Quizás nos lo dicte el mar, puede que los pescadores, las playas o la presencia de un río más marinero que todo el mar salinero. Puede que sean las costumbres, los hombres que te llevasteis a ese mar del infinito que se encuentra allá en los cielos. Puede que sean los recuerdos, las historias de la abuela, los rosarios en silencio rezados junto a la orilla.
Quizás solo sea la espera, con tu eterna compañía, quizás solo sea que al fin, no eres más que la Milagros, la morena que en verdad eres Milagro del Carmen, pues para muchos, aquí, tan patrona como ella, tan milagrosa y morena que siempre tuviste el sitio, siendo a veces la primera. Nadie en El Puerto te niega, y aunque los barcos se fueron, aunque el mar solo sea ya, playa, costa y un velero, algunos no olvidaremos que solo a ti te debemos el regreso, el consuelo, la protección marinera de quienes, aún amando el mar, se enfrentaban solamente, no por placer, por el pan.
Mi Virgen, la marinera, la vinculada a mi mar, la que pasea por las playas, y a la ribera del rio, esperaba que llegaran los barcos de faenar. Mi Virgen, la portuense, la patrona de la mar, la de las playas marchitas, la del río que llega al mar, la de espigones vacíos, la de las roca salinas, la patrona de la orilla, de la ola y la tormenta, la del Puerto marinero. La patrona del porteño, el que vive en este Puerto, de ese buen aire marino, de marianos recuerdos.
Y aún siendo de los Milagros… que es El Puerto sin el mar, que nos queda sin el río, por eso, no queda duda, pues si El Puerto se cobija bajo el manto leonado, de castillos perfilados, El Puerto más marinero, El Puerto de los esteros, El Puerto de las barquitas, de los veleros que buscan a ese vapor pinturero, el puerto de sal y albero, el de la dorada orilla, patrona tiene además, a su Carmen por patrona, la patrona de su mar.