Siendo ahora algo muy común en el lenguaje el añadir a los sustantivos el sufijo -ismo cuando se nombran doctrinas, sistemas de creencias, escuelas artísticas, políticas, etc., como, por ejemplo, “sanchismo”, -esto es, PP y Vox son lo mismo-, surge con fuerza un movimiento en la ciudad en esta temporada estival a lomos de un patinete.. Y es que en El Puerto de Santa María todo va sobre ruedas con una zona de ocio a tope donde a los clientes se les ha puesto hasta una extensa flota de patinetes para ir y venir. Sople usted aquí, por favor.

La situación es la siguiente en la noche portuense: cientos de niños y niñas mesetarios -muchos menores de edad-, con nulo conocimiento del código de circulación campando sobre estos artilugios a sus anchas hasta altas horas por las calles y bien puestos tras una noche a tope en los bares del pifostio montado en Puerto Sherry por un ‘avispado’ empresario&Co. Los ahora denominados ‘beach club’ lo están petando en ese puerto deportivo, otrora zona de relax y descanso, y mientras tanto quienes deben poner orden a todo ese caos haciendo mutis por el foro. La misma historia de siempre, es decir, rodilleras Decathlon y sobres generosos. Nada nuevo bajo el sol.



Desde hace unos pocos años a acá, las calles de los centros de las ciudades se están viendo invadidas, en detrimento de las tradicionales bicicletas, por los patinetes eléctricos de poco peso y velocidad y que han pillado a todas las Administraciones Públicas con el pie cambiado. Es también una situación de espacio ya que estas nuevas iniciativas empresariales de movilidad sostenible carecen de una regularización… ¿Por qué los restaurantes o los bares con terraza han de pagar una tasa por ocupar la vía pública y estas empresas no? Resulta también dañino para la imagen de la ciudad la estampa del patinete “revoleao” en cualquier esquina del callejero portuense y hasta en la playa se han llegado a encontrar tirados por cualquier lugar. Por otro lado es frecuente menores de 15 años y llevar pasajero, algo totalmente prohibido y que parece ser legal con estas empresas patineteras de las que disponemos. Además, aunque no sea obligatorio es recomendable usar casco y tener un seguro de responsabilidad civil, especialmente si tenemos en cuenta los casos de accidentes que se están dando y que han crecido exponencialmente.

Ante este panorama de impunibilidad hay que sancionar, oiga, pero hete aquí que todo se permite porque interesa que esa masa de población juvenil pueda desplazarse ‘sosteniblemente’ desde el chiringuito del amigo hasta su casa de alguna manera aunque sea con unas copichuelas de más y a riesgo de abrirse la cabeza. Mientras tanto el gremio de los taxistas a verlas venir…

Sea como fuere, el nene de camisa blanca “remangá” empatinetado se ha convertido en el nuevo atractivo turístico del verano portuense, ése mismo del de la bolsa de Mercadona y el del piso donde caben cuatro y meten a diez.

 Vamos mejorando.