En 1995 el periodista Manuel Rivas publicó una sorprendente colección de relatos que le daría el Premio Nacional de Narrativa y el honor de haber firmado un libro de culto.

Dieciséis historias breves que tenían como escenario la Galicia del siglo pasado y lograban trasladar al papel la complejidad de un mundo a caballo entre el realismo más descarnado y la veta mágica de aquel norte sufrido y misterioso.

No muchos años después, tres leyendas del séptimo arte harían posible la versión cinematográfica que bajo el título de una de las fábulas, La lengua de las mariposas, recogía algunos de esos textos en armoniosa conjunción.



La obra la rodó José Luis Cuerda (sí, el de Amanece que no es poco) con escritura de Rafael Azcona (el guionista de Berlanga, entre otros) y Fernando Fernán Gómez como actor principal: ahí es nada. La joya a la que dio lugar estuvo a la altura de sus orfebres.

Muy valiente había que ser para atreverse a encarar una dramaturgia de esos mismos cuentos de Manuel Rivas conociendo  el exitoso antecedente de la película, y es mérito que el grupo orensano Sarabela Teatro, para celebrar sus cuarenta años de existencia, lo intentase en una creación  que subió al escenario del Pedro Muñoz Seca el pasado viernes. Pero hace falta mucho más que voluntad para sacar adelante un proyecto de esa ambición y el resultado de lo visto en el teatro de El Puerto no alcanzó ni de lejos la excelencia.

Durante la obra.

La trama principal avanza renqueante, con escenas algo arbitrarias que nada contribuyen a la cohesión de la pieza y adolecen del ritmo necesario. Por momentos, daba la sensación de estar asistiendo a la representación de un grupo de teatro aficionado (con los mayores respetos, quede claro, al imprescindible arte dramático amateur).

Algunos cuadros están imaginativamente culminados, y es brillante el uso que hacen de la escasa utilería; como lo son los momentos corales, con ecos de viejos cantos tradicionales, que introducen con atinada afinación, pero esta Lengua de las mariposas no acaba de arrancar en la escasa hora y media de duración, se termina poniendo todo el peso emotivo en las circunstancias políticas y en el marco guerracivilista y queda fuera lo que la historia tiene de hermosa tensión intemporal entre la manchada veteranía y la limpia ilusión; entre las decepciones de la última etapa de la vida de un maestro anarquista y los sueños de un niño humilde, hambriento de conocimientos y esperanzas.

El público, con todo, agradeció el esfuerzo de Sarabela Teatro con un generoso aplauso, y espera ya los últimos espectáculos de la temporada Invierno-Primavera 2023.