El lunes siete de agosto/23, la familia de William Friedkin confirmó su fallecimiento a los 87 años. Nos deja un legado de más de cincuenta películas y una carrera con títulos importantes. Nuestro director se ha marchado con las botas puestas. Siempre su ojo tras la cámara y el espíritu ansioso de nuevas historias que contar.
Los inicios en el cine
Su documental The People vs. Paul Crump (TV), sobre un preso negro condenado a muerte ganó el gran premio en el Festival de Cine de San Francisco en 1962. Después de eso, Friedkin se fue directo a Los Ángeles.
El primer encargo de Friedkin como director de largometrajes fue Buenos tiempos (1967), dedicado a la pareja musical Sonny y Cher. Siguió con The Birthday Party (1968), con Robert Shaw en el papel principal, y La noche del escándalo Minsky's (1968), sobre una joven que abandona la estricta comunidad "Amish".
Le siguió Los chicos de la banda (1970), adaptación de una exitosa obra de Mart Crowley, en la cual nueve chicos se reúnen para una fiesta de cumpleaños.
Pero el gran éxito le vino a Friedkin en los años ‘70 con The French Connection. Contra el imperio de la droga (1971) y El exorcista (1973). Pero a diferencia de otros directores de aquella década (Peter Bogdanovich o Francis Ford Coppola), no supo mantener el ritmo ni el éxito en años posteriores. Tuvo que mantenerse trabajando para la televisión, en los ’90.
Ya en 2000 rodó The Hunted (La presa) (2003); Bug (2006) y Killer Joe (2011), además del documental The Devil and Father Amorth (2017), centrado en el tema de El exorcista. Cómo no: esa película fue un bombazo que recaudó 500 millones de dólares en todo el mundo, una cifra brutal para la época, en lo que se denominó Nuevo Hollywood, junto a otros muy grandes como Martin Scorsese o Polanski, que provocó cambios en las formas de ver y hacer cine.
Friedkin innovó como director con su The French Connection, que implicó una nueva era de aproximación al género policial, tanto por lo que cuenta como por los aspectos técnicos de planos, que aún hoy todavía se tienen en cuenta.
Vino luego El exorcista, una manera de terror para adultos con dosis sobrenaturales e incluso teológicas, que no es sólo sangre y miedo, es el mismísimo satán en el cuerpo de una inocente niña.
Declive
Siguió a su filme El Exorcista, una etapa turbulenta; ya en ese entonces, en 1977, tuvo la pésima idea de rodar Carga Maldita, remake del clásico francés El salario del miedo (1953), de H. G. Clouzot, una obra en absoluto comparable a la primera y que la mayoría de los críticos la encontraron larga y poco emocionante.
Al poco, de forma igualmente adversa, dirige El mayor robo del siglo (1978), que supuso el fracaso y la caída del triunfal hasta entonces Friedkin.
En los años 80 filmó: A la caza (1980), con Al Pacino como un detective que se infiltra en los bares de homosexuales; esta película provocó el rechazo de los colectivos gays que frustraron el estreno.
Tampoco destacó El contrato del siglo (1983), una farsa sobre traficantes de armas; y en 1985, Vivir y morir en Los Angeles, un thriller intenso, películas todas de medianía.
Comentarios sobre sus películas principales y otras menores
Dedico unas líneas a sus dos principales producciones; y me referiré también a otras dos de menor valor; pero de todo hubo en la vida de este director que elevó prontamente el vuelo para luego caer gradualmente.
THE FRENCH CONNECTION. CONTRA EL IMPERIO DE LA DROGA (1971). Jimmy Doyle y Buddy Rosso son dos policías en Nueva York que siguen la pista de una red de narcotráfico.
El primero, un poli intuitivo, sospecha de una confitería de Brooklyn. No tardarán Doyle y sus hombres en seguir al confitero, que los conduce hasta Nicoly y Charnier, dos franceses recién llegados a Estados Unidos.
Película sensacional que incluye una de las mejores escenas de persecución, de siempre jamás. Pero además es una sensacional película, lo cual a veces se olvida.
Pero más allá de capturar el pánico en las calles con florituras de cinéma-vérité, la película fue una exploración de la ambigüedad moral: el policía sucio y racista de Hackman, con todos sus defectos, contrasta con un capo de la droga afable y escurridizo, interpretado por el actor Fernando Rey.
La actuación de juventud de Gene Hackman fue sensacional y ganó un Oscar, y también ganó los Oscar a la mejor película, dirección, guion adaptado y montaje. Sin olvidar a nuestro célebre villano Fernando Rey. Película que es toda movimiento, violencia y suspense.
Friedkin acometió esta cinta con tal seguridad y decisión, que dejó al público boquiabierto. En cierto modo, toda la película es una persecución. Contrabandistas y policías dan vueltas sin cesar oliéndose unos a otros. Esta persecución y acoso se acelera a veces, como en la célebre secuencia del coche y el tren.
