El Puerto se va vistiendo de grises y marrones, las terrazas van dejando paso a las lluvias, y el centro, poco  a poco se va aletargando. El eterno verano ha llegado casi hasta el final del año, pero al final, como no podía ser de otra manera, las aguas han aparecido en el horizonte, el frío se abre hueco y el final, se asentará, como cada año en nuestra ciudad.

Recordando otros inviernos, recordando otros otoños, vemos como la oferta cultura se va centrando en los sitios cerrados, el olor a las celebraciones navideñas se confunden con los olores de las cremas solares… y ante todo, El Puerto comienza a vivir ese invierno que nos resulta muy extraño. Todos los años pasa lo mismo, lamentamos la falta de una previsibilidad que debería ser previsible, lamentamos las faltas de ofertas de cara al turismo de invierno, y al final, acabamos el dichoso invierno casi sin soluciones.

Debemos plantearnos la oferta de invierno, y no porque no tengamos pistas para esquiar, sino por lo atractivo de la costa en estos meses. El placer de pasear o hacer deporte en cualquiera de las playas no se vende, pocos o nadie conocen la sensación de sentarse en una terraza de cara al mar dejándose acariciar por esos rayos de sol, lejanos, pero que si no hay nubes, calientan de forma cálida y acogedora.

Las temidas lluvias quizás sean el peor enemigo del turismo, pues lloviendo que puede ofrecerse al turismo más allá que encuentros en locales al resguardo de los truenos… y sin embargo, sacar partido a la lluvia tiene su encanto. Por suerte para nosotros las lluvias, salvo raras excepciones, no son torrenciales, tampoco son ese interminable lloviznar suave y fino que no cesa, más bien tenemos una lluvia que hace llorar a los cielos para calmarse dejar al sol salir.

Las playas, los pinares, los olores tras la lluvia, se nos ofrecen con esa paz que necesitamos. Todo es aprovechable, todo se puede vender como una oferta maravillosa. Ya hemos llegado, llegado casi a ese acogedor invierno de estufas y abrigos, suave, húmedo, impertinente, pero que nos enseña otra parte de nuestra ciudad que también podemos amar.