El alimento y el comer es un capítulo importante de la existencia humana. Todas las ciencias sociales y médicas han alzaprimado el valor del alimento.
Para que veamos cuán antiguo es el valor de la comida me permito remontarme miles de años atrás, a uno de los libros más interesantes del Antiguo Testamento: el Eclesiastés. Su narrador se autodenomina Kohéleth y es atribuido al rey Salomón (970 a. C.) En sus páginas, muy austeras, pueden leerse no obstante sentencias que consideran el comer y el beber como una bendición de Dios y una forma de disfrutar de vida.
Afirmaciones como: “No hay nada mejor para el hombre y la mujer que disfrutar de su comida, su bebida y su trabajo (…) este placer, procede de Dios” (Ecl: 2: 24-26); “Es don de Dios que todo hombre coma y beba y goce del bien de su labor” (Ecl: 3: 12-13); “Vete, come tu pan con gozo y bebe tu vino con tu corazón alegre” (Ecl: 9: 7).
Y no tengo que aclarar la enorme importancia concedida en esta sociedad a la “oralidad”, a la buena mesa. Programas de TV (Máster Chef), recetas culinarias, programas de radio, etc., etc. Pues bien, a propósito de este tema, comento hoy tres películas interesantes: Repostero y chef (2023), de S. Tulard; Chocolat (2000), de L. Hallström; y Comer, beber, amar (1994), de A. Lee.
REPOSTERO Y CHEF (2023). Desde muy pequeño, Yazid, de origen magrebí, tiene una única y gran pasión: la pastelería. Yazid ha crecido en condiciones adversas, con una madre alcohólica y en centros y familias de acogida, habiéndose forjado un carácter fuerte e indómito. Para triunfar en el elitista mundo de la pastelería, el muchacho tendrá que superar sus traumas, cambiar de actitud y contener su mal genio.
El debutante Sébastien Tulard construye una comedia francesa con la firme voluntad de llegar al público, lo cual consigue. Pertenece además la película a un subgénero sugerente y atractivo: el cine culinario.
El guion de Cédric Ido está basado en la historia real del cocinero francés Yazid Ichemrahen, repostero y chef que persigue triunfar en esta especialidad. Su obra fue publicada en Francia con el título “A la belle étoile” (“Dormir al raso”), evidencia las dificultades por las que tuvo que pasar el protagonista.
Es un relato en varios tiempos que enfrenta una infancia y primera juventud complicada, solo iluminada por su pasión por hacer pasteles, el salto a una familia de acogida y el comienzo de una carrera en la cocina profesional.
En el intenso combate que se establece entre realidad social versus relumbrones culinarios gana la parte más emotiva de sus orígenes, que resiste bien el riesgo del sentimentalismo, sobre todo en la parte del centro de acogida. Estupenda fotografía de Pierre Dejon, se acompaña de una música sugerente de Brice Davoli, con episodios de rap.
Interesante descripción de la trastienda (y los roles internos) de las cocinas de afamados nombres y prestigio, el protocolo y los rituales culinarios, y hay hasta un concurso de cocina.
Una historia esperanzadora y estimulante bien protagonizada por Riadh Belaïche (personaje conocido en las redes sociales como Just Riadh) que aquí, como actor hace un magnífico trabajo y logra sintonizar con el público.
Resulta muy atrayente el lema de "Basada en una historia real", lo cual da una sensación de realismo y fundamento al triunfo y el éxito. Efectivamente, es en un centro de detención de menores donde cristaliza la vocación de Yazid por la repostería, lo que le permite apartarse de las malas compañías y comenzar su carrera presidida por el tesón.
En el plano psicológico pone en claro la importancia de las figuras de apego y sostén en los primeros momentos de la vida, lo cual el no tuvo, pero que luego pudieron compensar sus padres adoptivos. De ahí la importancia en el filme de las familias de acogida como auténticas tablas de salvación.
Incluye también ciertos momentos curiosos y llamativos que muestran la concentración de Yazid a la hora de crear sus postres, un mundo donde sólo existen él, los ingredientes y su enorme inventiva y empeño para conseguir un plato único.
No en vano la cocina y más en concreto la repostería, a más de ser actos culturales, precisan igualmente de una importante formación y experiencia, junto grandes dosis de creatividad para pensar fuera de lo ya sabido y generar dulces ideas originales.
