Hace poco vi una película que me recordó a otra similar vista años atrás. La que he visto y de la que hablaré más abajo es Los jóvenes amantes (2021), de C. Tardieu; la otra se titula Cuarenta quilates (1973), de M. Katselas. En ambas se aborda el amor entre una mujer mayor y un hombre joven.
LOS JÓVENES AMANTES (2021). Shauna y Pierre vuelven a encontrarse pasados quince años de su primer encuentro. Ella es una hermosa y elegante arquitecta retirada y él un médico casado felizmente y con hijos. Él la había visto solo una vez, mucho antes de caer en un flechazo inapelable. Seres seducidos el uno por el otro, reconectan e inician de nuevo la aventura. Pero les acecha el fantasma de la diferencia de edad: ella tiene 71 años y él 45. Viuda, madre y abuela, Shauna necesita reafirmar que es una mujer atractiva, cautivadora y plena. Él casado y con familia.
Muy pronto Pierre contará la verdad a su esposa e intentará que esa relación iniciada furtivamente se consolide. El contexto no es sencillo: además de la crisis familiar que desata la noticia, el vínculo empieza a tambalear muy pronto.
Lo que experimenta Shauna no es una falta de deseo, a pesar de estar acostumbrada a una vida en solitario. Sus sentimientos son, de una parte, de sorpresa y de otro lado, la indecisión determinada por los prejuicios. De modo que el planteamiento de la historia tiene su interés pues apunta a la interrogante de si una septuagenaria puede tener aspiraciones amorosas estables con un hombre cuarentón.
Antes de su muerte, la directora y guionista de origen franco-islandés Sólveig Anspach estaba en una historia de amor mujer madura-hombre joven, inspirada en la historia real de su madre. Pero ha sido francesa Carine Tardieu quien reelabora ??el guion la dirige. Un emotivo y delicado drama romántico protagonizado por Fanny Ardant y Melvil Poupaud.
La película comienza de manera una manera un tanto errática, de modo que le cuesta un poco encontrar el foco, centrarse, y alcanza su velocidad de crucero en la media hora final.
La historia
Shauna y Pierre se conocieron por vez primera en el hospital donde estaba a punto de morir su mejor amiga Pierre trabaja como médico. Hay dulzura y un intercambio instintivo en este encuentro. "Me hace bien", les responde Pierre a sus amigos.
Quince años después, Pierre está casado con Jeanne (Cécile de France), tiene dos hijos y es investigador. Los giros del destino lo llevan a encontrarse con Shauna, ahora una señora mayor, que a los 70 años cree haber cerrado el capítulo romántico de su vida.
La película retrata con delicadeza su gradual acercamiento (ella es 25 años mayor que él), entre sentimientos de pudor, atracción, agitación, pensamientos agradables, mensajes divertidos y manos entrelazadas.
Pierre tiene una familia a la que ama: su mujer está dispuesta a pasar por alto la situación, pero se sorprende al descubrir la edad de su amante. Pero acaba por entender esa es la realidad y no una mera aventura.
La Tardieu y el amor entre edades dispares
Carine Tardieu desmonta clichés en torno al amor en esta película, un amor entre personas de edades muy dispares. Lo hace de una manera sutil y emocionante. Lo cual que la película funciona muy bien, también por la química que se da entre Ardant y Poupaud.
Tardieu demuestra su maestría gestionando las emociones sin salirse de la plantilla y del esquema de lo que podríamos llamar cine romántico francés, una cinta abierta a un público de todas las edades, gustos y condición.
Un amor que enseguida se viste con la fuerza del cariño con que la cineasta cuida a cada uno de sus personajes, que quedan envueltos en una suerte de tierna elegancia. La Tardieu hace auténticos malabarismos con los tópicos y acierta a inscribirse en la contemporaneidad con un tema arriesgado.
Las escenas de cama son delicadas, finas y a la vez prudentes, y nuestra directora demuestra delicadeza, y se confirma como alguien que dignifica la “tercera vía”, o sea, un cine comercial y de autor de incontestable calidad, que encierra también algo de crítica social.
