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En ocasiones las noticias hablan de mujeres que fueron raptadas para hacer de esclavas sexuales, para ser explotadas en prostíbulos o por particulares. Un tipo de delito que se beneficia del irrestricto poder de los captores. Por lo común mujeres son explotadas sexualmente, lo son para el provecho económico o por el placer personal de algún sátrapa. Aunque la realidad es que la explotación sexual tienen como fin el más sucio de los lucros. Este tipo de delito lo fuerzan las redes esclavistas que capturan niñas o jóvenes indefensas, para venderlas a proxenetas. La violencia sexual es definida por la Organización Mundial de la Salud, como «todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción».

El “comercio sexual” es un problema peliagudo que tiene presencia en muchos países del mundo. Las víctimas son reclutadas, transportadas, alojadas y alimentadas por el explotador, quien las obliga a trabajar en establecimientos diversos. Creo necesario recordar que según las Naciones Unidas, el 39% de los varones españoles ha pagado en alguna ocasión por mantener relaciones sexuales en prostíbulos. Tremendo.

Paralelamente, hay contingentes policiales y de inteligencia especializados en descubrir estas mafias con fines sexuales. Y también hay profesionales de la investigación privada que buscan a mujeres o niñas perdidas y secuestradas por estas bandas criminales. Para abordar esta tenebrosa y terrible casuística traigo aquí dos películas de enorme interés. En la primera, En realidad, nunca estuviste aquí (2017), un excombatiente de la guerra de Vdedica su vida de hombretón curtido en mil batallas y a la vez un hombre de buen corazón, a rescatar menores que han sido retenidas para ejercer el sexo; película dura, encierra en forma y fondo un gran interés con relación al tema del abuso a menores y de quienes son contratados para encontrarlas. La segunda obra es La novia polaca (1998), un filme holandés en el cual un granjero solitario encuentra un día en su campo a una mujer polaca huyendo de sus captores que la retienen para que se prostituya.

EN REALIDAD, NUNCA ESTUVISTE AQUÍ (2017). Película sólida y lección de estilo, complejidad y agudeza. Cinta nada convencional que se nutre del realismo del cine anglosajón, pero a la vez mantiene cierta distancia de esos esquemas. Desvela su agrado por la sinécdoque (designar una cosa con el nombre de otra), que hace posible separar a la vez que amplificar pormenores significativos en el yermo escenario moral de la trama, trasladando lo testimonial hacia el terreno de lo alucinatorio, de lo que resulta casi un sueño.

En la historia Joe (Joaquin Phoenix) es un ex marine y antiguo veterano de guerra, melancólico y atormentado; un tipo solitario pero con corazón, que se emplea en salvar a muchachas explotadas sexualmente. Evita las amistades y los amoríos y se gana la vida rescatando a muchachas de las garras de las mafias de trata de blancas. Joe vive pobremente con su madre, mujer posesiva y excéntrica. Él es un hombre con un cuerpo lleno de cicatrices por todo su ampuloso cuerpo, cicatrices que desvelan su pasado de combatiente. Un día recibe la llamada de un político que le ofrece un nuevo trabajo, rescatar a su hija secuestrada por una red de prostitución infantil. Los sucesos se desencadenarán con giros en la historia, fuego y violencia, en una trama que superará a Joe hasta casi enloquecer.

Cuarto largometraje de la directora escocesa Lynne Ramsay, un triunfo de un estilo propio, con una sofisticada escritura visual compleja y sutil. El guion, también de Ramsay, es adaptación de la novela negra You Were Never Really Here (2013) del escritor neoyorquino Jonathan Ames, un viaje de terror al fin de la noche. Ramsay hace un descarte de todo lo accesorio y deja la historia en un puro esquema donde predomina el instinto, la angustia, la violencia y la locura.

Quien vea esta película asistirá a una narrativa quebrada con abundantes elipsis convergiendo en la mirada vacía de Joe, y en episodios de horror, que que constituye un retrato psicológico del excombatiente. Hay momentos en los que el delirio asoma y deviene abstracción perceptible y brutal del psiquismo fragmentado y sin consuelo de Joe.

Esta mirada fraccionada de Ramsay fuerza los límites de lo verbal y en una sola escena puede colocar emoción, vivencia, trauma, recuerdo o culpabilidad. Pocas palabras, pues son las imágenes las que dirigen un discurso inteligible que no se atiene a las convencionales expectativas de una narrativa satisfactoria y convencional. Escasas palabras, los sentidos atentos a lugares tenebrosos, disparos, martillazos en pleno cráneo, una tierna niña drogada a hombros de su salvador, escenarios apocalípticos y un hombre en franca huida hacia adelante, un lobo solitario y compasivo en la nerviosa noche americana.

