Ana Rizo (Tribuna libre).- Vivimos en la era de las tres “R” reciclar, reducir y reutilizar; pero a veces parece que esos verbos infinitivos se quedan solo relegados a los residuos, y nada más alejado de la realidad.
Tras la Conferencia Mundial de Medio Ambiente, celebrada en la ciudad de Río de Janeiro a principios de la década de los 90, quedó más que justificada la necesidad de reutilizar el entorno construido como estrategia de sostenibilidad. A raíz de ahí surgen diferentes proyectos dónde se elaboran marcos teóricos que ayuden a desarrollar políticas de infraestructura, energía y sostenibilidad. Sin embargo, pocos se llevan a la práctica, parece o resulta mucho más fácil destruir un edificio que conseguir darle un nuevo uso conservando su esencia artística.
Nuestra ciudad es un claro ejemplo de ello, llevamos décadas anunciando la muerte del centro histórico de El Puerto, sin embargo, como si fuera la “Crónica de una muerte anunciada” nadie puede hacer nada por evitarlo, demasiadas trabas legales, desidia o simplemente el desinterés juega en contra de la majestuosidad de nuestras Casas Palacios y demás construcciones arquitectónicas.
Algunos caen en el olvido, otros sufren durante años diferentes reformas, pero nunca llegan a encontrar su transformación definitiva y viven en continuo cambio; y otros en el mejor de los casos son restaurados y rehabilitados, aunque a día de hoy permanecen cerrados.
Sin embargo, un claro ejemplo de querer es poder, es la llegada de foráneos que deciden instalarse en nuestra ciudad e invertir en ella, enamorados de nuestra herencia arquitectónica, asumen su legado, su historia e identidad y la reinventan, dotándolas nuevamente de vida y usos.
Es el caso de Lola Martínez y César Jiménez, empresarios, mecenas y coleccionistas de Arte Contemporáneo; propietarios de la casa del que fue uno de nuestros más ilustres portuenses don Pedro Muñoz Seca, que a día de hoy es “Casa de Indias”, un Centro de Arte Contemporáneo donde se exponen obras de gran nivel artístico de carácter nacional e internacional. Gracias a ellos, a día de hoy sus paredes restauradas se vuelven a llenar de vida cada día con sus artistas residentes y con todos aquellos que visitan su espacio expositivo. Con esta labor, César y Lola, además de posicionar y promocionar nuestra ciudad más allá de nuestras fronteras a nivel nacional, hacen una apuesta por el reciclaje urbano, frente a la problemática del éxodo de los núcleos urbanos. Su pasión por El Puerto y su patrimonio, se contagia y a día de hoy son varias personas las que siguen su ejemplo.
Pese a que pueda parecer lo contrario, este concepto de “reciclaje de arquitectura” no es nuevo, ya desde el siglo XVIII se venía llevando a cabo con las conocidas Desamortizaciones, dónde los edificios que bien estaban en manos muertas o en desuso, se les otorgaba una nueva funcionalidad, es el caso del Monasterio de la Victoria, el cual ha sufrido diferentes usos a lo largo de su historia, adaptándose a las necesidades del momento y siendo una construcción viva que a día de hoy muere.
Es por ello que desde Unión Portuense apostamos por el reciclaje de nuestros edificios como ventaja para la rehabilitación del centro histórico de nuestra ciudad, invirtiendo en la puesta real en valor de nuestro patrimonio, de su significado y simbología, así como de su potencial artístico; aprovechando al mismo tiempo su estratégica localización dentro de nuestra ciudad.