Un elemento clave del filme es Hackman, pues, aunque ya era conocido, French Connection lo lanzó una larga y fructífera carrera como actor estrella. Con Popeye Doyle, se convirtió en Hackmann en una determinación aterradora, con el frío arrojo de ganar a toda costa, caiga quien caiga.
En fin, cine electrizante, sólido, lleno de policías corruptos, seres astutos y acción explosiva.
EL EXORCISTA (1973). Una niña de doce años pasa por diversos trances sobrehumanos y su madre, tras muchos médicos que no le solucionan nada, decide acudir a un cura con formación psiquiátrica, que además es exorcista.
El sacerdote decide que la niña está en plena posesión demoníaca y se apresta a practicar un exorcismo, que es un sortilegio, amén de peligroso, lleno de rituales y sotanas manchadas de vómitos y otros flujos corporales poco agradables provenientes de la niña poseída.
Buen guion de William Peter Blatty, adaptación de la novela del propio Blatty (Oscar), sonido tremebundo acompañando al diablo y a los truenos (Oscar), y efectos especiales y maquillaje, de los mejores de su época.
Linda Blair destaca en su papel de Regan McNeill, la niña poseída, ofreciendo una actuación aterradora; el célebre sueco Max von Sydow como exorcista o Ellen Burstyn, entre otros, conforman un reparto muy bueno. Y música del prodigioso Mike Oldfield.
La imagen se comercializó como una película de terror maldito-religioso profundamente solemne, con murmullos catequísticos y un enfrentamiento entre el bien y el mal. Pero lo que más se contaba era sobre la niña poseída, el vómito verde, la orina en el suelo o la cabeza que giraba sobre sí misma. Esa niña babeante convertida en una bicho repugnante y lascivo, con cambios de voz, pinchándose sus partes íntimas con un crucifijo y graznando sentimientos aterradores.
Inició una nueva era en el cine de terror y para una generación. Todo en ella hablaba de un miedo colectivo mayor, aunque inconsciente, un repelús, y quien más y quien menos, salía tocado de la sala.
EL MAYOR ROBO DEL SIGLO (1978). Como decía unas líneas antes, esta fue una película fallida que marcó el declive de Friedkin. Se encuadra la película en los años cuarenta y tantos y cincuenta, cuando un grupo de ladrones de acuerdan dar un golpe contra un furgón blindado de la empresa de seguridad Brink.
Está dirigido con profesionalidad por nuestro Friedkin, sin embargo, a la cinta le falla estrepitosamente el guion, adaptación de la novela The Brink's Job del escritor Noel Behn.
Las interpretaciones son correctas, y destaca el conocido de los telespectadores Peter Falk (Detective Colombo), sin olvidar al resto, entre otros Peter Boyle o Warren Oates. Lástima este elenco tan bueno en una película tan mediocre que fue un fracaso.
KILLER JOE (2011). Estamos en Texas. Un camello de tercera categoría, Chris, y su padre están pensando matar a su madre (y ex-mujer del padre) para cobrar un seguro de vida que ella tiene contratado.
Todo está motivado por las deudas de juego de Chris, a quien han jurado matar si no paga. Pero como ni padre ni hijo tienen capacidad ni agallas para efectuar el crimen, contratan los servicios de psicópata, “Killer Joe” Cooper, que alterna su condición de policía con el de asesino a sueldo.
Pero Joe se enamora de la hija pequeña de Chris y el filme toma unos derroteros que acabarán en una especie de salvajada tragicómica.
Dirección templada y un guion bien escrito por Tracy Letts, cargado de ironía; la música de C.C. Adcock acompaña el sarcasmo de la obra con un abrumador sonido; y la oscura fotografía de Caleb Deschanel crea un ambiente asfixiante.
En el reparto tenemos como pieza principal a un Matthew McConaughey que hace un notable trabajo con registros encomiables que se hunden en lo más sombrío del corazón humano, y que sabe transmitir el miedo y lo siniestro en estado puro. Grandes los actores acompañantes: Thomas Haden Church, Gina Gerson, Emile Hirsch Juno Temple, como joven cuya belleza e ingenuidad la hacen irresistible.
Friedkin supo construir una buena comedia-thriller negra, que se ve muy bien, que es excesiva pero tolerable, que tiene momentos de humor, que sabe llevar a un nivel “diferente” lo habitual.
Cerrando
Aunque Friedkin fue un director sonado la impresión es que, tras sus éxitos iniciales, nuestro cineasta rodó pendiente abajo y ya no volvió a tener el fulgor de sus comienzos.
Quizás Friedkin pudo hacer más de lo que hizo, pero lo que hizo merece el máximo respeto. Se ha ido un grande, uno de los representantes más dotados del Nuevo Hollywood que revolucionó para siempre la industria del cine.
Falta por ver su última película, The Caine Mutiny Court-Martial (2023) (película basada en la obra de Herman Wouk), a primeros de septiembre en el Festival de Venecia, donde lo han acogido con sus tres últimos trabajos y donde en 2013 le entregaron el León de oro a toda una carrera.
Más extenso en revista de cine ENCADENADOS.