Oficiales de Policía patrullan cerca del Puente de Londres. | EFE

Oficiales de Policía patrullan cerca del Puente de Londres tras el último atentado. | EFE

Joaquín García de Romeu. “Amanece que no es poco”.

Joaquín García de Romeu. “Amanece que no es poco”.

Joaquín García de Romeu (Tribuna libre).- Como ocurre con todo, hay ocasiones en los que lo anormal adquiere ciertos toques de normalidad que la hacen algo cotidiano, monótono y aburrido. El último ataque terrorista en Londres no es ya más que una rutina cotidiana, algo con lo que nos acostamos y levantamos casi todos los días. No por ello deja de ser algo lamentable, pero cansa.

Llegados a ese punto, ahora nos toca preguntarnos que quieren, porque lo normal, cuando alguien comete semejantes salvajadas, lo normal es presionar a los estados para que acepten el chantaje, voces se pronunciaran a favor de ellos haciéndose eco de sus posiciones, pero aquí… que buscan realmente. Si nos detenemos un poco en el perfil de esos anormales, resulta que son segunda o tercera generación de extranjero, no pudiéndose hablar de refugiados por ser nacionales de los países en los que atentan, en donde sus padres viven y trabajan desde antes de que ellos nacieran. Si buscamos en sus razonamientos o consignas, tan solo frases como que su Dios es grande, evidentemente será un gran sanguinario, porque dudo mucho que cualquier persona religiosa y normal mate en pleno siglo XXI por semejante chorrada.

Vemos en televisión a jóvenes carentes de valores que, con un bastón en la mano, amedrantan a los ocupantes de terrazas exigiendo que se respete el Ramadán, vemos a estúpidos laicos felicitándoles, a auténticos bocazas culpando de la situación a San Pedro, pero lo peor, es que nadie, absolutamente nadie, puede dar una respuesta clara y coherente a que pretenden conseguir con esos atentados. Algunos dirán que exigen sus derechos, pero derecho a que, a que toda la humanidad no solo respete sus ritos, sus macabras enseñanzas o sus medievales formas de castigo.

No sé, pero rozamos un punto en el que si ya no nos sorprende que un descerebrado se inmole o cometa un atentado, tampoco nos sorprenderá que se restrinjan derechos a los musulmanes, que se tome por locos a los que felicitan en Ramadán y a quienes piden que no hagamos manifestaciones de nuestras creencias por respetar a quienes piden respeto masacrando. Hemos llegado a un punto en él nos vamos deshumanizando, en el que ni siquiera lamentamos las muertes… pero ante todo y sobre todo, hemos llegado a un punto en el que nos preguntamos: si no soportan nuestra cultura, critican la forma de vestir de nuestras mujeres, consideran pecado nuestra comida y le ofendes nuestros campanarios… ¿Qué puñetas hacen aquí?, hay cientos de países, en los que no hay Iglesias Cristianas (porque están prohibidas), en los que la vida política la dirigen unos locos con turbante que se llaman religiosos, en los que toda la comida está permitida y en la que, sin embargo, no quieren estar.

Aún recuerdo un caso de alcoholemia, era un marroquí que con un positivo alto se justificaba que él no había bebido porque era Ramadán. Pero el mejor era el de dos hermanos, no sé de qué país, que me comentaban mientras no me dejaban ni los restos de tocino de un jamón de pata negra, que había que prohibir las procesiones porque les ofendían. Estos son los mismos que después irrumpen en las Iglesias, como la de Valladolid, o en el mercado de Londres cuchillo en mano gritando que Ala es grande, grande, si un gran… Dios, que se avergonzaría de lo que hacen unos descerebrados en su nombre, a pesar de lo cual, habrá que empezar a invitarles a que los médicos, la asistencia, las pagas y todos los privilegios que les da occidente, vayan a buscarlos al Lejano Oriente.