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África se ha desolado y ha sido pasto de guerras, violencia sin fin y muerte, por la mala gestión que de sus colonias hicieron países europeos como Inglaterra, Bélgica, Portugal o Francia que apenas supieron que llevarse cuanto pudieron, dejar lo menos posible y despreciar las ricas zonas africanas que esquilmaron y saquearon.
En esta entrega me refiero a los conflictos terribles del antiguo Congo belga o la ensangrentada Rwanda. Películas como Hammarskjöld. Lucha por la paz (2023), de P. Fly; y Hotel Rwanda (2004), de T. George.
HAMMARSKJÖLD. LUCHA POR LA PAZ (2023). En 1961 el diplomático y economista Dag Hammarskjöld sube a un avión que se dirigía a Rodesia del Norte en un intento desesperado por negociar un alto el fuego con los insurgentes de Congo, después de dirigir a las tropas de la ONU en su primera operación militar. No llegaría a destino.
El director de cine danés Per Fly acomete este filme, con guion propio y del escritor sueco Ulf Ryberg, una obra de gran interés, que recoge un episodio de nuestra Historia contemporánea, donde la guerra fría y la descolonización africana, jugaron un rol protagonista endiablado. Tiene el filme un ritmo ágil y estupenda fotografía de John Christian Rosenlund acompañada de las bien traídas notas de Raymon Enoksen.
Fly y Ryberg se enfrentan a una narrativa histórica y a un personaje central tan convincente que arruinarlo es casi imposible pues las bases para su trabajo parecen ya puestas en su lugar, por la excelencia del personaje.
En la historia Dag Hammarskjöld está acabando su mandato como secretario general de Naciones Unidas. Es un hombre solitario, con conciencia social, persona inteligente y enigmática, metódico. Diplomático de origen posee un espíritu sensible, escribe poesía que nadie lee y al llegar a su casa saluda a su monito mascota. Mientras cena sigue pensando en defender la descolonización de África.
Concretamente Congo, en manos de Bélgica y con fuertes intereses por las riquezas naturales que posee. Pero a pesar de las presiones y de los intentos para que dimita, nuestro protagonista insiste y no ceja en su empeño. La historia utiliza este momento difícil de su protagonista, para centrarse en su figura y en su intimidad.
Encarnado por un sensacional y bien elegido Mikael Persbrandt, nuestro protagonista intentó apaciguar a todas las partes en la crisis de un Congo que estaba emergiendo de su colonización belga.
Apoyó la descolonización en África, pero Patrice Lumumba, primer presidente elegido democráticamente del país quedó demasiado aislado políticamente. Con Katanga, una provincia del Congo Belga, que se había declarado Estado independiente (por los intereses de la empresa minera belga Union Minière).
Hammarskjöld desplegó fuerzas de paz de la ONU, que no pudieron parar el golpe de Estado en curso. La película enfoca la mayor parte del conflicto congoleño-belga, creando una atmósfera paranoica y fatalista.
Cuando el temperamento frío de Hammarskjöld comienza a desgastarse, se puede percibir en los movimientos de los ojos de Persbrandt, su miedo de no volver a ver nunca más su hogar adoptivo de Nueva York, ni el suyo original de Suecia.
En un fugaz viaje a Österlen para celebrar su cumpleaños con sus amigos, comienza a rondarle una idea nueva para él: cuando se jubile se irá a vivir al lugar donde nació, a sus raíces, donde vivieron sus antepasados.
En el reparto un sobrio, solvente y convincente Makael Persbrandt como Dag Hammarskjöld, interpreta un rol muy creíble, gran trabajo actoral. Como John F. Kennedy, Caspar Phillipson (que lo interpreta por tercera vez, después de Jackie, 2019). Y acompañando muy bien Francis Chouler, Cian Barry, Hakeem Kae-Kazkinm, Colin Salmon, Richard Brake o Sara Soulié.
Esta es una película basada en personajes y hechos reales, aunque trufada de elementos de ficción. Todo ello con la Guerra Fría en su punto álgido. La recién formada República Democrática del Congo pasa por sacudidas de violencia que incluyen matanzas en los poblados hasta que llega el golpe militar y la independencia de Katanga.
