Las películas sobre las que hablaré hoy, Dunkerque y 1917 han adquirido una notoriedad y un éxito de crítica y público que a mi modo de ver merecen sólo a medias. Porque las películas de guerra buenas no son meramente, como ocurre con estos títulos, alarde técnico, efectos especiales y artilugios con la cámara.
Las películas de este género deben tener una componente argumental y una dimensión dramática. Ambos extremos no pueden separarse, a riesgo de convertir un conflicto bélico en mera cacharrería, explosiones o disparos sin fin; o una película que deviniera dramón donde la guerra queda sin explicar. Argumento y drama son consustanciales en el cine bélico. Y en las dos películas de las que hablaré, hay predominio de la técnica sobre el texto y el drama; o sea, no veo la razón para tanto bombo y platillo como les están dando.
Al final de esta columna recomiendo algunas películas de guerra de las muy buenas, que son poco conocidas por el gran público. Porque hay vida después de Dunkerque y de 1917. Todo esto lo explico mejor a continuación y con mis recomendaciones al final de este escrito.
Cine bélico actual y de éxito
Paso a comentar a continuación las dos películas de guerra de mayor éxito en los tiempos recientes. Dunkerque (2016) y 1917 (2020). La primera es técnicamente perfecta, pero le falta encuadre histórico, pues ignora en su metraje las graves consecuencias que la derrota militar en Dunkerque habría supuesto para occidente. Esa retirada alertó a los EE.UU. para ayudar a Europa de nuevo, frente a los regímenes dictatoriales. Aquella retirada en masa, como dijera el Primer Ministro británico Winston Churchill, fue “un coloso desastre militar en el que el corazón, y el cerebro del ejército británico quedó aislado y a punto de perecer o ser capturado”.
Recomendación: si vas a ver esta película, consulta tus libros de Historia, una Enciclopedia o Wilkipedia para enterarte bien cómo fue el desarrollo de los acontecimientos. Sólo entonces cobrarán más sentido las imágenes del film. La segunda película, 1917 (2019), es un film al que asiste el público en masa y tiene excelentes críticas. A pesar de esto y de contar con gran presupuesto, la cinta es, a mi parecer, esquemática, efectista, tiene un guion deficiente, decorado teatral, humanismo falseado y un tratamiento irreal de muchas de las cosas que ocurren. Ahí van de forma más extensa, mis comentarios sobre ambas películas.
Cuenta esta película la llamada “Operación Dinamo”, con la que se logró rescatar por mar a más de trescientos mil hombres con la ayuda incluso de embarcaciones civiles que los llevaban a la costa inglesa. Ello fue posible por la inexplicable "Orden de alto" dictada por los alemanes que pararon su avance tres días.
El director Christopher Nolan (Batman) plantea de manera precisa un relato minimalista sobre la supervivencia. Cinta técnicamente impecable con un guion de pocas palabras. Los soldados pueden morir de cualquier manera: bombardeados, por unos disparos precisos o ametrallados por un avión. La imagen del hombre solo ante un abismo y consciente de su miedo. Hay tres aspectos meritorios para resaltar. El primero es que el espectador siente una escalada de tensión por efecto de una excelente banda sonora de Hans Zimmer, que parece seguir cada imagen de pavor gracias al llamado tono de Shepard, tonos bajos que asustan. La segunda cuestión meritoria es que la película no se excede con escenas sangrientas y truculentas.
El tercer aspecto es que Nolan acierta a integrar los efectos visuales sin que den la impresión de ser un artificio. La película coloca al espectador en diferentes encuadres: en un barco, en un avión y en las arenas infinitas de una playa de muerte; todo ello en situaciones paralelas: a) Un soldado que huye para salvar la vida a toda costa; b) un barco civil surcando el canal de La Mancha para rescatar soldados; c) el destino de un valiente piloto de la RAF en un viaje sólo de ida. La historia avanza a diferentes velocidades que sin embargo no despistan. Es una película coral donde no destaca particularmente ningún actor protagonista y donde todos hacen muy bien sus respectivos trabajos. Film que transmite de manera creíble los intensos sentimientos de pánico e indefensión de aquella tropa acorralada en Dunkerque.
El director británico Sam Mendes es un hombre de teatro y tal vez rueda esta película pensando más en un escenario que en la pantalla. El guion se inspira en historias de la I Guerra Mundial que contaba el abuelo de Mendes, que había participado en ella. Mendes cuenta en espacio y tiempo reales, y la cámara acompaña a los dos soldados todo el camino, registrando cuantos acontecimientos que les suceden. Hay momentos de turbación, brutalidad, compromiso y clemencia. Estamos ante una superproducción con cientos de extras, coreografía inverosímil, numerosos efectos visuales y un aparente plano secuencia.
El trabajo de sus principales protagonistas tiene calidad: George MacKay y Dean-Charles Chapman son actores de los se oirá hablar en el futuro. Sin olvidar la suntuosa música de Thomas Newman, que produce una fuerte impresión mientras acompaña las escenas de guerra. Pero Mendes lleva a la pantalla una guerra sin épica, por trincheras enfangadas llenas de cadáveres y ratas, donde no hay héroes ni villanos. Solamente dos soldados que corren sin parar para llevar un mensaje. Viaje plagado de trampas y tragedia.
Los frenéticos 'travelling' dentro de las trincheras recuerdan, salvando las diferencias, a Stanley Kubrick en “Senderos de gloria”; recurso que quiere reflejar el desamparo de quienes van a morir. Pero ni Mendes ni el cinematógrafo Roger Deakins nos hacen sentir ese espanto ni la claustrofobia de las trincheras. Y es que el virtuosismo de la cámara nos deja tan boquiabiertos que no reparamos en el sufrimiento de los personajes. Prueba de que la mera técnica no sirve, pues los espectáculos visuales y la puesta en escena de este film ahogan la narración; no logran hacernos sentir el sufrimiento de la tropa que dio la cara en aquella maldita guerra.
Hay mucho alarde técnico que interfiere lo emocional del film; también hay ciertas inconsistencias en el guion. De cual resulta un sumatorio de instantes a los cuales hay que sobrevivir y una carrera a ninguna parte, pues como advierte un oficial: “esta guerra no acabará mientras que permanezca un solo soldado en pie”.