Los tres mosqueteros

Por Enrique Flópiz
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“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.

Alejandro Dumas siempre ha tenido mucho predicamento en el cine, sobre todo con Los tres mosqueteros, también con El Conde de Montecristo. De nuevo, el cine francés quiere investir de “grandeur”, plan superproducción, una nueva mirada de los famosos mosqueteros. Pero la historia de esta obra de Dumas ha tenido un recorrido largo en el cine.

Por mencionar algunas versiones destacadas tenemos: Vuelven los mosqueteros (1953), de André Hunebelle, versión francesa en la que los elementos cómicos predominan sobre los dramáticos; Los cuatro mosqueteros (1974), de Richard Lester (1974), que desarrolla la historia tras el ingreso de D’Artagnan en los mosqueteros; Los tres mosqueteros (2004), de Donovan Cook, adaptación animada de la historia; o, Los tres mosqueteros (2011), de Paul W.S. Anderson, con gran ritmo y coreografías de esgrima.

En la entrega de hoy me referiré, sobre todo a la última: Los tres mosqueteros: D’Artagnan (2023), de M. Bourboulon; y también a Los tres mosqueteros (1948), de G. Sidney; y plan animación, D’Artacan y los tres Mosqueperros (2021), de T. García.

LOS TRES MOSQUETEROS: D’ARTAGNAN (2023). Estamos en el Siglo XVII, en una Francia donde la reina una mujer que se entiende con el duque de Buckingham, enemigo británico de su esposo el rey Luis XIII, rey bienintencionado pero inconsistente. El futuro del país está en juego por culpa de una infidelidad.

En la historia, D'Artagnan (Civil) (nacido en una familia noble de Gascuña), intrépido joven y llegado a París, tras algunos avatares y diversas circunstancias donde no faltan las citas a duelo, se une a Athos (Cassel), Porthos (Marmaï) y Aramis (Duris), tres valerosos mosqueteros del rey.

A partir de aquí, D'Artagnan se enfrentará a las turbias maquinaciones del cardenal Richelieu. Justo cuando se enamora de Constance Bonacieux (Lyna Khoudri), dama y confidente de la reina (Krieps). En el romance con la Bonacieux, D'Artagnan se expone fatalmente, pues esta pasión le conducirá a quien se convierte en su gran enemiga: Milady de Winter (Green).

Martin Bourboulon no renuncia al rigor histórico o literario, y pone en valor una exquisita ambientación tirando a tenebrista, con una oscura y sucia ambientación de la Francia del siglo XVII y un equilibrio muy conseguido entre acción, amoríos, maquinación política, narración genial y toques de humor.

Hay escenas y escenarios muy meritorios como el gran baile en Inglaterra al que asiste D’Artagnan con una misión muy difícil, recuperar unas joyas de la reina y llevarlas de vuelta a Francia con urgencia; impresionantes las persecuciones a caballo, peleas de espadas muy conseguidas o la boda del hermano del rey francés que es un lujo de cámara, acción, vestuario, intriga y escenarios muy bien elegidos.

El director Bourboulon y los guionistas y un libreto con fuerza y sentido de Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière, mantienen las peripecias clásicas, escenas de acción contundentes y subrayado de las intrigas políticas y cortesanas, lo cual confiere al filme unos rasgos propios, acordes con la obra de Dumas.

Los dos protagonistas importantes, D’Artagnan y Milady de Winter, son interpretados por un espigado y nervioso François Civil y Eva Green como mujer artera y misteriosa; ambos lo hacen más que bien, atractivos los dos.

A su lado el trío mosquetero, Vincent Cassel (nacido para ser el sobrio y atribulado Athos), Romain Duris y Pio Marmai; con Louis Garrel muy bien encarnando al Rey Louis XIII y Vicky Krieps, la reina adúltera.

El argumento, siendo conocido, tiene detalles curiosos, como el escaso peso del Cardenal Richelieu (Eric Ruf), la asombrosa circunstancia de que Porthos (Marmaï) tenga una inclinación hacia la bisexualidad o que el tradicional humor en duelos, peleas y otros comportamientos, se haya impregnado de rigor, negrura, chaparrón y alarde de cámara.

El ritmo de la intriga y el tono de la trama política, religiosa y bélica resultan entretenidos y le hacen bien a la atmósfera oscura de la historia. Habrá añoranzas a otras versiones, desde luego, pero esta versión está muy bien.

Puede que no estemos ante una gran película ni gran cine, pero sí es un cine muy bien hecho e inteligente, a la vez que orgulloso de aprovechar al máximo la gran pantalla para un público propiamente de sala de proyección. No parece que anteriormente haya habido ninguna versión sobre esta novela de Dumas con tantos avances técnicos y recursos cinematográficos.

