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Kevin Costner es de los pocos directores en Hollywood que aún anhela hacer western tradicional. Su último estreno, Horizon, proyecto por el cual Costner se ha hipotecado, continuará en otras tres entregas por venir. En la primera oscila entre el western de siempre (coral, aventurero, etc.) y los relatos por episodios, y esta primera parte, que comento abajo, funciona como capítulo piloto.

Pero esta película carece de la belleza de Bailando con lobos (1990) u Open Range (2003), anteriores westerns del director. Da la impresión de que, en esta última, Costner ha querido ensanchar su historia más en lo narrativo que visualmente, lo cual tiene un coste en el cine.

Comento ahora, de K. Costner: Horizon: An American Saga. Capítulo 1 (2024); Open Range (2003); y Bailando con lobos (1990).

HORIZON: AN AMERICAN SAGA. CAPÍTULO 1 (2024). Entrega de introducción que es muy larga y de difícil digestión. Con una duración de tres horas, está cargada de escenas y personajes que no son esenciales y que tardan demasiado en vincular los hilos de la trama (irregular guion de Jon Baird y K. Costner). Cuenta, eso sí, con un importante montaje y fragmentos llenos de acción de la siguiente entrega; también la sensación de estar viendo una serie para la televisión.

Crónica de un intervalo de 15 años de expansión y asentamiento del oeste estadounidense, antes y después de la Guerra de secesión norteamericana (1861-1865). Buena parte del filme cuenta la violencia que estalla entre los colonos y las tribus indígenas

Tarda la cinta en mostrar sensibilidad por los indios. No acierta a aclarar bien que la resistencia de los indígenas sea la cabal resistencia ante los ataques asesinos de los nuevos asentamientos en sus tierras ancestrales. O sea, resulta confuso en un western actual pensar que los malos puedan ser los indios.

El valle de San Pedro de Arizona en 1859, tres topógrafos, uno de ellos un niño, marcan una parcela de tierra junto al río. Dos niños indios observan desde las colinas rocosas y se preguntan qué están haciendo los blancos. Los dos indios adultos que aparecen poco después, Pionsenay (Owen Crow Shoe) y Taklishim (Tatanka Means), más que curiosidad están furiosos. Al cabo de unos días un viajero solitario encuentra los cadáveres de los topógrafos, con plumas colocadas junto a sus cadáveres, como advertencia.

La acción va luego a Montana, donde Lucy (Jean Malone) dispara a James Sykes (Charles Haldford), un hombre que la ha perjudicado, lo cual que acaba yéndose con su hijo pequeño. La dura madre del hombre muerto (Dale Dickey) manda a sus hijos, Caleb (J. C. Bower) y Junior (Job Beavers), para que se venguen y le devuelvan a su nieto. El uno es un cretino impulsivo y el otro tiene más inteligencia y control.

De vuelta al río, el nuevo municipio de Horizon toma sus recaudos. Pero toda sensación de seguridad se borra cuando Pionsenay y Taklishim comandan una emboscada mortal, en contra del consejo de su padre (Gregory Cruz), un anciano que anticipa del peligro de la guerra. Hay matanzas de colonos e incendio de casas.

Tal vez, la secuencia más visceral muestra a los indios acercándose a la casa de la familia Kittredge. Junto con un grupo de la comunidad, el padre, James (Tim Guinee), y su joven hijo Nate (Hayes Costner) intentan contener a los atacantes mientras la madre Frances (Sienna Miller) y su hija Lizzie (Georgia MacPhail) se esconden bajo las tablas del suelo.

Tarda una hora de metraje en aparecer Costner como Hayes Ellison, un hombre taciturno, especie de "vagabundo sobre silla de montar". Quiere dejar la violencia, pero es un excelente pistolero y responde a las provocaciones.

Luego vendrán otras historias que incluyen el amor, la rivalidad e incluso la caballería al galope. Continúan llegando oleadas de colonos, a pesar de las duras condiciones de vida. Y las tramas y subtramas se van abriendo, como si fuera un gran puzle que, se entiende pronto, ha de tener su continuidad en el futuro de Horizon.

De modo que Costner ofrece horas de anécdotas, haciendo cortes transversales entre grupos de personajes, apareciendo en situaciones que se abandonan con rapidez, con una descripción general de la vida en la pradera. Parece pedir al espectador que construya su propia historia de fondo de lo que está viendo.

Obra ambiciosa y serpenteante. Pero que no llega a conmover. Muy ocupada estableciendo líneas narrativas y resolviendo situaciones que no parecen conducir a ningún lugar especial.

