Esta entrega viene desde Argentina. De un lado el documental Elijo creer, producción oficial de la AFA y el Grupo del sindicalista V. Santa María; del otro, Muchachos: la película de la gente, de Pampa Films con el grupo Disney detrás. Ambas se estrenaron el jueves 7 de diciembre; la primera tiene como narrador a Ricardo Darín; y la segunda, a otro grande del cine austral: Guillermo Francella. A ellas me refiero ahora.
Fue hace unos días cuando, de nuevo en La Plata, fui a ver este documental donde se repasa la hazaña del pasado año. Es un filme bien documentado, bien realizado por Gonzalo Arias y Martín Méndez, conducido por un guión escrito casi en verso por Méndez y declamado por un Ricardo Darín con una voz sensacional y emotiva al fin.
Los protagonistas son Lionel Scaloni y la súper estrella Lionel Messi (ambos Lionel), que lideran a un grupo de aguerridos y técnicos jugadores, que son quienes realmente hicieron posible el sueño de más de cuarenta millones argentinos que vibraron, sufrieron, lloraron, se agitaron hasta el paroxismo y saltaron de sus asientos al cielo cuando Gonzalo Ariel Montiel introdujo el balón en el último penal lanzado en la tanda última a la puerta del portero francés, Hugo Lloris.
Hay que subrayar, además de los mencionados “Lionels”, la épica actuación del arquero argentino Dibu Martínez, sin cuyos reflejos y valientes salidas la cosa habría sido otra; y la brillantez y el aplomo del veterano lateral Ángel Di María, cuyas galopadas resultaron también definitivas; obvio que el artífice de la proeza fue el inconmensurable capitán Leo Messi, que se echó sobre los hombros a la selección y que “eligió creer”, como reza el título.
Pero fue el momento del gol de penal (ti) de Montiel, lo que marcó el punto de inflexión para cualquier habitante del país que vivió con atención y emoción los partidos de su selección contra Arabia Saudí (gran primer jarro de agua fría), México, Polonia, Australia, Países Bajos, Croacia y la Francia de Kylian Mbappé. Copa del Mundo y delirio.
De esto va este documental, donde se narra el épico título obtenido por la Selección Argentina en el Mundial de Fútbol Qatar-2022, con testimonios de los protagonistas, contados desde la intimidad y en primera persona. Elijo creer es la producción oficial de la AFA, el Grupo Octubre del sindicalista Víctor Santa María y distribuida en salas por Digicine y por HBO Max en streaming.
Estupendo el relato en off de Ricardo Darín, con material conseguido por el acceso irrestricto de la productora a la intimidad de los jugadores, antes, durante y después de la consagración en Qatar 2022.
En él se condensan tres espacios que funcionan como ejes narrativos:
- Por un lado, el espacio público en las múltiples tomas de Buenos Aires a la vuelta de los jugadores, una ciudad albiceleste plenamente volcada con el Ómnibus que paseó al equipo a la llegada.
- De otra parte, el foro privado de las casas habitadas por familias, grupos de amigos o espectadores solitarios que juntan las manos y contienen la respiración hasta el último penalti.
- Finalmente, el set de filmación montado especialmente para que los jugadores brinden su testimonio sobre las jugadas más memorables, los goles y las emociones que experimentaron en cada etapa de esos 29 días que duró el Mundial.
El relato está narrado en primera persona, una primera persona del plural que podría sintetizarse en la frase que Messi lanzó ante los periodistas después de la derrota frente a Arabia Saudita: “Que la gente confíe, este grupo no los va a dejar tirados”.
La predicción del capitán argentino se cumplió y es emocionante volver a vivir ese recorrido sentado en la butaca de una sala de cine, en la gran pantalla y con el alivio de conocer los resultados, o sea, sin sufrimiento.
Los jugadores brindaron su testimonio y los extractos de las entrevistas se combinan con registros de cada jugada, de modo que aparece la de lo que ocurrió en el campo y la dimensión subjetiva, o sea, cómo lo vivieron los protagonistas. Hay destellos de humor del portero Dibu; la emoción casi a punto de lágrima de Di María; pasajes increíbles de un Messi en su mejor momento; relatos desgarradores como el de De Paul cuando recuerda su lesión.
En el relato salen tres hitos: la derrota frente a Arabia y la recuperación ante México; la previa del partido con Países Bajos; y la final ante Francia, donde se suceden jugadas magistrales de Messi, memorables paradas del Dibu, defensas claves de Otamendi, Lisandro Martínez o Cuti Romero, y apariciones decisivas de Di María, como la crucial jugada en la final que terminó en gol. Pero también la creatividad y la osadía de los más jóvenes como Julián Álvarez, Enzo Fernández, Nahuel Molina o Alexis Mac Allister.
Este documento reconstruye la fiesta de un país, la masiva manifestación alrededor del Obelisco, la caravana de jugadores y la euforia que se vivió hace un año. De ello fui testigo y visionarlo ahora es como traer a la memoria tan intensos días de fútbol en este querido país al que le hacía falta moralmente esa copa.
Hoy ya son otras cosas las que puntúan, como el cambio de régimen, el nuevo presidente Javier Milei y las nubes flotando en un panorama que pinta regular, pero que, como ha manifestado el Presidente: será la libertad la que supere la cuesta arriba.
En cualquier caso, el visionado de este documento es siempre buena oportunidad para volver a conseguir una sinfonía de corazones al unísono y recordar aquel el enorme logro del deporte argentino.
Más extenso en revista ENCADENADOS.
Cierto es que el texto de Hernán Casciari declamado por Guillermo Francella tiene todo tipo de excesos sentimentales, todos perdonables, pues es un filme propio para el desborde; el público recibe bien estas desmesuras que se amplifican con todos los recursos disponibles.
En esta cinta se han aprovechado desde videos grabados con móviles hasta tomas en HD tomadas desde drones, desde las intervenciones de influencers, hasta las milagrosas atajadas del Dibu cuando se paraban los corazones. La cinta es una especie de puzle, una mirada como tomada con un caleidoscopio y una construcción coral sobre una hazaña, dentro y fuera del campo.
Aunque no hay mucha novedad para quienes siguieron aquella competición, sí cuenta con una fuerte carga emocional que sobre todo gusta al más desatado y ferviente del deporte rey. Y siendo el sentimiento su mayor virtud, la materia prima limita el vuelo estético y narrativo.