Por supuesto, la obra es igualmente una crítica social referida a la pobreza y la marginación que padecen muchos infantes, así como las dificultades de inserción laboral para personas venidas de otras culturas y etnias distintas.
En suma, Tulard dirige con una cámara ágil y dinámica, un híbrido atractivo, entre el documental y una especie de realismo mágico francés, que magnifica e idealiza la labor del chef.
Publicado en revista ENCADENADOS.
CHOCOLAT (2000). Agradable película del director sueco Lasse Hallström, que tiene todas las características de un cuento de hadas. Una cinta para disfrutar del buen cine y de una fantasía exuberante donde no falta el chocolate y el amor. Una de esas obras que te da exactamente igual que sean irreales, como tampoco importa que sus personajes sean tan adorables y maravillosos.
Además de la excelente dirección y un libreto magnífico (R. Nelson y J. Harris), tiene una sensacional fotografía de Roger Pratt y una música melancólica, cercana y rayana a lo folclórico, notas hermosas de Rachel Portman que embriagan casi tanto como los bombones.
A Lansquenet, un pueblo francés ultrareligioso y ultraconservador, donde nada ha cambiado en las últimas décadas, arriban dos forasteras: Vianne Rocher (Juliette Binoche) y su hija Anouk (Victoire Thivisol). Vianne monta una chocolatería repleta de apetitosos dulces, lo cual despierta los apetitos ocultos de los habitantes del lugar. Además, Vianne sabe captar los deseos de la gente y darles el dulce exacto a cada cual.
Cinta que reivindica los placeres eternos, por encima de su incierto y despreciable carácter pecaminoso: el sexo, la comida, el chocolate, los amores tardíos, el baile, un beso, hasta el sabor dulce de la muerte.
Muy buenas interpretaciones, estupenda Juliette Binoche, que con su varita mágica de chocolatera afrodisíaca resuelve problemas y hace revivir a un pueblo lleno de vida subyacente, está paralizado por un alcalde patético (bien Alfred Molina). Destacan también Judi Dench, Carrie-Anne Moss, Lenna Olin o Peter Stormare en un reparto en el que Johnny Depp tiene un papel como truhan de buen corazón y viajero.
COMER, BEBER, AMAR (1994). Reconocida película del gran Ang Lee, que rodó en su momento esta bonita comedia de penas y alegrías. El protagonista es Chu, un viejo y reputado cocinero chino viudo y con tres hijas muy distintas entre sí, pero con algo en común: la rebeldía. Las jóvenes (Jen, Chien y Ning) son muy difíciles de llevar.
La trama deviene complicación con la aparición de otros personajes y acontecimientos dispares espinosos: una gruñona viuda que llega al apartamento de al lado, alguien queda embarazada, otra en una profunda depresión, alguien muere y el de más allá encuentra el verdadero amor.
Historia emocional, sentimental, bella, deliciosa, nunca mejor dicho, pues en la vida, como en la cocina, al final lo que cuenta es el sabor. Es una cinta donde el viejo chef Tipei cocina ricos platos de la cocina tradicional china para sus tres hijas. Lo hace desde siempre, pero ahora las muchachas ya son mayores y están a punto de emprender el vuelo para intentar encontrar su independencia y su lugar en el mundo, algo nada fácil.
Lee nos hace cómplices del sabor agridulce de esa familia taiwanesa que se comunica, interactúa y debate alrededor de la mesa y de los exquisitos sabores de un cocinero que es todo un mago de los fogones, al que llaman desde los mejores restaurantes para dar el toque exacto a un plato o enmendar un error de los cocineros.
Es buen cine, tiene un estupendo guion del propio Lee junto a James Schamus y Hui-Ling Wang, con un desarrollo ágil, que habla de la calidez, de la familia, de cómo lo importante está en las cosas pequeñas, en lo que puede parecer nimio y sobre todo en el cariño a los otros.
Película natural y fresca que sabe ahondar en el interior de los personajes con sutileza, con encanto y simpatía. Es peli para verse más de tres y cuatro veces. Siempre alrededor de la mesa. Te dejará seguro un buen sabor de boca.
Un festín cinematográfico que no sólo divierte y entretiene, también te hará sentir hambriento, y no sólo de comida.