Lo que movía a los dirigentes en estos conflictos eran los intereses económicos, o sea, los recursos naturales del país, sobre todo la minería. Hammarskjöld toma las riendas y decide negociar la paz liderando las tropas de la ONU.
En este punto crucial para el mundo, aparece en Nueva York un viejo amigo al que no ve desde hace 30 años; este le hace recordar su pasado y cuánto ha tenido que sacrificar de su esfera privada, para gestionar la esfera pública. Y aquí hace acto de presencia en la historia algún recuerdo que desvela su condición de homosexual.
Pero en el Congo sigue la violencia, y los mercenarios agreden y asesinan en Katanga a cuantos se oponen a la situación impuesta. Decidido a poner fin al conflicto a toda costa, Hammarskjöld sube a un avión para viajar hasta la zona, sin saber se ha urdido, como alguien dijo: «un asesinato largamente coreografiado».
Mezcla de biopic y thriller político, estamos ante una película consistente, con un ritmo contenido y sobrio, que una vez más nos corrobora, lamentablemente, que pocas cosas han cambiado en este mundo de intereses y violencia, en más de ochenta años. El poder se sigue cobrando vidas... Casi siempre, inocentes.
Premio Nobel de la Paz 1961
En 1961 nuestro personaje se convirtió en el segundo Secretario de las Naciones Unidas en recibir el Premio Nobel de la Paz de la Academia Sueca, a título póstumo.
El Comité del Premio Nobel dijo en su discurso de la ceremonia de entrega sobre las opiniones de Dag Hammarskjöld: «En cada situación a la que se enfrentó, tenía un objetivo en mente: servir a las ideas patrocinadas por las Naciones Unidas».
Rolf Edberg, embajador sueco en Noruega, dijo en su discurso de aceptación: «Él mismo no tenía ninguna duda sobre la fuerza convincente de sus ideales». Así lo relata el filme pues, a pesar de la oposición de grandes potencias a su proyecto descolonizador africano, él nunca se dio por vencido, estaba convencido de su proyecto. El propio Hammarskjöld declaró: «Los reveses en los esfuerzos por implementar un ideal no prueban que el ideal sea incorrecto».
Hammarskjöld luchó para crear la paz y la buena voluntad entre las naciones y los hombres.
Más extenso en revista ENCADENADOS.
HOTEL RWANDA (2004). Hotel Rwanda es un filme-decencia, una peli-vergüenza, ante tanta impiedad y amoralidad de un mundo que permitió el genocidio tutsi en 1994.
Corría el año 1994, guerra civil de Ruanda. Los odios ancestrales entre los hutus (la etnia dominante) y los tutsis provocaron el asesinato del presidente del país, disturbios en las calles y, finalmente, una terrible matanza de los tutsis.
Paul, que es hutu, trabaja como gerente de un hotel de lujo de Kigali y, cuando empiezan los disturbios, decide que el mejor refugio es precisamente el hotel. Y hacia allí organiza una huida desesperada acompañado no sólo de su familia, sino también de sus vecinos tutsi. Basada en hechos reales.
Fue el tiempo del odio atávico y ancestral entre los hutus (la etnia dominante) y los tutsis, lo cual provoca el magnicidio del Presidente del país, disturbios y, posteriormente, a renglón seguido, una horrorosa matanza de tutsis.
Historia sobrecogedora en torno a hechos, sucesos y violencia extrema que sólo así se puede contar; si se hubiera mostrado de otra forma, habría sido insufrible e insoportable.
Aunque a veces tiene cierto olor a telefilme, es ante todo una obra desgarradora llevada de la mano por su director Terry George, un guion sensacional del mismo George junto a Keir Pearson, buena fotografía de Robert Fraisse, música inquietante de Gregson-Williams y otros, y actores estupendos como Don Cheadle (magistral) o Sophie Okonedo.
Tiene un suspense constante que ayuda y concita el interés del público. Un drama salvaje que puso cara en su día a un conflicto brutal e innombrable: una gigantesca masacre.