Hay tomas de seguimiento inmersivas largas dentro de un marco visual que asegura que la visualización no puede ser tan impresionante en otro encuadre, que el espectador debe estar para disfrutarla de una sala de cine convencional y que no basta con el salón de su casa. Impresionante iluminación, en ocasiones con velas, para su máximo provecho.

Los hombres van con mosquetes y espadas, y las mujeres lucen corpiños y artimañas femeninas para seducir en esta historia del joven D'Artagnan de Gascuña.

Un producto francés de interés, llevado a cabo por un director solvente como Bourboulon (Eiffel, 2021), que debería ser todos para uno y uno para todos en taquilla.

Pasará D’Artagnan, por su valentía, por su mérito, su habilidad entusiasta y su entrega a la corona, de cadete a mosquetero de pleno derecho en un tiempo récord, ungido por el mismísimo rey como premio a sus muchos méritos.

Pero en la parte final, cuando ya parece que la cosa está por concluir, pero sin concluir, en el suspenso de la Parte I, hay un vuelco que dejará a muchos espectadores ansiosos por ver qué sucede a continuación.

Milady, que creíamos muerta en fatal caída por un acantilado británico, aparece de nuevo con sus malevolencias tras el hipotético trágico final. Milady rediviva.

La Parte II llevará su nombre, lo cual es una apuesta y una prueba, no sólo a que Milady sobrevivió, sino a una segunda parte que vendrá de nuevo llena de acción, suspense y entretenimiento. Vale resucitar a la atractiva y sugerente Eva Green.

Publicado más extenso en revista de cine ENCADENADOS.

 

LOS TRES MOSQUETEROS (1948). Esta versión de los mosqueteros es, sin duda, una de las mejores y más reconocidas. Un clásico del cine de aventuras con mucho esplendor, una fotografía de lujo de Robert H. Planck, la belleza de Lana Turner, un Gene Kelly sensacional, estupenda June Allyson, genial Van Heflin y la elegancia y armonía de Gene Kelly al servicio del Technicolor de la Metro Goldwyn Mayer.

Como apunta Palomo: "El lujoso look visual de la Metro da vida a las aventuras de los mosqueteros y sus apasionantes y dinámicos duelos a espada”, con una coreografía como si la película fuese un musical.

Es una película clásica, de las se recuerdan siempre, con el sabor añejo del mejor cine clásico, redondeado con un reparto sensacional.

Sentido cinematográfico de la acción y un ritmo muy acertado, en esta cinta no hay tiempos muertos ni escenas superfluas. Tiene unos planos que muestran a las claras las coreografías (excelente lucha entre D’Artagnan y Jussac), a lo cual se une un montaje temporalmente cohesionado y de planos equilibrados. Todo ello consigue una unidad en la narración, acompañada del ritmo de la película.

Una de esas películas que perduran en el tiempo porque acertaron a innovar y ofrecer una nueva mirada al cine de aventuras, con una hibridación de géneros y subgéneros difícil de conseguir.

 

D’ARTACAN Y LOS TRES MOSQUEPERROS (2021). Bonita cinta de animación de Toni García que cuenta la historia de D'Artacán, un ser ingenuo e impetuoso que marcha a París para convertirse en Mosqueperro, su anhelado sueño de siempre.

Allí conoce al ratón Pom, un amigo fiel; y se une a los famosos mosqueperros (Athos, Portos y Aramis); también tendrá su amor con Juliette; quedará pasmado con Milady, famosa gata espía; y se enfrentará al perverso Cardenal Richelieu. Y Rofty, el corcel de D’Artacán, que lo salvará de más de una situación arriesgada.

Conserva la frescura de una serie de televisión de los años ochenta de Claudio Biern Boyd y el mismo T. García, conserva lo esencial de aquella producción para TV, y sigue la estela de la obra de Dumas y sus mosqueteros.

Está hecha con lo mejor en técnica de animación, movimiento y sonido. Sin embargo, conserva su contenido naif y una buena propuesta ética, basada en la lealtad del «uno para todos y todos para uno», lo cual hoy es muy conveniente en un mundo desunido e individualista.

Tiene una sencilla trama, los personajes son los tradicionales, los buenos y los villanos, y con el ya habitual “macguffin” de las joyas de la Reina y la probable guerra entre Francia e Inglaterra.

Tiene pues su gracia, muy recomendada para niños, sobre todo, aunque no únicamente, con una animación aparentemente preanalógica que puede devenir nostalgia.

 

Enrique Flópiz

Enrique Fernández Lópiz. Nacido en El Puerto de Santa María, es Licenciado en Psicología por la Universidad Pontificia de Salamanca y Doctor en esta disciplina por la Universidad de Granada, donde es Profesor Titular del Departamento de Psicología Evolutiva. Cinéfilo desde siempre, escribe críticas cinematográficas desde hace dos décadas en diversos medios escritos y digitales.