Aurora, nada tiene que ver con la diosa romana, pero si con su significado, “amanecer”. Ese amanecer que esperan los hermanos de la Humildad y Paciencia cuando vean de nuevo la capilla abierta de par en par, esas primeras levantá de los pasos el Jueves por la mañana, esa plaza de España llena de hermanos con sus cordones morados y blancos orgullosos de tener ese acto que tanta afluencia arrastraba.
Cuando recibía la llamada de mi querido hermano Víctor (“Vititi”), una vez elegido capataz del paso de Ntra. Señora del Desconsuelo, para que me animara a ser su costalero, dude por un motivo, siendo hermano de la Macarena sacrificaba mi participación en la misma, pero Víctor se comprometió a llevarme a Sevilla por lo menos para poder verla aunque no saliera de nazareno.
Mi sorpresa fue el llegar a la igualá y ver mucha gente veterana, por un lado los jóvenes (Jacob, Rubén Ortega , Fernando, Carlitos Ramos, Juan Carlos, Abri, etc..) . Y en los más veteranos (Cristo, Oviedo, Patino, Rubio; David, Luis, Pescailla, Parra), ya me aviso “Capacha” (amigo y antigüo costalero del palio), que la cuadrilla de su virgen tenía mucha pureza. Así fue y me lo demostraron, a pesar de ser gente mayor, rápidamente nos hicimos una sola cuadrilla sin divisiones, todos trabajado con una sintonía perfecta para darle un paseo a la Virgen del Desconsuelo.
A pesar de ser Jueves Santo, estos hermanos humildes no dudan ni un segundo en disfrutar con riguroso respeto y recogimiento, estando presente aquellos costaleros que también forman parte de su cuadrilla del cielo (Piñi y German). Son muchas las historias y las anécdotas que contaban de esa capilla, que fue en tiempos pasados escuela de arte. El abuelo (Jesús Abelenda), quizás fuese el mejor guía, con su personalidad arrolladora hacía de las excursiones auténticas odiseas con los turistas que acudían.
Nunca pude vivir como costalero esas recogidas donde daban las tres de la madrugada, con el peculiar saludo del Señor a su Madre, esas chicotás eternas que intercambiaban los dos pasos, hemos perdido con el tiempo esa estampa, ese sello personal, aunque hemos mejorado muchas otras cosas, pero El Puerto esperaba la recogida de la hermandad como algo muy especial, siendo la antesala de la madrugá Portuense.
No dejemos de reconocer que gracias a su estancia en el Convento del Espíritu Santo, podemos contemplar una estampa inédita viendo esa entrada de El Puerto repleta esperando en la Bajamar la salida. Seguirla por su recorrido habitual, la calle Zarza en Obregón, con las saetas que se turnan al paso de María Santísima, en San Sebastián va cambiando la mentalidad de la cuadrilla porque lo más bonito está por llegar, la puerta de la capilla, momento de ritual, besos y abrazos, alguna que otra lagrima, que solo un hermano puede sentir y un forastero disfrutar, contemplando el sentimiento que puede llegar a transmitir un rincón que para muchos es su casa. Es en la calle Larga, cuando empiezan de nuevo ablandarse los corazones y bajar el ritmo de la cuadrilla para fundirse en las reviras por Chanca y Albareda. Se hace tarde, las monjitas esperan rezando, la hermandad se recoge y cumple un nuevo Jueves Santo, uno menos para poder volver a casa.
