Irene Prats (Tribuna libre).- Mi nombre es Irene Prats, tengo 24 años y resido en El Puerto de Santa María. Fui repatriada junto con mi pareja, Jesús Dopico, en el Ferry de Grimaldi Lines desde Civitavecchia a Barcelona el día 24 de marzo a las 22:15 horas.
Una vez comenzaron a cerrar las fronteras de Italia, compramos un vuelo para volver a casa y al siguiente día nos lo cancelaron, ya que se cerraron todos los aeropuertos. A partir de ese momento comenzamos a ponernos en contacto por teléfono con el consulado español y consulado español en Milán y Roma. Su respuesta fue que la única forma de volver era por vía terrestre, pero no nos aseguraban que pudiésemos movernos por Italia, ya que eso dependía de las autoridades. Pensamos en la opción de que un familiar viniese desde El Puerto de Santa María hasta Módena (Italia), pero las autoridades italianas no permitían entrar en Italia.
Días después, tras mucho insistir nos informaron que la única forma era volver en coche propio o alquilado, el cual costaba 2.000 euros más gasolina y contando que solo conduzco yo, era demasiado. Mandé correo electrónico al Consulado de España en Milán, en Roma e incluso en Francia, que me comunicaron que no podía entrar en Francia ninguna persona que no tuviese residencia francesa (tampoco teníamos seguro que al intentar volver nos dejasen pasar). La única respuesta que recibí del Consulado Español es que alquilásemos un coche, y si no teníamos medios que la familia juntase el dinero para ello, lo cual no era factible. El Consulado Español en Roma me contestó pidiéndome nuestros datos para añadirnos a la lista de españoles en Italia. [La odisea de una portuense para volver a casa desde Italia]
El 22 de marzo recibí un correo del Consulado de Roma con la información sobre el Ferry de repatriación de españoles de Civitavecchia a Barcelona. Decidimos coger esa opción ya que era la única factible, teniendo en cuenta que el movimiento en Italia estaba bloqueado y los trenes se cancelaban día sí y día también.
Buscamos la forma de trasladarnos de Barcelona a El Puerto de Santa María, nos encontramos que los trenes estaban cancelados, y las pocas opciones que había de avión y autobús no eran compatible con nuestra situación, ya que viajábamos con tres Yorkshire y no había flexibilidad para ello. Buscamos la opción de un coche de alquiler, pero al contactar con las sucursales nos dijeron que estaban cerradas.
La única opción que quedaba era que mi padre viniese a recogernos desde El Puerto de Santa María al puerto marítimo de Barcelona, ya que al contactar con el Consulado Español me dijo que ellos no tenían ninguna respuesta para cuando llegásemos a Barcelona, y que ellos no podían darme ningún permiso por si paraban a mi padre. Llamé a la Guardia Civil de Cádiz y Barcelona y me comentaron que al no tener ningún medio de locomoción disponible esa opción se estaba dando como válida, siempre que llevase los papeles de justificación de desembarco en Barcelona por si le paraba la Guardia Civil, y que Barcelona no estaba cerrada. Como única opción decidimos arriesgarnos ya que las carreteras estaban llenas de controles y podían parar a mi padre en cualquier parte de España y no dejarlo continuar.
El día 24 a las 04:30 horas de la madrugada salimos de casa para coger tres trenes de Módena a Civitavecchia (salida del ferry), en el primer cambio de tren tuvimos problemas porque salía cancelado, pero conseguimos continuar el camino hasta llegar a Civitavecchia. Una vez allí tuvimos que ir andando (no había autobuses) 22 minutos (por GPS) hacia la Terminal de Grimaldi Lines, teniendo en cuenta que con siete maletas y tres mascotas no tardamos ese tiempo. Al llegar nos trasladaron a una explanada por siete horas, hasta las 20:30 horas o más, con grados bajo cero y sin ningún sitio cubierto (en la terminal no podemos estar tantas personas juntas). La llegada a Barcelona era a las 18:00 horas del día 25 de marzo, pero se retrasó hasta las 21:00 horas. Con la incertidumbre ya que en el barco no se podía utilizar el teléfono y sin saber si mi padre había podido llegar.
Afortunadamente mi padre llegó sin ningún problema, por lo que pusimos rumbo a El Puerto de Santa María. Al salir de Barcelona nos pararon los Mossos de Escuadra, le dijeron a mi padre que no podía circular, le comentamos que éramos repatriados en Barcelona desde Italia y no había otro medio para volver. Después de una hora retenidos, nos comunican que nos van a poner una denuncia a cada uno por el Estado de Alarma tan grave. La descripción de la denuncia es por ir tres personas en un coche, estando permitido en casos justificados y creo que no hay mayor justificación que la nuestra. Yo les digo que hablé con la Guardia Civil y me dijeron que la opción la estaban dando como válida, y su respuesta fue “todo eso lo ponéis en el recurso y solamente os he puesto una denuncia, que puedo ponerte dos o tres más”.
Desde mi propia experiencia no han hecho las cosas bien, porque una repatriación no es sacar a los españoles de Italia y dejarlos tirados en Barcelona, repatriar es conseguir que cada persona vuelva a su domicilio, no únicamente a su país. Yo he tenido la suerte de que mi padre ha podido y arriesgado, frente a todos los problemas, ir a recogerme. Pero hay muchas otras personas que han perdido trenes y aviones esa misma noche, sin hoteles ni lugar donde poderse quedar.
No veo justo que mi padre se haga dos mil y pico de kilómetros para venir por mí, porque no me han dado opción ninguna y es la única forma, y encima nos pongan tres denuncias por el Estado de Alarma, cuando el Ministerio es el que nos ha repatriado y debería habernos facilitado la vuelta total a casa. Es una vergüenza como se han hecho las cosas, si se hacen que se hagan bien ya que somos personas que estábamos aislados y encerrados en un país que no es el nuestro. Y dejar claro que si estoy de vuelta es por mi padre y mi familia.
Aunque no dejo de reconocer que la iniciativa era buena, y agradezco la parte que se ha hecho correctamente.