinematográfica y los desafíos que enfrentan los actores en su búsqueda de papeles creativos. Sumerge al espectador en las profundidades de una industria con muchos ángulos oscuros.
Combina crítica social, estilo visual innovador y actuaciones poderosas. La película destaca como una obra arrojada y rebelde. Naqqash Khalid logra crear una experiencia cinematográfica que entretiene y a la vez desafía al espectador a cuestionar las normas y prácticas de la industria cinematográfica.
Por lo tanto, es una obra que nos sumerge en las profundidades de las productoras, arrojando luz a los aspectos más indeseables, a través de la experiencia de Aden, un actor en busca de su lugar en un mundo implacable.
La mirada de Khalid nos hace ver que el sistema de talentos está dominado por la cultura imperante, marginando racialmente a los candidatos.
Revista Encadenados
MOLIÈRE EN BICICLETA (2013). Serge Tanneur (Fabrice Luchini) es un actor que decidió en pleno auge de su carrera dejar el mundo de la interpretación y del espectáculo. Se marchó a una vieja casa en la isla de Ré done vive solo, pintando y desencantado.
Transcurridos tres años, aparece por su casa Gauthier Valence (Lambert Wilson), un famoso actor de series de TV. Valence planea producir en teatro, "El misántropo" de Molière, y su afán es ofrecerle a Serge un papel. Serge, dudando la oferta le propone ensayar durante cinco días para realmente saber si quiere o no participar.
Durante esos días ambos actores se enfrentan, se increpan, se dicen, se miden y se desafían, compartiendo el arte de la interpretación. También hay enfrentamiento y debate. En un momento parece que Serge va a regresar al escenario. Pero algo ocurre que produce un desenlace inesperado.
La película es una obra con mucha diversidad de temas humanos y de lecturas posibles. A mí me ha gustado y voy a ceñir algunos aspectos y dejo el resto para quienes la veáis. Empezaré con detalles técnicos.
Phillipe Le Guay, con guion propio, construye un filme agradable, una obra que pone de manifiesto la excelencia de este escritor y realizador francés. Uno de los méritos de Le Guay ir directo al soberbio duelo de egos entre dos actores que toca asuntos complejos de esta profesión.
La película está arropada por una de música de Jorge Arriagada que incluye temas como la canción italiana “Il Mondo”, de Jimmy Fontana, 1965. La fotografía de Jean-Claude Larrieu en interiores, pinta una atmósfera íntima.
El reparto es de diez. Fabrize Luchini que borda un papel difícil como el personaje Alceste de Molière, tanto en la obra teatral como en la trama. Le sigue Lambert Wilson, que interpreta con soltura su rol de guapetón, hombre triunfador en los platós de TV y contrincante de Luchini.
Destaca también la belleza serena y la elegancia y sensualidad de la hermosa italiana Maya Sansa. El resto conforma un coro excelente de actores secundarios.
En primer plano la obra de Molière “El Misántropo” (1666). En la peli, Gauthier Valence (actor de éxito), le propone a Serge Tanneur interpretar el papel de Filinto en la mencionada obra. Serge se niega y reivindica el papel de Alceste, aludiendo que el otro es un papel secundario.
Finalmente deciden comenzar los ensayos leyendo y recitando la obra clásica y echando a suerte quién hace uno u otro papel. Ambos actores disfrutan intercambiándose los papeles de Alceste y Filinto. Estos ensayos son los mejores momentos de la película, cuando juegan a alternarse los papeles, y resumen el oficio de actor, el ego y la amistad.
Al igual que en la obra de Molière, Luchini es un actor engreído y retirado que, como el Alcestes de Molière está cansado del mundo de los escenarios, de las envidias y de la vileza. Lo que no obsta para que algo en él le llleve a volver al teatro.
A cambio, Wilson es un actor exitoso, estúpido en su optimismo y ambicioso. De modo que en la trama se entrelazan la obra de Molière con la historia del filme, llevando “El misántropo” al terreno de la comedia y a veces del drama, a la vez que profundiza en los dos intérpretes en liza.
De otro, mientras que Tanneur es un actor de sólida formación y prestigio, Valence es un profesional de menor entidad y que incluso se salta la métrica de los versos de Molière, para exasperación de Tanneur.
O sea, Tanneur es un Maestro, lo cual no es Valence. Pero Valence pretende rivalizar con él sin reparar que cuando uno está delante de un “maestro”, hay que respetarlo y aprender. Esta es una de las grandes enseñanzas de esta historia.
Mientras Valence –o sea Filintos- es cortesía, fachada y pose; Tanneur es Alcestes, el misántropo, amante de la verdad y luchador contra la estupidez.
Este filme aporta algo que tal vez pasa un tanto desapercibido. El actor misántropo (Luchini), en la historia, debido a la aparición de la bella italiana (Maya Sansa), de la que Tanneur se enamora, está a punto de salir de su depresión por ella. Pero Valence le gasta una jugada traicionera, con un final imprevisto, que define la malignidad humana.
Molière dejó escrito: “Prefiero un vicio cómodo que una fatigosa virtud”. Y como apunta Bonet: “Esta malévola comedia es un vicio cómodo e irónico, que disecciona la fragilidad humana.”
Esta película es una manera de hablar de teatro dentro del cine, del oficio de actor, y a la vez, hablar de la vida, con una buena dosis de humor y dramatismo a la vez.