[Lee aquí los capítulos anteriores] Gracias a mi amigo “El Bigotes”, comienzo a entender, apreciar u odiar, incluso a perdonar. Gracias a él, leo las noticias poniendo cara, no solo a los protagonistas, sino también a personajes de un pasado que algunos quieren destruir y otros, si no a alabar, al menos a olvidar.
Me enfrento a mi nueva vida en esta ciudad formándome una opinión sobre los que mienten y sobre los que desmienten, y como ocurre siempre, ni todo es verdad ni todo es mentira, nada es blanco o negro.
Allá en mi tierra, cuna de quienes usaban el veneno desde que el mundo es mundo, algo sabemos de esa política en donde el mejor contrincante era el que moría.
Hoy todo es distinto, las malas artes, esas que emplean la sutileza, ya no se usan, ahora se prefiere el insulto fácil, la mentira más vil y cruel, un juego sucio en el que todo vale.
Claro está que ahora es más cínico el tema, y ya no se emplean ni matones ni veneno, pero el objetivo es el mismo. Mentir, decir lo que sea con tal de acabar con el enemigo.
Siempre lloro en las películas donde la injusticia triunfa, con un final bonito para no dejarnos mal, pero con un desarrollo cruel en donde el malo hace sufrir al bueno, y se sale siempre con la suya. La realidad es distinta, y no hay finales bonitos.
Las mentiras triunfan sobre la verdad, y los de siempre, de un bando y de otro, pequeños aprendices de grandes hombres que mienten y debaten en nombre de todos, incluso en el mío, pues ahora ya sí, ya estando empadronado podré votar.
La suciedad de las calles se pone como ejemplo de mala gestión, y lo aplaudo, pero me advierte “El Bigotes” que el mismo que me da la razón, cuando gobernó tenia las calles más sucias que los de ahora.
Aplaudo cuando se denuncia el mal estado de las aceras, porque que a veces tengo que andar mirando al suelo para no caer en un asfalto que tiene boquetes, lozas rotas, y huecos de arboles inundados de barro. Pero me advierte “El Bigotes” que los mismos que sacan las fotos denunciando el mal estado, dejaban pasar los años cuando gobernaban con la misma desidia. No puedo comparar.
Como en las películas, me siento mal, pues veo que al fin y al cabo se acerca un tiempo en donde veremos muchas fotos denunciado el mal estado de mi ciudad, si mi ciudad, y el final será que no veré a ninguno, ni de un lado ni de otro, trabajando, solo mintiendo en uno u otro sentido.
Quizás estemos equivocados en cómo hay que hacer las cosas, aunque hay alguno que parece que llega el primero a la oficina y no la abandona hasta que su último empleado ha llegado a casa, y, aun así, también se le critica.