Nunca comprendí los nombres que le ponen a los fenómenos meteorológicos, y no los comprendo porque, desde que tengo uso de razón, he visto El Puerto inundado; he soportado olas de calor; conocí las mareas de Santiago, sufrí las bañeras llenas de agua por el corte de suministros, y a pesar de todo, lo único que existía era el viento, el frio, el calor, la lluvia y los pantanos.
Hoy, sin embargo, todo tiene un nombre, a cuál más esperpéntico, ridículo e impronunciable, quizás en un vano intento de infundirnos miedo, o risa, porque respeto, poco.
El tiempo no es para tomarlo a broma, pero en una sociedad de cristal, donde el fin del mundo parece, no solo a la vuelta de la esquina, sino culpa nuestra, todo tiene una magnitud y transcendencia algo absurda.
Alguno pensara que las inundaciones de otras localidades nunca se dieron, claro, hace años no existía el desorden urbanístico de hoy, imagínense si hoy los cauces abandonados se inundan más de cincuenta centímetros, como no estarían cuando el agua llegaba a los límites de la ciudad con las crecidas.
El tiempo, ese estado incontrolable que no somos capaces de dominar, con el que siempre hemos coexistido, tan impredecible que queremos racionalizarlo con nombres como cambio climático, pero que seguramente nos demostrara que por mucho que queramos hacer, actuara de forma irracional, imprevisible y libre, teniendo como única arma la adaptación y la coexistencia.
Por mi parte, seguiré coexistiendo con mis recuerdos, con las olas de calor, con los continuos cambios de estación, que van y vienen cuando quieren, con las caprichosas lluvias, y no olvidaré que desde hace más de veinte años no tengo que sufrir cortes de agua.
Hoy, la amenaza de la sequía, las fotos de pantanos vacíos, aunque diluvie, y el miedo que nos meten no es más que una estrategia, porque en un país que desmonta pantanos, y nos asusta con sequías y reservas vacías, pero que se niega a los trasvases y a optimizar el recurso, solo puede haber una explicación, la coacción y el aumento de los precios por el agua… luego lo llaman cambio climático o Alina.