Los dos enormes tiroteos que abren y cierran Horizon dan la oportunidad al músico John Debney de elaborar una partitura clásica de corte arrebatador, con otros ocasionales instantes de épica y romanticismo. Hay también momentos intimistas y reflexivos. Se ve la economía narrativa, y la presencia de secundarios de fuste (como Michael Rooker o Danny Huston), que le dan enjundia a la cinta.

Muestra paisajes estadounidenses vírgenes bellamente fotografiados por James M. Muro, con acantilados rojos, valles verdes y llanuras abiertas que proporcionan un hermoso fondo. Ubicaciones de Utah, partes del suroeste y Montana. Los elementos de diseño de época evocan el entorno muy bien.

 

OPEN RANGE (2003). Charley Waite, Boss Spearman "Button" y Mose Harrison conducen ganado por las grandes praderas del oeste americano, probando abandonar su pasado en aras a una vida honesta. Tienen como ideales la justicia y la lealtad, lo cual que procuran a toda costa evitar la pendencia y la violencia.

Pero su visita a la ciudad fronteriza de Harmonville, lugar dominado por un enérgico y dictatorial ranchero a cuyo servicio trabaja el corrupto sheriff local, cambiará sus vidas y los va a forzar a utilizar las armas en una batalla desigual.

Impecable ejercicio de dirección de Kevin Costner, vertebrado por un guion muy bien escrito por Craig Storper (adaptación de la novela de Lauran Paine). Acompaña una música envolvente y sugerente de Michael Kamen junto a una gran fotografía de James M. Muro. Filme bellamente realizado.

El reparto es de los muy buenos con un estupendo Costner como vaquero atormentado e introspectivo, Robert Duvall, que brilla con personal fulgor en su papel, Anette Bening, Abraham Benrubi, James Russo, Michael Gambon, Diego Luna o Michael Jeter, todos conjuntados y convincentes.

Como buen western, el filme nos obsequia con el tiroteo más realista e impresionante que se ha visto en el cine en mucho tiempo, sin rastro de digitalización, plan crudo y feroz, a sangre y fuego. Una de las mejores refriegas en formato western.

Rodada en exteriores, alcanza elevadas cotas de belleza y espectacularidad a campo abierto. La película es pura naturaleza agreste y contacto con inclemencias naturales de todo tipo, donde la lluvia se utiliza como metáfora del sufrimiento ante la injusticia.

Esta cinta es un prodigio del género y su visionado se hace con gran interés, sin pestañear.

 

BAILANDO CON LOBOS (1990). Película importante, de las que dejan huella. Dirigida magistralmente por K. Costner y vertebrada por un elaborado guion de Michael Blake (novela homónima del propio Blake, “Dances with Wolves” de 1988; Oscar a dirección y guion).

La trama narra los acontecimientos vividos por un desilusionado teniente John J. Dunbar, que se dirige a un puesto fronterizo abandonado por los soldados. Todo ello ocurre después de la Guerra de Secesión (1861-1865). Con todo el tiempo del mundo por delante y en un lugar árido y tedioso, Dumbar toma contacto con los indios sioux, con los cuales establecerá una relación de respeto y amistad.

No solo logra revivir el género del western, que había atravesado una década difícil en los años ochenta, sino que también marca uno de los mejores debuts de un director en la historia del cine. La película es un cúmulo de aciertos, tanto en forma como en contenido, ofreciendo una experiencia cinematográfica conmovedora.

Con estilo fresco y natural, Costner sabe introducir al espectador en una sencilla historia contada con magisterio. Esta es otra de esas películas que sirven de pedagogía para entender mejor las costumbres, maneras y formas sociales y de comunicación de los indios en el lejano Oeste, en plena colonización.

Un canto, un homenaje a la naturaleza y a los animales. La importancia del caballo y de los bisontes están presentes siempre. No es sólo una película pro india, es más, apela al respeto por los recursos naturales. Muestra la lucha por la supervivencia en un mundo donde los pueblos indígenas también se enfrentan entre sí.

Costner es el protagonista y valor primero del reparto junto a otros actores de nivel como Mary McDonnell o Graham Greene, actor canadiense de ascendencia mestizo/amerindio oneida. Todos estupendos dan veracidad al relato.

La fotografía de Dean Semler es preciosa y la partitura de John Barry se encuentra entre sus mejores trabajos musicales para el cine.

La película se ve bien, aunque no habría estado de más pulirla un poco y adelgazar las tres horas de metraje que en algún momento puede provocar el cansancio del espectador, que no el aburrimiento.

Esta es otra de esas películas que hablan de manera veraz y pegada a la realidad, sobre la antropología de los nativos de América del Norte. Sin duda ha tenido la influencia de otras películas equivalentes que trataron esta temática magistralmente como Pequeño gran hombre o Un hombre llamado caballo, ambas de 1970.

Película que trasciende géneros y nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza y con los demás. Una verdadera joya del cine.