Un año más, nuestra ciudad ha hecho gala de sus excelencias y virtudes en la feria del Turismo, recuerdo cuando el pasado año, con el mejor de los optimismos, se trajeron proyectos interesantísimos para relanzar nuestra ciudad. La inversión hotelera era una realidad, y todos, esperanzados, nos imaginamos una ciudad como hacía muchos años. Al final, lo anunciado el año pasado ha sido eclipsado por los miles de visitantes que han colapsado el stand de la ciudad.

Revisando y estudiando ambos años, sorprenden la puesta en escena en estos dos años, el lujo ha sido desmesurado para una ciudad que está llena de desconchones, quizás la puesta puede parecer excesiva para algunos, pero bueno, está bien vender una ciudad cuajada de palacios, mal conservados, en un entorno palaciego en los madriles.

La única lectura que podemos sacar de esto es que, y vistos los resultados del pasado año, ni el año pasado se ha notado, ni este se notará. Aun así, es fácil vender tantos kilómetros de playa, es fácil vender la gastronomía de una ciudad en donde es más fácil encargar un asesinato que abrir un restaurante. Y es que, partiendo de la base de la bondad humana, partiendo de la base de que no existe un solo político que pretenda con nocturnidad y alevosía hundir la ciudad que gobierna, estamos viviendo unos momentos en los que la sabiduría que gobierna está acabando con las ganas de montar un negocio, continuar alguno que cierre, o restaurar una casa solariega para crear un hotel o apartahotel.

Bajo la paternal visión de regular todo para garantizar el bienestar, la legalidad y el buen hacer de comerciantes e inversores, todo son pegas, unas pegas tendentes a evitar la especulación, la trampa, o el simple hecho de ganar dinero trabajando. Lo peor de esto es que si cierro los ojos, lo próximo será el cierre de playas para evitar que la gente de se lleve arena o se ahogue, de manera que de forma controlada y regulada, tan solo sea posible el disfrute del agua y el sol bajo la estricta mirada de los técnicos municipales que regularan el uso y disfrutes de las arenas.

Fitur, el gran Fitur, el escaparte para pasarse unos días a todo tren en el mágico Madrid, y en donde queda claro que todos, absolutamente todos, al final, hacen lo mismo… o sea, vender humo, anunciar castillos en el aire, y disfrutar a costa de lo poco que nos queda por vender.