El filme acierta igualmente a acercarse a temas como la reconquista del amor perdido y, en particular, la crisis del hombre de mediana edad, sus temores y vacíos (“crisis de los cincuenta”, etc.).
En el reparto Melvin Poupaud está convincente como protagonista, pero la película es mucho de Cécile De France, que encarna a una mujer despechada que acaba resignada; y, por supuesto, es decisivo el rol interpretado por de Fanny Ardant que es la figura nuclear; también la hija, encarnada por Florence Loiret-Caille. Los personajes transmiten humanidad, el flechazo, la ternura y la emoción de los enamorados.
Recuerdos de otra película similar y edad cognitiva
Esta una película que me ha recordado a la que ahora comento: “Cuarenta quilates” (1973), una mujer de 40 años que se siente atraída por un joven de veinte. Él le explica que tener 40 años tiene más valor, como un diamante de 40 quilates. Y de ahí el título.
La señora de esta película tiene más de 70 años, o sea, 70 quilates, una maravilla de la joyería romántica contemporánea. Actualmente, los diamantes tienen más quilates.
Ser adulto mayor es una cuestión generacional y de época, más que de DNI. Hoy las personas mayores están en mejor forma, más activas e ilusionadas que los mayores de una o dos generaciones atrás. Y las señoras han subido unos peldaños en la mágica escalera de la edad, índice que hoy se entiende mejor desde lo que se conoce como Edad Cognitiva o “edad subjetiva”: la ciencia ha comprobado que la edad está sobre todo en el corazón y en el espíritu.
Publicada más extenso en revista de cine ENCADENADOS.
CUARENTA QUILATES (1973). Era muy joven y Liv Ullmann era una de mis actrices favoritas, sobre todo por las películas que hacía con Ingmar Bergman. Y cuando vi el anuncio de esta película con la Ullmann encabezando cartelera (también por cierto Gene Kelly), me metí de cabeza en la sala.
Ann Stanley es una mujer divorciada que vive en Manhattan junto con su hija Trina y su madre Maud. Es conocida por su trabajo como comercial de pisos de lujo en Nueva York y por su estricto carácter. Es por ello que nunca ha tenido pareja desde que se divorció del actor Billy Boylan (Kelly), aunque entre ellos hay una buena amistad.
La cuarentona Ann conoce por una casualidad al joven Peter Latham a quien dobla en edad. Al comienzo ella se muestra reticente pero posteriormente accede y decididos a disfrutar un tiempo juntos, inician un romance durante un tiempo de veraneo en Grecia.
Cuando Ann vuelve a su hogar la gente nota el cambio de actitud que se ha producido en ella: ahora es más agradable y amable con los demás. Lo que la gente no se espera es que esto sea a un breve romance en las playas griegas. Ella piensa que no volverá a ver al joven, que fue una aventura sin más. Pero queda atónita cuando Peter llega de visita decidido a continuar el romance. Aunque su hermana, su hija y su exmarido apoyan la relación, Ana no está muy segura sobre planear un futuro junto a su joven amor.
Cuando ella le dice que tiene cuarenta años, él le responde que cada año es un quilate y que ella es un diamante de 40 quilates: ¡vaya ocurrencia feliz! Ya me habría gustado a mí estar en los brazos de Liv y decirle lo de los quilates.
Basada en una obra teatral muy famosa, resulta curioso que diera el paso a la pantalla grande de manera tan discreta. Un director no muy conocido y un reparto un tanto curioso, lo cual no significa que la película sea mala. Pero habiendo podido ser una estupenda cinta, se queda en una simpática comedia romántica sin mayores pretensiones.
El doblaje de la época es delicioso y las actuaciones de todos los actores muy competente.
Me encantó ver a Gene Kelly en un papel secundario como el exmarido que incluso le da permiso a su exesposa para que prosiga su romance con el jovenzuelo: ¡todo un caballero!
En fin, la peli es de medianía, con un Milton Katselas, director poco prolífico, que cumple y que con esta peli me dio el gustazo de mi adolescencia.