Thriller impetuoso, oscuro, exquisito y brutal en el infierno, un chute de adrenalina y un ejercicio de cine físico. Música monocorde y perturbadora de Jonny Greenwood arropa las imágenes, junto a una gran fotografía en tonos ocre-oscuros de Thomas Townend.

El reparto es en esencia un sobresaliente Joaquin Phoenix quien con su enorme testa, sus greñas recogidas en un sucio moño, barba desaliñada y actitud de coloso fatigado, convierte su rol a mitad de camino entre la caridad y el asesino a sueldo. Acompañando, con gran calidad, actores de talla como Alessandro Nivola o John Doman.

Pareciera que Lynne Ramsay se hubiera propuesto hacer con este film una revisión más sobria y dura del Taxi driver de Scorsese, pero en plan manierista y sin ser un remake. Esta película es más inquietante, contando con menos elementos, es paroxística, muy dura, y una violencia diferente a la del cine hollywoodiense, más transgresora.

Una historia que rebosa fatalidad y longanimidad ante una vida hostil; y el hombretón derruido que deja que la corriente lo arrastre, dejándose rodar cuesta abajo hacia la muerte. Una existencia, tal como advierte el título, estando en verdad ausente.

Revelación en el Festival de Cannes, un shock en toda regla, thriller brutal y una auténtica demostración de fuerza que nos deja tambaleantes.

 

LA NOVIA POLACA (1998). Desde el principio, la película nos toma de sorpresa, como estupefacto se queda el protagonista Henk, un solitario campesino, viudo de años, un hombre rudimentario y sufrido que ha permanecido aislado del mundo, cumpliendo ciegamente su rutina de labrador. Un día encuentra a una mujer desnuda escondida tras un árbol de su granja. Ella es Anna, una mujer polaca que ha escapado de la explotación sexual de los proxenetas y se encuentra exhausta. Tras reponerse de la impresión, Henk toma la mujer en brazos y la lleva a su casa. Una vez allí la baña, le cura algunas heridas, y le ofrece amparo. Ambos hablan lenguas diferentes.

Aunque Henk le da la oportunidad de ayudarla a volver a su país, ella le pide quedarse en la granja y ambos asumen un pacto de asistencia mutua. El granjero es un hombre tosco, sin educación, pero una gran persona que se porta muy bien con ella. La mujer es educada y de buenos modales; colabora en las tareas domésticas y de la granja: cuida de los animales, limpia la casa e incluso dedica un tiempo a educar al hombre en sus hábitos higiénicos, la forma cómo hay que comer, etc. Todo ello a pesar de las dificultades del idioma. Cuando transcurren unos días, la presencia de la mujer se hace notar y la casa está cuidada, llena de sutiles y hermosos toques femeninos: un florero en la mesa, un mantel, una comida bien servida. Estos pequeños pero agradables detalles harán que la relación entre ellos evolucione positivamente. La trama tiene una parte final violenta, pues el granjero debe actuar de salvador de la joven, nada menos que quitando de en medio a los proxenetas que la tenían esclavizada, habiendo aparecido por la granja para volver a llevársela. Henk, sin dudarlo, la salva de forma expeditiva. No quiero olvidar aquí que este tipo de esclavitud es una realidad en Europa, a costa de las mujeres de países pobres, en su momento de los denominados países del llamado “telón de acero”, entre otros

La película es escasa en diálogos y los personajes se comunican a través de gestos y miradas. Pero esta dificultad no es óbice para que Anna y Henk vayan complementándose y compartiendo su vida. Poco a poco, surge entre ellos una hermosa historia de amor.

Gran dirección del argelino formado en París, Karim Traïdia, con un tempo pausado pero de excelente factura. Guion emuy bueno de Kees van der Hulst que muestra con habilidad narrativa, tanto el amor que nace, como la tragedia que ella ha vivido. Bella música de Fons Merkies y magistral fotografía de Jacques Laureys y Daniel Reeves.

En el reparto tenemos actores desconocidos para el gran público, pero que hacen trabajos muy meritorios. Jaap Spijkers está solvente como granjero solitario y Monic Hendrickx, maravillosa como la mujer polaca; junto a ellos Rudi Falkenhagen, Roef Ragas o Hakim Traidia, todos muy bien.

La dirección, las interpretaciones y fotografía fantástica, da lugar a una obra muy bella, una historia de amor en toda regla, aunque los personajes no sean nada melindrosos ni particularmente bonitos. Además, es un film de denuncia que nos enternece el corazón, no de forma sensiblera, sino fruto de una historia verazmente romántica, pero a la vez cruda, de una mujer que ha sido prostituida contra su voluntad.